domingo, 26 de mayo de 2013

¿Modelo productivo de matriz diversificada?

Les dejo el link a una nueva nota de nuestra "franquicia" en la comunidad Frankia. El artículo pretende contrastar brevemente si el actual modelo económico efectivamente puede ser considerado como un "modelo productivo de matriz diversificada", una muletilla habitualmente oída en funcionarios y partidarios de la actual administración:

http://www.rankia.com.ar/blog/economia-eclectica/1824130-modelo-productivo-matriz-diversificada

Espero que les resulte interesante. Cualquier opinión o comentario pueden dejarlo en este link de la comunidad Rankia.

sábado, 25 de mayo de 2013


El llamado a la discusión de inmortalidad planteada por Borges


Es sanamente deseable que los procesos socio-económicos se analicen mediante una perspectiva temporal que escape a visiones cortoplacistas. En este sentido, este argumento cobra especial relevancia al asumir que el ánimo del momento está influido por juicios de naturaleza partidaria y de la instancia en que se encuentra la fase de la dinámica del proceso.

Cuando intentamos identificar esos procesos, damos cuenta que en la historia mundial reciente se presentan muchos y de cierta diversidad. En muchas etapas de la historia de las naciones observamos algunos casos de crecimiento económico, movilidad social ascendente y estable y gobiernos de políticas sustentables afrontando permanentemente los problemas que todo proceso transformador inmiscuye en el camino. 

Podemos observar a estos casos con características poco extravagantes pero continuas y estables en el tiempo: variables macroeconómicas sólidas pero con cierto sesgo hacia el suavizamiento al observar su comportamiento, políticas en respuesta a las fluctuaciones económicas, gestión de temas que para muchos se vuelven atemporales en la etapa de auge y conformidad del agregado social. Tales temas van desde el sostenimiento de políticas con un sentido de justica bajo cualquier punto de vista, la libertad y el respeto a la propiedad privada, el acceso de todo el tejido social a empleos estables y subsidios con controles deseables e infranqueables.   

Otras naciones, a diferencia de las anteriores, hay vivido eventos abruptos e inestables casi de forma periódica cada decenio: súbitas mejoras en los niveles de vida, niveles de inflación relativamente bajos y estables, aumento de la mano de obra en toda la matriz de producción, crecimiento sostenido del consumo de bienes y servicios, de la inversión y un aumento del producto bruto interno notoriamente elevado. Posteriormente, se genera un evento que llama a la caída de ese comportamiento y posibles crisis. Se evidencia que algo no funcionaba bien.    

Sin embargo, hay una característica en común de estos dos tipos de naciones pero que, en muchos casos, se presenta en mayor medida en la segunda: plantear esta característica es citar el tratamiento a la inmortalidad que expone Borges en muchas de sus cuentos y extenderlo a nuestros días. El sentimiento de inmortalidad de muchos funcionarios  políticos es el gran problema que tenemos que enmendar como sociedad en el marco de los instrumentos democráticos que disponemos. En las épocas de boom económico parecería que la fuerza por la permanencia impoluta e indiscutida es una cuestión que está fuera de la frontera de los desafíos. La mayoría de los componentes de las sociedades parecen en acuerdo con esto al sostener un comportamiento acomodante en contextos de fuerte crecimiento económico.

Cuando se llega al punto de máximo crecimiento, marcado por un evento económico endógeno o exógeno o ambos a la vez, se produce un estadio de crítica a lo que antes parecía indiscutido, muchos actores comienzan a ver puntos a corregir sin, necesariamente, no haberlos visto antes.

Con estos aspectos, es difícil sostener que el comportamiento social siempre tiende a ser el correcto ergo, lo que las mayorías quieren.

Las críticas a la realidad actual  y a los responsables políticos deberían realizarse en virtud de pensar que los procesos sociales anteriores son producto de decisiones precedentes en marcos que pueden ser distintos o similares. Si corriéramos el velo de lo que postulamos como un juicio de la realidad, seguramente notaremos que la realidad es un conjunto de acciones que se han llevado a cabo por un objetivo y razón. La realidad es una pre-construcción de otras realidades precedentes. No obstante, es sumamente interesante calificar a esas realidades en virtud de ese tiempo pero no dejando afuera la contemporaneidad. Se desprende que hay una suerte de injusticia moral cuando hacemos el ejercicio de comparar procesos históricos pero que, desde mi perspectiva, es necesario y es de lo que disponemos los seres humanos en estos tiempos.

Las naciones de características más estables parecen haber establecido una mayor sustentabilidad en las decisiones. No es casualidad que, a pesar de la crisis financiera internacional, los países con una historia marcada por una menor volatilidad y tendencias al desarrollo económico sean también las que no tengan conflictos sociales de urgencia.

