lunes, 23 de julio de 2012

La conexión de la sociedad y sus efectos


Les dejo un excelente aporte de un colega y amigo al blog, una reflexión sobre los efectos de las nuevas tecnologías en las sociedades modernas. Esperemos que sea el primero de muchos aportes y personas que se sumen al blog.


La conexión de la sociedad y sus efectos

Sin duda, una de las acciones más interesantes y aleccionadoras es analizar las dinámicas de las distintas sociedades y los efectos que van generando a su paso. Desde las postrimerías del Medioevo hasta la actualidad, los seres humanos han modificado sus costumbres, preferencias y modos de accionar tanto individualmente como en un colectivo social determinado. En estos aspectos se incluyen las acciones, las decisiones cívicas, económicas y las grandes decisiones que, inferimos, estuvieron socialmente algo más elevadas. La extinción de gobiernos dictatoriales, la caída del muro de Berlín, son solo algunos de los hechos que han marcado con profundidad la vida de los individuos. Si bien estos últimos fueron procesos que culminaron en esos hechos, ciertamente, podemos decir que fueron decisiones inconscientes, y no tanto, desde el argumento que imperaba en aquellas sociedades el cual era la necesidad de mayor libertad en oposición a los libertinajes castrenses.

Sin embargo, hay un hecho que podríamos suponerlo presente en todas las fases de la historia. La necesidad misma de vivir en una sociedad más saludable y con mayores niveles de confort, ha generado la demanda de nuevas tecnologías que fueron acompañando a la humanidad a lo largo de la historia.

En principio, la búsqueda de mejores modos de producción y supervivencia también lo podríamos considerar como cierta tecnología de producción aunque ésta sea preponderantemente precaria al observarla con los ojos del nuevo milenio. Es dable de destacar, que con el avance de la misma se han nutrido las ciencias lo que generó grandes soluciones para la vida cotidiana del hombre. No obstante, como en todas las cosas que conocemos, si la analizamos desde prismas distintos podemos notar varios aspectos que no siempre serán una novedad favorable.

En este sentido, hacia finales del siglo XX, se pueden notar dos lecciones de importancia sustancial.

Por un lado, el economista inglés Arthur Cecil Pigou (1877-1959), fue uno de los pioneros en abordar los efectos indirectos de la acción de los individuos o empresas sobre la sociedad. El clásico ejemplo del tren que transita cerca de los cultivos de la campiña generando posibles incendios se puede contextualizar a nuestra contemporaneidad: varios individuos comunicándose o escuchando música través de su teléfonos celulares en un transporte público perturba, en algunas ocasiones, las acciones o el bienestar de otros en ese ocasional viaje pero es interesante que no solo genera efectos negativos sobre ese colectivo circunstancial sino que se lleva a cabo una misma acción, digamos de confort tecnológico aunque, como un contrarecíproco, genera un verdadero ámbito descoordinado donde todos quieren lograr permanecer lo mejor posible hasta en ese momento de sus vidas. Análogamente, las redes sociales han inundado de información e interacción permanente a los individuos que, muchas veces, han causado conflictos e inseguridad; mediante la posibilidad de conectarnos con personas que no conocemos creamos posibilidades de acciones que pueden derivar en los fenómenos mencionados. Cierto avance de las tecnologías de la conectividad derivan inesperadamente, en diversas ocasiones, en perturbaciones negativas o externalidades negativas hacia ciertos individuos.

Es aquí donde podemos interrogarnos, en el contexto del gran avance en la conexión de la sociedad actual, si tal vez este modo de comunicarnos, en ocasiones, puede dirigirse por caminos equivocados y menoscabar el púlpito de nuestra intimidad y seguridad. Apelando al clásico agente representativo como un camino para notar estos aspectos, estimamos que hay una verdad en estos párrafos.

