domingo, 30 de septiembre de 2012

La coyuntura argentina: soja, Brasil y el neo-monetarismo de CFK


Pese a los cada vez más difundidos controles económicos y a las declaraciones cada vez más extravagantes de la Presidente argentina, la economía argentina sigue mostrando señales de mejora. El último dato de PBI publicado por el cuestionado INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) muestra la fuerte desaceleración sufrida por la economía argentina, que pasó de crecer un 9,3% interanual en el tercer trimestre de 2011, a exhibir un crecimiento nulo en el segundo trimestre del corriente año. Esta desaceleración fue particularmente fuerte en este último período, teniendo en cuenta que en el primer trimestre del año el PBI aún crecía a una tasa de 5,2%. El sector de servicios siguió creciendo, aunque a una tasa menor que en períodos anteriores, mientras los sectores productores de bienes se contrajeron un 5,9%: cada vez queda menos del modelo "productivo" que el movimiento kirchnerista dice defender.

Sin embargo, los indicadores de actividad económica que publica con periodicidad mensual la misma institución parecen empezar a mostrar una incipiente mejora. El estimador mensual de actividad económica vuelve a crecer interanualmente en Julio 2012 (2,7%), luego de dos meses de tasas moderadas de contracción, mientras que el ritmo de la caída en el estimador mensual industrial se ha reducido significativamente en los últimos dos meses, contrayéndose apenas un 0,9% en Agosto 2012.

Si observamos las medidas tomadas por el gobierno argentino en los últimos meses, parecería imposible esperar que la economía se reactive: fuerte restricción a la adquisición de divisas en el mercado oficial, restricciones a las importaciones, ajuste (inconcluso) de las tarifas públicas, peleas por ingresos y gastos fiscales con algunas provincias, aumento del tope mínimo salarial para cobrar asignaciones familiares que oculta en realidad una reducción de lo que cobran actualmente muchos asalariados, la falta de actualización por inflación del mínimo a partir del cual se tributa impuesto a las ganancias, etc. Aunque esto no sea una lista exhaustiva, se puede afirmar que las medidas se asemejan más a un plan de ajuste, que a un plan para reactivar la economía.

Lo que ha permitido que la economía renazca es el frente externo, el mismo que originó la desaceleración, la cual luego se profundizó con los errores de política económica. Por un lado, ha implementado una serie de medidas contracíclicas de características radicalmente opuestas a las llevadas a cabo en Argentina: baja de tasas de interés, promoción de inversiones, reducción de impuestos a industrias radicadas en el país, etc. Como resultado de esto, la mayoría de los analistas económicos esperan que la economía del principal socio comercial argentino comience a repuntar en esta segunda parte del año. Por el otro, una soja todavía muy por encima de los 500 dólares implica un alivio tanto para los productores agropecuarios, como para el mercado cambiario (el cual ha estado en el ojo de la tormenta en los últimos meses).

Sin embargo, el frente externo presenta otros problemas de tipo más "político" y autogenerados por el gobierno argentino, pero que podrían tener potencialmente un efecto negativo en la economía. A las cada vez más necesarias importaciones de combustible y el breve conflicto con España derivado de la expropiación de YPF, se han sucedido una serie de denuncias ante la OMC entre Argentina y países desarrollados (principalmente Estados Unidos), roces comerciales con Uruguay y Brasil por las restricciones a la compra de dólares y a las importaciones, problemas con el FMI por la falsificación de estadísticas de inflación, etc. Todas estas medidas son más efectivas para ahuyentar inversores y aplacar sus "animal spirits", que para defender la soberanía argentina.

Sorprendentemente, la única política fuertemente expansiva del gobierno hoy en día parece ser la monetaria. Esto ha permitido que la tasa de inflación no ceda (todas las estimaciones relativamente serias la ubican algunos puntos porcentuales por encima del 20%), pero sus efectos sobre el nivel de actividad han sido sumamente dudosos, ya que al fin y al cabo las tasas de interés han aumentado desde noviembre pasado y la economía se ha desacelerado. Y esto ha ocurrido pese a que el BCRA ha mantenido el ritmo de expansión de los agregados monetarios (entre 30 y 40% para la base monetaria y entre 20 y 30% para M2, de acuerdo a datos del BCRA). Teniendo en cuenta esto, la única esperanza que nos queda para que la recuperación se afirme es rezarle a la soja y a Brasil.

La economía argentina es la prueba viviente de que, aunque la presidente del BCRA Mercedes Marcó del Pont y el Viceministro de Economía Axel Kicillof digan lo contrario, la emisión monetaria puede ser inflacionaria bajo ciertas circunstancias. Pero no solo los hechos les llevan la contraria. Sin querer, hasta Cristina Fernández de Kirchner ha contradicho a sus funcionarios durante su reciente exposición en la Universidad de Georgetown, cuando dijo textualmente “la expansión monetaria que han hecho los Estados Unidos para salvar al sector financiero y una tasa de inflación del 2 por ciento, es chino”*, excusando con conceptos muy endebles la manipulación de las estadísticas oficiales de inflación en Argentina.