La historia de volatilidad, crisis y despegue de las naciones con mayores conflictos tiene a nuestro país en una de las planas mayores. Esa historia nos alecciona si observamos el proceso con ánimo de largo plazo y sin los sesgos cómodos de la inmediatez.

No es casual que hoy estemos tratando de evaluar los 10 años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, y se presenten diagnósticos casi antitéticos. Sería un error si solo observamos el presente.

Finalmente, esa historia también nos hace un llamado a resolver las ideas de inmortalidad que existen en los gobiernos; para esa inmortalidad nada será tal, siempre será lo mismo porque siempre sé es lo mismo.    
                

viernes, 17 de mayo de 2013


Breves Notas acerca del origen y naturaleza de la crisis de las 

hipotecas Subprime


A lo largo de la historia, las crisis económicas han motivado una gran producción de investigaciones que fueron resultando en un mejor entendimiento del funcionamiento de las economías. Dinámicas que tendían a perpetuarse y súbitas oscilaciones han puesto a prueba a muchos económicas teóricos que intentaban comprender los orígenes y naturaleza de tales eventos. Dentro de ese conjunto de crisis hay pocas de la envergadura de la iniciada en 2007 en el marcado de hipotecas de baja calidad de Estados Unidos.

Desde estos hechos notables, se esperaría que las lecciones tomadas sean también notorias y deriven en aprendizajes, pues si apelamos a la optimización dinámica es lógicamente deseable que en el futuro estos eventos no se reiteren. No obstante, notoriamente lo lógico y esperable no hace la regla. Por este motivo y en momentos donde Europa en particular y el mundo desarrollado en general, no logran la recuperación esperada; se torna importante recordar algunos aspectos del inicio de la crisis.

Desde sus inicios, la crisis financiera global ha cobrado gran alcance y, seguramente, estemos ante un evento memorable inédito, pues se observaron disrupciones a escala mundial y de gran profundidad, y por otro lado, lo novedoso es que se inició en el centro financiero mundial sobre el cual muchos teníamos la idea ex ante equivocada acerca de la eficiencia en su funcionamiento. Ambos aspectos solo comparables con la Gran Depresión.  

Con la irrupción de la crisis, las consecuencias de un conjunto enorme de promesas rotas habían puesto en riesgo la continuidad del sistema financiero tal cual lo conocimos. Las revisiones de riqueza y los problemas de liquidez como consecuencia de la incertidumbre patrimonial, anunciaban importantes problemas de  insolvencia de un gran sector de la economía[1]

Con estas características, se plantea la necesidad de realizar un abordaje en sentido  multicausal al momento de emitir explicaciones. No obstante, la importancia de tales explicaciones, desde nuestro punto de vista, tiene un peso relativo distinto.  

  • Respecto a las explicaciones acerca del origen:

Como lo mencionadas precedentemente, no podemos limitarnos a un solo factor sino  a varios que explicarían el origen de la crisis global.

El primero, de mayor peso relativo, está dado por una conjunción de dos aspectos: La visión que otorga un papel central a la autorregulación del mercado financiero, aludiendo a  propiedades homeostáticas; conforma uno de ellos. Adicionalmente, la naturaleza inestable del  sistema financiero vinculada con la visión de Hyman Minsky (1986), es un aspecto determinante de las crisis financieras, manifestado en un excesivo apalancamiento dentro de un marco de auge previo. 

En ese contexto de desregulación, la gran expansión del sistema financiero durante las últimas décadas tuvo como característica distintiva un cambio estratégico en el funcionamiento de los bancos norteamericanos que fundo un espectro desmesurado de instrumentos financieros. Se transformó el modelo tradicional de recibir depósitos y otorgar préstamos en un modelo de originación y distribución. El nuevo funcionamiento consiste en dar créditos (hipotecarios y otros) y ``empaquetarlos´´ para venderlos a inversores con diferente grado de disposición al riesgo. Así, la denominada securitización otorgaba un mecanismo central para trasladar el riesgo hacia agentes tales como las compañías de seguros y las agencias de créditos públicas. A su vez, esto posibilitaba la transformación en títulos más líquidos que podían ser negociados en el mercado. 

Este proceso se transformó en una práctica muy utilizada por los bancos, un hecho estilizado de la crisis, dando lugar a un gran protagonismo de los bancos de inversión. Se estuvo ante una creación de crédito exuberante que, desde la óptica de Leijonhufvud (2007), se transformó al sistema financiero en el modelo de puro crédito de Wicksell.   