La acción de comunicarnos ha crecido sideralmente y parece auspiciosa. Asimismo, puede generar efectos externos no deseados. La pregunta que se desprende se relaciona con la evaluación, concreta y sin ánimos de extensiones difusas, que podemos realizar de este avance en las comunicaciones y redes sociales. Entonces, indudablemente, la sociedad ha tenido grandes cambios en consecuencia, pero estos cambios no deberían formar un proceso de interacciones humanas que tiendan a ser cada vez más individualistas, desmedidos e inciertos. Es en este camino donde descansa cierta contradicción entre la mayor disponibilidad de medios para comunicarnos y la comunicación como acción tal cual la conocemos. Parecería que la nueva conexión social tiene sus efectos externos (o externalidades) sobre el colectivo social.

La otra lección, totalmente emparejada con la precedente, es la que nos delegó el sociólogo francés Robert Castel en sus estudios sobre la cuestión social de las sociedades modernas y sus cambios. En su gran obra, Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado (1977), el autor aborda un conjunto de temas que se han tornado de gran actualidad, pues, las sociedades del mundo contemporáneo han experimentado cambios acelerados principalmente como consecuencias de los nuevos modos de conexión. Los cambios acelerados pueden ser disparadores de inestabilidades políticas y económicas o ambas, en determinadas sociedades (o quizás en todas). Estos cambios de gran velocidad pueden tener efectos de retroalimentación que pueden comenzar en algunos individuos y terminar en una generación y, a su paso, derivar en efectos indirectos que pueden resultar en marchas y contramarchas en las sociedades. Como resultado de estos movimientos, pueden desencadenarse una metamorfosis en los estilos de vida, esto es, las mismas sociedades en escenarios de cambios abruptos en las cuales no todos los que las componen pueden adaptarse. Tan solo imaginar la interacción con las necesidades de los niños en países caracterizados por ambientes hostiles como las naciones de África subsahariana frente a las naciones más desarrolladas del mundo. La vulnerabilidad y desafiliación social que plantea el autor son paradójicamente ilustrantes en casi toda la historia de la humanidad.

Otro de los casos por los cuales Robert Castel nos alecciona se evidencia al observar las turbulencias en los contextos políticos y económicos en los últimos treinta años en América del Sur. La metamorfosis de la comunicación social debe llamar, al menos, la atención de una manera expectante. Notemos que la aceleración de los procesos sociales sustentados por experimentos de carácter social no siempre ha tenido resultados favorables.

Si bien la nueva era de la comunicación ha comenzado, sería socialmente sano tomar las lecciones de pensadores sociales como Pigou y Castel, dejando la libertad a cada lector para la reflexión que dicte, quizás, su propia hermenéutica.

 
Martin C.

3 comentarios:

  1. Excelente reflexión. Lo que principalmente me deja es una inquietud intelectual respecto a la comparación de las redes sociales con los argumentos de Pigou sobre las externalidades negativas. Si pensamos a los efectos de las redes sociales en este sentido, ¿cabría aplicar la solución del impuesto/subsidio pigouviano? Por ejemplo, ¿podríamos pensar que resulta óptimo aplicar un impuesto para llevar a la "utilización" de redes sociales a un nivel "óptimo e inferior" al actual? Aún más, ¿justificaría esto algún tipo de regulación estatal de los contenidos de la redes sociales para evitar la divulgación de contenidos que podrían generar externalidades negativas en otras personas? Lo dejo planteado como inquietud simplemente. Creo que es una pregunta muy interesante porque sería una aproximación económica a la discusión sobre si se deben regular contenidos de las redes sociales e internet en general (como hacen algunos gobiernos alrededor del mundo) o si se debe defender la libertad de expresión. En cuanto a mi humilde opinión, creo que sería una simplificación excesiva o al menos un error que nos aproximemos solo desde la ciencia económica, porque excede ampliamente sus fronteras. Aún dejando de lado esta consideración, creo que la respuesta es que no deberían ser limitadas, ya que no existe hoy en día una tecnología que permita medir de una manera relativamente fehaciente y objetiva los costos y beneficios sociales de las redes sociales (y dudo que alguna vez exista). ¿Quién haría esa evaluación totalmente subjetiva entonces? Sería muy fácil para cualquier gobierno decir que una opinión en una red social genera costos sociales "excesivos" y violar así algunos de los principios fundamentales de las democracias occidentales modernas. Principios que además las diferencian de otros sistemas de gobierno y son la garantía a los derechos de las minorías y a la libertad de expresión, los cuales debo admitir que han sido muy menospreciados y menoscabados en los últimos años.