Resulta ser que, cuando nos conviene, somos todos monetaristas.


* Nota del autor: se supone que "chino" hace referencia al calificativo "cuento chino", utilizado habitualmente en Argentina para referirse a algo que es mentira.

lunes, 24 de septiembre de 2012


Las instituciones y su rol en las economías

Antes de la tercera entrega de Notas sobre Crisis, hacemos un intervalo para comentar un tópico determinante, quizás el más importante, sobre las causas del desarrollo económico y social de las naciones.

En este sentido, no podemos dejar de mencionar a los economistas Robert Fogel  (1926) y Douglas North (1920) sobre sus estudios de la historia económica y el rol de las instituciones en el desarrollo económico de las naciones ha sido el reconocimiento a una nueva óptica de análisis sobre las causas del desarrollo económico de los países. Indudablemente, un gran avance en la teoría económica con un merecido Nobel de Economía en 1993.

En los últimos días, el suplemento económico de diario Clarín publicó una entrevista a uno de los grandes investigadores actuales del tema, Daron Acemoglu (Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT), para presentar el libro The Origins of Power, Prosperity and Poverty. Why Nations Fail (Crown Publishers, 2012) que escribió en coautoría junto a otro investigador de notable importancia, el politólogo James A. Robinson (Universidad de Harvard).

Concretamente en la nota del mencionado matutino, los investigadores plantean que la diferencia en la prosperidad y desarrollo de los países es explicada por la calidad de las instituciones. Las naciones ricas y avanzadas se encuentran en éste estadío a raíz de que han cultivado instituciones que no solo funcionan como entes de regulación con independencia de los poderes contemporáneos, sino que se deben adaptar a los nuevos contextos y requerimientos de los mismos de una manera independiente en su formulación pero en cooperación continúa respecto a su accionar.

Sino, planteemos el ejercicio de trasladar las instituciones de inicios del siglo pasado, donde el patrón oro era una directriz fundamental en la economía internacional, al contexto actual de fuerte globalización financiera, económica y social (ésta última a través de las redes sociales),  y crisis de los principales países del mundo.

Cuando al profesor Acemoglu se le preguntó acerca de la divergencia económica entre América Latina y América del Norte, la respuesta fue: ``…América Latina es más pobre porque un día fue inmensamente rica. Su oro y el sometimiento a la esclavitud de sus habitantes permitieron una economía extractiva basada en la explotación de muchos por unos pocos. A los ingleses esa posibilidad les fue vedada. En América del Norte escaseaban el oro y la mano de obra local, y sobraban los estímulos para salirse de la colonia cada vez que la autoridad intentaba recortar libertades. La única forma de conseguir una colonia económicamente viable fue crear instituciones que incentivaran a los colonos a invertir y trabajar…´´. (iEco, diario Clarín del 2 de Septiembre de 2012)

Cuando observamos el desarrollo actual de los países, muchas de las miradas se centran, no obstante, en el cumplimiento de la ley y las instituciones con la que los países cuentan. Desde este aspecto y con el objetivo de realizar una breve reflexión del tema planteado por el libro, nos invitamos a formular dos casos de instituciones totalmente contrarias una de la otra: El primer caso lo inferimos como una nación donde la distribución de los poderes es marcadamente desigual y las clases dominantes mantienen un orden institucional adverso a la modernización. El segundo sería el de un país donde los equilibrios institucionales se alcanzan con cierta inestabilidad y poca credibilidad, y las “reglas de juego” están sujetas a  cambios constantes y, en muchos casos, súbitos y abruptos.

En ambos casos el análisis, en perspectiva histórica, se torna importante no solo para determinar la generación misma del modo institucional por el que la sociedad optó sino para poder identificar la naturaleza y génesis de las relaciones sociales que dieron paso a ese marco institucional particular. Respecto al caso de desigualdad de poder político y económico, se disponen de varios estudios comparativos los cuales tratan de brindar argumentos para explicar las causas del desarrollo o sub-desarrollo de las naciones.

Si bien no hay un consenso total, existe evidencia en común acerca de la relación entre países avanzados y hechos históricos que motivaron el proceso hacia el desarrollo. Uno de los hechos es que a lo largo de la historia de países tales como los  de América del Norte, se registró una diferencia sustancial en la asignación de la propiedad de tierras. Esto permitió actividades más eficientes, dentro del contexto histórico, que dieron lugar a la generación de efectos escala en la producción. Por otro lado,  hay países que optaron por el criterio de minimizar la diversificación de la repartición de tierras donde las consecuencias fueron las opuestas a las anteriores.