A estas características, se agrega una consecuente profundización de la opacidad del sistema. Si bien vinculada a la información asimétrica natural de los mercados financieros, es notable el crecimiento de los activos opacos los cuales fueron derivando en la generación de un sistema financiero en las sombras. La opacidad de los vehículos financieros dio lugar a problemas de información al momento de evaluar y calificar a los mismos. Por otra parte y en ausencia de una correcta regulación, las agencias que eran contratadas para evaluar instrumentos y entidades se vieron ante incentivos perversos al momento de cumplir sus roles. En  consecuencia, el accionar de las mismas, siendo juez y parte, acompañó la exuberancia del mercado del crédito.     

La expansión del sistema con sofisticados instrumentos fue acompañada de una notable interconexión entre las entidades. Esto se observó en el impacto que tuvo la liquidación del banco de inversión Lehman Brothers sobre el conjunto del sistema financiero internacional. Seguramente, sin una gran red de conexión se hubiese tenido más espacio de gestión para encapsular las dificultades del sector.   

Como se mencionó, el marco es fundamental al momento de analizar las dinámicas económicas. El período precedente a 2007 estuvo caracterizado por una menor volatilidad del producto y de la inflación. Se infería que los años de la denominada Great Moderation eran el resultado de una mejora sustancial  en la gestión de políticas, cambios estructurales o buena suerte. Como sugería Bernanke (2004), todavía no se había llegado a un acuerdo de cuál era el factor determinante pero no había dudas de que se estaba ante una época de mejor performance macroeconómica. En este sentido, no podemos negar que este marco brindaba condiciones para sostener la visión de mercados desregulados motivando los excesos dentro en el  mismo.   

Estos aspectos promulgaron mayor dinámica al sesgo prociclíco del sistema en el cual el ciclo endógeno expuesto por Minsky y los problemas de la economía política para gestionar medidas contracíclicas en la fase de auge estuvieron nuevamente presentes[2].
Dados estos aspectos, resultó evidente la hipótesis de Minsky. El ciclo se inicia con una fase de optimismo donde se genera expansión del crédito, se reduce la percepción del riesgo y los agentes van tomando posiciones más riesgosas. En el proceso se genera una burbuja en determinados sectores (vivienda, tecnología, entre otros). La fase de distress comienza ante un episodio negativo que llama la atención sobre el alto grado de exposición al riesgo Para este caso pueden ser los datos económicos  negativos y de precios del sector inmobiliario. En este escenario los agentes comienzan a liquidar sus activos y muestran fuertes preferencias por liquidez lo que desarma súbitamente la burbuja dando comienzo, seguidamente, a revisiones de riqueza y grandes pérdidas. Luego de la exuberancia irracional en la fase inaugural, el proceso negativo se retroalimenta dando la posibilidad a que la crisis se transforme en sistémica. 

La dinámica abordada en el párrafo anterior parece acomodarse a lo ocurrido en el mercado estadounidense de hipotecas de baja calidad (Subprime). En términos gráficos, la burbuja en el precio de las viviendas se hace aún más evidente:

Gráfico N° 1: Tasa de Interés, Población, Costos de Construcción y Precios de Vivienda.


                 
Fuente: en base a datos de Shiller (2008).

Notamos que la fase de euforia en el mercado inmobiliario fue la burbuja de esta crisis. Hubo un crecimiento exponencial que no fue acompañado de un aumento en otras variables de importancia como el costo de construcción, la población y la tasa de interés de largo plazo.

Hacia 2007, la disminución del precio de las viviendas fue el episodio inaugural de la crisis y el que refutó la teoría ex ante acerca de que ``esta vez es distinto´´[3].  El escenario fue complejo dado que  las hojas de balance no solo contenían elementos mal evaluados (tóxicos) sino que muchas entidades financieras estaban expuestas a un descalce temporal en su patrimonio: activos de largo plazo y pasivos de corto plazo adquiridos en la fase exorbitante de apalancamiento.

Esto reveló una marcada fragilidad patrimonial de todas las entidades con un impacto considerable en la actividad real. Lo que pudo haberse limitado  a un segmento del mercado (Subprime y ALT-A) resultó en un choque que afectó severamente a la economía mundial.    

Otra de las explicaciones que a nuestro juicio tiene menor importancia relativa respecto a la previamente analizada, se refiere al contexto internacional y los errores de política económica.