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    1. Gracias Nico. Es bueno el interrogante y complicado de responder.
      Pigou ofreció una solución al problema de aquella sociedad industrial floreciente pero en nuestro tiempo, según mi limitado entender, el problema se ha magnificado hasta tornarse inconmensurable. Las restricciones a la acción humana siempre terminan mal o son inefectivas (nota al pie, paradójico a la vez, hoy me cruce en una librería con La Acción Humana, Tratado de Economía de L. V. Mises).
      Naturalmente, el individuo es libre aunque sus libertades física y/o de expresión puedan ser coartadas. Lo que no puede ser limitado es lo que dicta su mente y es aquí donde hay una gran conexión entre los nuevos modos de relacionarnos y el avance abrupto de los medios de conexión. En este sentido, no creo que se encuentre la forma de implementar un impuesto á la Pigou solo por la naturaleza de la dinámica que nutre el problema planteado en el artículo.
      Creo que la transformación o metamorfosis de las costumbres de la sociedad contemporánea ha sido muy acelerada lo que no ha dado lugar a mecanismos de regulación. Podríamos inferir que estamos ante un fenómeno social per se, de muy difícil control donde hay consecuencias ambivalentes. La primera es la puerta al acceso al conocimiento y el confort de las sociedades lo que está fuertemente correlacionado, a mi parecer, al desarrollo económico de las mismas pero por otro lado, es tal la libertad de acceso a todo tipo de información que los vínculos o relaciones sociales, en muchos casos, se han transformado en un bien público.
      A su paso esto genera, si se quiere, un desarrollo circular que se retroalimenta permanentemente: todos quieren saber todo y en el más corto plazo a cualquier costo. En este sentido, se acelera la toma de decisiones posibilitando la irracionalidad. Un ejemplo relacionado es la crisis financiera internacional: el acceso acelerado a todo tipo de información hace que intrínsecamente el sistema sobrerreaccione ante cualquier información, en el horizonte, puede ser desfavorable pero al momento del análisis quizás no sea tal.
      Coincido con que debe haber una comunión entre todas las ciencias sociales para dar un debate acerca de estos temas aunque tal vez sea una quimera.

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  2. Si, estoy totalmente de acuerdo. Respecto al tema de la intervención del Estado en este nuevo tipo de forma de comunicación, es claramente un avance tecnológico y social muy importante, que todavía no alcanzamos a entender del todo en cuanto a su implicancias sociales presentes y futuras. Haciendo una analogía que deja mucho que desear, sería como ver por primera vez una gallina y matarla porque en tu ignorancia y miedo a lo desconocido creías que era una amenaza... y después darte cuenta que ponía huevos de oro. Probablemente el cambio sea lo mejor y haya que adaptarse a él, aunque traiga varios dolores de cabeza en el camino. Al fin y al cabo las redes sociales son solo un instrumento que potencian "bondades" y "maldades" que ya existían, como habrá ocurrido en su momento con la televisión, la radio, el cine, el teléfono, el celular, etc. Por otro lado, y ya que mencionaste a Mises, no puedo dejar de pensar que cada tanto los austríacos tenían razón... quién tendría la autoridad moral y el derecho para decir qué se puede decir y qué no en una red social? Muy complicado definirlo, al menos a esta altura del partido.

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