Un enfoque algo macro-estructural de la crisis lo brinda la argumentación de los desbalances globales vinculado con bajas tasas de interés, donde las políticas económicas globales tienen un rol central. En este sentido, Eichengreen (2006) expone que el sostenido aumento del déficit de Cuenta Corriente de Estados Unidos tuvo contrapartida en superávits y aumento de ahorro en  países emergentes. El exceso de ahorro de estos últimos se relacionaría en la disminución del ahorro en Estados Unidos y argumentaría el déficit de cuenta corriente de este país combinándolo con bajas tasas de interés.

La tendencia de los países emergentes a trasladar ahorro a Estados Unidos generó una gran  provisión de liquidez resultando en un marcado endeudamiento convalidado por tasas de interés históricamente bajas (Gráfico N° 2). Sin embargo, con solo  constatar esta relación no puede aseverarse el orden de las causalidades de los déficits, superávits y nivel de tasa de interés.       

Si bien los países emergentes, principalmente China, han actuado como subyacente para financiar los excesos de la economía norteamericana y dado espacio a bajas tasas de interés; hacia 2004 la Reserva Federal (FED) comenzó a revertir la tendencia de dichas tasas a pesar de que los desequilibrios permanecían. Adicionalmente, no se observó un aumento del ahorro a nivel mundial, pues Europa y Japón lo disminuyeron compensado el aumento de China.

Gráfico N° 2: Tasa de interés de Fondos Federales y de largo plazo.



Fuente: en base a datos de la Reserva Federal.

En consecuencia, el argumento de los desequilibrios globales como determinantes de bajas tasas de interés se ve matizado. Como señala Machinea (2010), la causalidad podría no ser: desequilibrios globales y bajas tasas en un escenario de política monetaria acomodaticia, sino que las tasas de interés determinarían a los desequilibrios.

Sin embargo pensando en un escenario contrafáctico con un aumento de tasas en aras de regular el mercado crédito de baja calidad, la tasa de interés no parece ser un instrumento adecuado para la regulación del sistema debido a que no solo ya tiene otros objetivos sino que no parece una  herramienta eficaz para hacerlo[4]. De esta manera, la política monetaria acomodaticia formó parte del problema pero no se podría otorgar la responsabilidad de una regulación laxa e inadecuada del sistema.

Una explicación adicional no determinante se refiere a la mala política económica precedente.  Rajan (2010) alude a que se generaron líneas de falla (Fault Lines) que condujeron a la crisis. Argumenta en el sentido que las políticas populistas devenidas en una expansión monetaria con el objetivo de otorgar acceso al crédito a los sectores de trabajadores desfavorecidos tuvieron responsabilidad. El exceso de crédito era pensado como un camino a disminuir la mala distribución del ingreso. Puesto que se esperaba un aumento de los ingresos y del consumo,  esto no sucedió dando lugar a distorsiones en el mercado de crédito y a que sectores que no podían afrontar sus deudas, posteriormente se vean insolventes. Si bien la política de otorgamiento de créditos fue importante, sin la visión de desregulación del sistema no sería probable que la política sea decisiva.  
     
  • Respecto a la naturaleza:

En ocasiones de crisis de gran magnitud se torna algo dificultoso identificar si la naturaleza de la misma se relaciona con problemas de liquidez o de solvencia. Si bien ambas definiciones no son antitéticas, es necesario identificar la misma con motivo de comprender el fenómeno.  

Si pensamos solo en que, una vez conocidas las malas noticias, el mercado de crédito sufrió una súbita contracción de los fondos prestables generando problemas en la provisión de liquidez, sería una mera descripción de lo sucedido en los inicios de la fase negativa pero no un abordaje sistemáticamente correcto. Mientras que como lo señalan Reinhart y Rogoff (2009), cuando se está en presencia de problemas de solvencia, no se tiene la capacidad de pago para enfrentar las obligaciones futuras, es decir, hay un acervo neto negativo de activos. Ante una generalización de esta situación, las hojas de balance del sector financiero se tornan frágiles dado cualquier cambio en  el escenario.

En los inicios de la presente crisis se produjo una sensación generalizada acerca de la mala calidad de los activos generados en la fase positiva de apalancamiento que fueron financiados a corto plazo. Esto motivó una revisión sistémica en el stock de riqueza determinando serios errores de medición en la misma.

La consecuencia directa fue que varios fondos de inversión (Hedge Funds) afrontaran cuantiosas pérdidas no esperadas impactando sobre importantes compañías de seguros. Esto puso en duda la solvencia de muchos participantes del mercado afectando luego la liquidez del sistema: la provisión de fondos no solo estaba determinada por la información asimétrica natural de los mercados sino que ahora estaba seriamente restringida por la creciente incertidumbre sobre la calidad de los activos que se disponían.  

Los activos tóxicos y el excesivo apalancamiento pusieron en duda la sostenibilidad de las condiciones de solvencia del sistema. Los errores en la percepción de riqueza determinada por el flujo de ingresos corrientes vía el endeudamiento se materializaron en un escenario de contracción del canal del crédito y posibles quiebras generalizadas debido a que el stock de pasivos impagables era inconsistente con la sensación de riqueza previa. Sin dudas, revisiones patrimoniales generalizadas a la baja derivaron en un problema de insolvencia y ruptura de contratos de la mayoría de las entidades del mercado. El resultado natural de los excesos previos fue una crisis de insolvencia y el derrumbe del crédito.

Una historia ya conocida por todos los Latinoamericanos.            





Bibliografía

·         Bernanke, B. (2004), ``The Great Moderation´´, www.federalreserve.gov

·         Bleger, L., Heymann, D., Katz, S., Ramos, A. y Rozenwurcel, G. (2009), ``Crisis Global:    una Mirada desde el Sur´´, Capital Intelectual.

·         Eichengreen, B. (2006), ``Global Imbalances: The Blind Men and the Elephant´´. Issues in Economic Policy 1. The Brookings Institution, Washington DC.

·         Heymann, D. (2009), ``Notas sobre variedad de crisis´´. Ensayos Económicos 53-54,     BCRA, Enero-Junio.

·         Leijonhufvud, A. (2007), ``So far from Ricardo, so close to Wicksell´´. Jornadas Monetarias y Bancarias del BCRA.

·         Machinea, J. L. (2010): ``La crisis económica en América Latina´´. Fundación Carolina y Siglo Veintiuno, Madrid, Capítulos 2 y 3.

·         Minsky, H. (1986), ``Stabilizing an Unstable Economy´´. Yale University Press. New Haven.

·         Rajan, R. (2010),     ``Fault Lines. How Hidden Fractures Still Threaten the World Economy´´, Princeton.  

·         Reinhart, C. y Rogoff, K. (2009), ``This Time is different. Eight Centuries of Financial Folly, Princeton.   




[1] En Heymann, D. (2009) encontramos una exposición respecto a las revisiones de riqueza en el contexto de la crisis.
[2] El ciclo minskyano es expuesto en la mayoría de la bibliografía especializada.
[3] El argumento de Reinhart, C. y Rogoff, K. (2009) acerca del síndrome esta vez es distinto es utilizado aquí para aludir a que los errores del pasado se han aprendido y a la creencia de la época sobre el buen funcionamiento del mercado de hipotecas y titularización.      
[4] Katz, S. en Bleger, L., et. al. (2009).

sábado, 11 de mayo de 2013

Argentina vs. Grecia y España: el fracaso de los planes de austeridad

La crisis económica por la que está pasando el continente europeo es tal vez el tema más discutido en el mundo económico. Los países que suelen ser mencionados como los más afectados son Grecia y España. En el primer caso, la comparación con la crisis argentina de 1998-2001 es mencionada asiduamente; en el caso español, no es tan habitual, pero se está volviendo cada vez más común al calor de la aparentemente interminable recesión y del deterioro del mercado laboral. No hace falta mencionar que esta comparación es sumamente interesante, dado que, al igual que los países europeos en la actualidad, Argentina intentó aplicar inicialmente políticas de austeridad para salir de aquella crisis, receta que provocó una fuerte profundización de la misma. La recuperación económica llegó recién a partir de 2002, una vez que se dejó de lado la austeridad, se devaluó el tipo de cambio nominal y las políticas monetaria y fiscal se tornaron fuertemente expansivas.

Para poder comparar cada episodio, tomemos el primer trimestre de 2007 (de ahora en adelante, usaré la notación 2007Q1) como el período base para España/Grecia y 1997Q1 para Argentina. Tanto 1997 en el caso argentino, como 2007 en el caso europeo, fueron los últimos años de expansión económica; la recesión llegó en el transcurso de 2008 para estos últimos y de 1998 para Argentina. La primer comparación obligada es obviamente la evolución del nivel de actividad económica medida por el PBI desestacionalizado: 


Figura 1. Evolución del PBI desestacionalizado.
Fuente: Eurostat e INDEC.

En primer lugar, algunas aclaraciones. En el caso griego, no se cuenta con esta información para 2011 y 2012. Como variable proxy, se tomó la tasa de variación del PBI anual de cada año y se aplicó al promedio del PBI desestacionalizado del año anterior. Además, se tomó el nivel de PBI de 2007Q1/1997Q1 como base 100. Por último, en el eje de ordenadas se reflejarán siempre los años "europeos" (2007-2012), pero debe recordarse que la información de Argentina corresponde en realidad a 1997-2002.

La conclusión que se desprende de este gráfico es que, al menos hasta el momento, solo las crisis argentina y griega son comparables en términos de la magnitud de la caída en el PBI, dado que la recesión española ha sido mucho más suave hasta el momento. Durante la crisis argentina, la caída del PBI entre el máximo (1998Q2) y el mínimo (2002Q1) del gráfico de arriba fue casi del 20%, mientras que la economía griega ha caído hasta el momento en un porcentaje similar (19%), de acuerdo a la estimación mencionada en el párrafo anterior; en cambio, la contracción acumulada del PBI desestacionalizado español ha sido del 6,5% hasta el último dato disponible.

Algo similar puede observarse en la evolución del consumo privado, donde Argentina y Grecia sufrieron una caída superior que España:


Figura 2. Evolución del consumo privado.
Fuente: Eurostat e INDEC.

Otro aspecto que vale la pena investigar es el comportamiento del comercio exterior de estas economías, en particular la evolución de las exportaciones e importaciones de bienes y servicios:


Figura 3. Evolución del volumen de las exportaciones (arriba) e importaciones (abajo).
 Fuente: Eurostat e INDEC.

Respecto a las importaciones, se observa nuevamente un patrón similar en Argentina y Grecia, caracterizado por una caída más pronunciada. En este caso, Argentina supera en magnitud a Grecia: seguramente, una contracción de casi 60% en las importaciones le resulte increíble a un "no argentino"... pero así fue la realidad. Por los argentinos, no me preocupo en hacer aclaraciones... ya perdimos la capacidad de asombro hace tiempo.

Volviendo a los datos, en las exportaciones surge un dato interesante. Aquí la evolución de los volúmenes en Argentina y España es similar. En los tres casos, hubo una contracción en el marco de una crisis internacional (la crisis subprime en el caso de los países europeos y las crisis asiática y brasilera en el caso argentino). Sin embargo, tanto España como Argentina registraron una tendencia creciente en los volúmenes exportados con posterioridad, algo que no se observa en el caso griego. Respecto a Argentina, cabe aclarar que, mientras el volumen exportado crecía, los precios de los bienes exportados  sufrían un deterioro por la reducción de los precios internacionales de los commodities, sobre todo en el año 2001. El deterioro de los términos de intercambio, junto con un régimen de tipo de cambio fijo en relación al dólar y el incremento en los intereses de la deuda pública externa, crearon un problema de competitividad; es decir, al tipo de cambio nominal vigente, la economía argentina era incapaz de generar el flujo de divisas que necesitaba para capear la crisis. En el caso griego, tengo la sensación de que el problema de competitividad es aún más grave, ya que el volumen exportado se ha estancado en los últimos años.

Para mejorar la competitividad de la economía en el corto plazo, existen tradicionalmente dos recetas: la devaluación/depreciación del tipo de cambio nominal y la denominada "devaluación interna". La primera está claro en qué consiste; en cuanto a la segunda, se trata básicamente de generar una caída en el nivel de precios de la economía, reduciendo la absorción interna (gasto público, consumo, etc.) y sin recurrir a una modificación del tipo de cambio nominal. Argentina intentó recurrir a esta última estrategia, pero fracasó por el alto costo que tenía en términos sociales y de nivel de actividad. España y Grecia aún intentan llevarla a cabo:


Figura 4. Evolución del índice de precios al consumo (arriba) y del deflactor del PBI (abajo).

 Fuente: Eurostat e INDEC.

¿Es factible la estrategia de la "devaluación interna"? Mi opinión es un "No" rotundo. Basándome en la experiencia argentina reciente, la economía registró deflaciones durante años sin mejorar lo suficiente su nivel de competitividad externa, lo cual ocurrió solo cuando se ajustó el tipo de cambio nominal. Dado que se habían dado créditos en dólares a individuos y empresas con ingresos en pesos argentinos, el costo de salida del tipo de cambio fijo fue muy alto por el desorden financiero que generó. Este costo de salida alto hizo que Argentina se negara a devaluar el tipo de cambio nominal durante cuatro años. Sin embargo, finalmente debió hacerlo y, pese al descalabro financiero, la economía comenzó a recuperarse apenas un trimestre después de la devaluación, al principio lentamente y luego con más ímpetu. La estrategia de la "devaluación interna" puede haber sido efectiva en las lejanas épocas del patrón oro, cuando todos los países del mundo tenían un tipo de cambio nominal fijo. Este no es el caso hoy en día, debido a que la mayoría de los países tienen algún tipo de régimen de flotación (en algunos casos "administrada" o "sucia", pero flotación al fin y al cabo). A su vez, el costo social de esta estrategia en España y Grecia se está volviendo demasiado alto, sin que aún se haya registrado una caída significativa en el nivel de precios, ya sea medido por el IPC o el deflactor del PBI.

Hacia el final de la nota, volveré a los costos sociales. Antes de llegar a eso, observemos los resultados fiscales de los planes de austeridad:


Figura 5. Resultado fiscal en % del PBI.
 Fuente: Eurostat y CEPAL.

Grecia ha logrado cierta mejora en el resultado fiscal respecto al año 2009, pero el déficit se ha estancado en relación al PBI en los últimos tres años. España no ha logrado tampoco grandes mejoras al respecto. Esto también ocurrió en el caso argentino, que durante 2001 emprendió un fuerte ajuste fiscal, que llegó a límites insospechados: en ese año, el Ministro de Economía Domingo Cavallo llegó a implementar un plan de déficit cero, que consistía en recortar gasto público con el objetivo de registrar mes a mes un equilibrio en las cuentas fiscales. Pese a ser tan extremo, el plan nunca logró su objetivo, ya que el déficit público de 2001 fue superior al de años anteriores, medido en relación al PBI. El resultado del ajuste fiscal fue una fuerte caída en la demanda interna y en el nivel de actividad en general, que generó una reducción de los ingresos fiscales y terminó empeorando el déficit fiscal. Este plan de déficit cero desembocó en el default de la deuda externa y la posterior salida del régimen de tipo de cambio fijo. Por último, cabe destacar que Argentina logró salir de la recesión junto con un fuerte déficit fiscal en 2002, generado por un importante incremento del gasto público, que pasó de un 29,7% del PBI en 2001 a un 38,9% en 2002 y fue financiado principalmente mediante emisión monetaria. Este déficit fue revertido posteriormente gracias al cobro de impuestos a los sectores más beneficiados por la devaluación, fundamentalmente el sector agroexportador.

Por último, no solo estos planes no han sido efectivos para revertir el déficit fiscal, sino que han generado un elevado costo social. El significativo incremento en el desempleo es otro patrón común en los tres países analizados. Aclaro que, en el caso argentino, la tasa de desempleo es semestral, en lugar de trimestral:


Figura 6. Evolución de la tasa de desempleo.
 Fuente: Eurostat e INDEC.

En resumen, las principales conclusiones pueden ser resumidas de la siguiente forma:

1) En los tres países, los planes de austeridad profundizaron la recesión (especialmente en Grecia y Argentina, no tanto en España hasta el momento), incrementaron la tasa de desempleo y no resultaron efectivos para reducir el déficit fiscal en relación al PBI.
2) Las crisis argentinas y griega son de una magnitud y profundidad similares, mientras que la recesión española ha sido más suave por ahora.
3) El caso argentino nos enseña que se logró salir de la recesión solamente a partir de la depreciación del tipo de cambio, en conjunto con una política fiscal y monetaria sumamente expansivas.

En todo análisis de episodios de crisis con semejante nivel de complejidad, es inevitable dejar afuera algunos aspectos. Sin embargo, creo haber captado lo más relevante en lo que hace a la comparación de estas crisis económicas. Además de las omisiones que pueda haber, es relevante también tener en cuenta que no existen las crisis iguales y que todos estos episodios tienen sus matices, algunos más relevantes que otros. La política monetaria argentina fue endógena y contractiva durante la crisis estudiada, mientras que en Europa ha tenido rol más contracíclico, sobre todo a partir de la asunción de Mario Draghi a la presidencia del BCE. Asimismo, Argentina es un país ignoto en relación a la situación geo-política de Grecia y España: una salida del euro de estos países probablemente tendría consecuencias económicas graves para el continente europeo y podría dar lugar a una reacción en cadena, similar a la que generó la caída de Lehman Brothers en el mercado de capitales norteamericano. Tampoco parece trivial el hecho de que Argentina poseía una moneda nacional para devaluar en 2001, mientras que un país europeo que salga de la zona euro debería reintroducirla, situación que esconde un grado adicional de complejidad.

La lista de diferencias posiblemente podría extenderse, pero los matices que puedan existir no implican que deban ignorarse las coincidencias en los efectos de los planes de austeridad. Aprender del pasado y de las experiencias de otros países nunca deja de ser importante en una ciencia como la economía, en la cual el estudio de los hechos históricos siempre ocupará un lugar destacado. Por lo tanto, creo que es importante que, a la luz de la experiencia argentina, los países europeos dejen de lado los planes de austeridad y retomen la senda del crecimiento mediante políticas fiscales expansivas. Asimismo, la política monetaria del BCE debe tornarse aún más expansiva, siguiendo el ejemplo de la FED. En caso contrario, el costo social de la crisis eventualmente se volverá demasiado alto y con el correr del tiempo se incrementará la posibilidad de que la población de algún país vote a un gobierno que decida salir del euro.

sábado, 4 de mayo de 2013


¿El mensaje económico de Hamlet?


En un conocido pasaje de la obra del exquisito dramaturgo inglés William Shakespeare (Siglo XVII); La Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca; Hamlet le propina un mensaje dramáticamente notable a su conocido amigo Horacio: hay más cosas en la tierra y en los cielos, Horacio, que lo que piensa tu filosofía.


Francamente debemos admitir que es un mensaje que se extiende a la mayoría de las realidades que toda persona y país pueden enfrentar. Entre otros aspectos, la manera en que abordamos un problema está fuertemente relacionada con nuestros aprendizajes previos, las circunstancias y con la naturaleza del mismo que, a su vez, depende, en términos generales, del tiempo y espacio. Pensemos en los problemas que debíamos afrontar en nuestra niñez, adolescencia (adolecíamos) y en nuestro tiempo actual; al realizar este ejercicio es inmediato el advenimiento de recuerdos distintos para circunstancias que en muchos casos eran similares.  

Las maneras de afrontar las realidades coyunturales y estructurales las podemos enmarcar en un concepto como la filosofía. Se desprende entonces, que no solo nuestra filosofía puede ser la  correcta o la menos incorrecta de todas en cada momento del tiempo, quién sabe: a individuos distintos les resultan correctos abordajes diferentes a problemas similares.

No obstante, sí sabemos que, como los individuos, también existen problemas a nivel agregado que son los que denominamos sociales y, dentro de éstos, están los relacionados con la economía de una sociedad que afectan nuevamente a los individuos.  

Los responsables de la política económica actual naturalmente tienen filosofías de vida distintas los cuales actúan de forma distinta sobre las decisiones respecto al abordaje de los problemas que deben resolver y en la actualidad no son menores. Uno de los ellos es la inconsistencia entre las variables nominales de la economía (cantidad de dinero, tipo de cambio y tasa de interés), la política fiscal (gasto público e impuestos) y el precio de los bienes y factores domésticos.

Los resultados de tales decisiones están en la realidad. Hasta el momento de escribir estas notas, la cantidad de dinero y el gasto público deficiente, como subsidios para sectores acomodados de la sociedad, crecen a tasas muy por encima de la dinámica de la economía real. Adicionalmente, los precios de los bienes y factores del orden del 25% anual, muy lejos del crecimiento e inversión sin omitir la productividad, parecen ir soltando amarras de la coordinación lograda en la primera etapa de la década de 2000.

El crecimiento del tipo cambio nominal respecto al dólar sigue siendo un hecho estilizado de nuestra economía al momento en que se producen tensiones internas. Era de esperar que la búsqueda de la sintonía fina de la gestión de la política económica convergiera nuevamente en una coordinación  sistémica de los fundamentales macroeconómicos. Sin embargo, la filosofía de los hacedores de política parece ser otra.

Las distorsiones de las variables económicas no deben ser desatendidas, pues si se realiza el ejercicio de omisión y perdón, solo se está dilatando la solución. Cuando esto sucede y ante escenarios que evidencian cierta profundización y perpetuación, las distorsiones se hacen cada vez más grandes. El error de omisión y subestimación requiere que en el período posterior los mecanismos de corrección sean más duros y prolongados. Hará faltan mecanismos más profundos que los estabilizadores automáticos generados por la política impositiva.

La multiplicidad de tipos de cambio que ha surgido luego de los controles cambiarios parece ser un reflejo de la multiplicidad en la filosofía de los responsables de la política económica. Es un escenario peligroso no actuar sobre el mercado cambiario haciendo caso a la omisión. Esta última es la madre de la inoperancia que se evidencia en los contertulios del gobierno y es el aspecto que actores con otras visiones sugieren que se modifique. Evidentemente alterar el tipo de cambio nominal es un riesgo no despreciable en contextos donde los demás precios tienen un comportamiento convergente hacia la zona de sobrerreacción. Es necesaria una suavización acordada de los precios antes de tomar una medida que modifique el tipo de cambio, de lo contrario ésta dinámica se acercará a una senda de aceleración sin control. Lamentablemente es una realidad posible y no deseable.  

En este sentido, postulamos que hay otras maneras posibles que la negación de los problemas que hoy tiene la economía doméstica, el mensaje adaptado de Hamlet por nosotros es claro: hay más filosofías en la tierra y en los cielos que lo que piensa tu filosofía económica.