Concretamente, la evidencia de la formación de los pequeños agricultores, derivada del primer criterio, en muchos casos de naturaleza  familiar, sustentó mejores condiciones para la explotación de tierras en forma más productiva a través de la utilización de cierta tecnología en un marco competitivo. Mientras que el criterio tendiente a la concentración de la propiedad genero un marco menos competitivo y eficiente configurando, a su vez, una mayor atomización del poder económico en unos pocos.

Las instituciones resultantes de un territorio donde el poder económico es notoriamente dispar generado por una distribución de recursos sesgada en favor de pocos, tienden también a concentrar el poder político hacia intereses particulares y en aras de mantener el status quo por sobre los intereses de la población. Esta disparidad de poderes tanto políticos como económicos genera instituciones menos favorables hacia los derechos de propiedad y el funcionamiento del mercado. Con esta perspectiva, las innovaciones e inversiones privadas necesarias para el crecimiento y el posterior desarrollo tendrán mayor dificultad en su generación (Acemoglu et al., 2005).

Respecto al caso donde el equilibrio institucional sería inestable, con ciertos problemas de credibilidad  y reglas de juego que se modifican constantemente; el fracaso en el desarrollo  también es posible postularlo desde la calidad institucional y la atomización del control de las instituciones políticas y económicas. Desde este aspecto, se puede arribar al equilibrio institucional mediante situaciones de elección que no son representativos de la mayoría de los ciudadanos ya sea por la existencia de un poder de facto, el cual ejerce presiones sobre las autoridades para que gestionen intereses particulares y no una gestión que optimice el bienestar social, o de un poder no representativo de la sociedad que también maximice sus intereses. Con ésta óptica, denominada de conflicto social, se infiere la existencia de costos de transacción los cuales harían ineficiente dicha elección de instituciones. Estos costos de transacción, que generan el conflicto de intereses, se derivan de las obligaciones que tienen comprometidas los grupos de elites en favor de sus intereses y en detrimento del conjunto de la sociedad.
Nuevamente, este marco poco acorde a la competencia de los mercados y hacia el respeto por los derechos de propiedad, resulta en una performance económica ineficiente en relación a los recursos con que se cuenta.  

Los motivos relacionados a la dificultad de alcanzar las reformas necesarias son de naturaleza institucional, en parte mencionados en los párrafos precedentes. El tipo de instituciones económicas, definidas tales como el cumplimiento del conjunto de derechos de propiedad, el libre mercado, entre otros aspectos; y la distribución de los recursos son variables determinantes cuando se estudia la ausencia del cambio hacia el sendero del desarrollo.  Este cambio, debe ser realizado comprometiendo a las instituciones y los objetivos sociales por sobre los objetivos de las elites brindando incertidumbre a los emprendimientos productivos, es decir,  evitando los cambios de reglas permanentes.  

Se destaca que todo proceso de cambio institucional es paulatino, en ciertas ocasiones hay factores determinados que tornan dificultosa tal posibilidad de cambio a raíz de que las autoridades no tienen la motivación de gestionar las políticas necesarias en ese curso o, directamente, bloquean el mismo. En este sentido, hay que notar que la desigualdad de poderes reales sobre institucionales es determinante. El poder político y económico de algunos sectores sociales minoritarios que validan el tipo de instituciones en las que operan, no solo promueven la desigualdad social sino que generan la persistencia a lo largo del tiempo (Acemoglu et al., 2005, Bardhan, 2005).

Esta configuración social lleva a que las reformas a implementarse tengan grandes dificultades si no incluyen aspectos favorables para los intereses de los actores que mayor poder real detentan. Los costos derivados del cambio son evitados por las elites mediante el uso de su poder de negociación mayoritario. 

Adicionalmente, se puede incluir que si el proceso de reformas se lleva a cabo, el éxito también dependería si las políticas implementadas son acompañadas por inversión privada tanto en capital como en recursos humanos. Este proceso de inversión generará retornos dinámicos fomentando mayor escala productiva e inclusión al sistema productivo tanto de trabajadores como incentivos a la entrada de nuevos empresarios.                         

Por otra parte, la evidencia del éxito o fracaso de una intervención externa, como el origen de los colonizadores o la intervención política en aras de ordenar la gestión de los gobernantes de turno, es divergente a lo largo de la historia. La divergencia mencionada alude a los resultados de abordar el desarrollo. Sin embargo, existen coincidencias acerca de las condiciones iniciales de producción, y en general, de los países y del tipo de instituciones que se formaron más allá del país que irrumpió en ese territorio  (Sokoloff y Engerman, 2000). Esto llama a poner en duda que sólo una intervención externa superadora sea exitosa sin tener en cuenta consideraciones internas de cada problemática social en particular tales como la cultura, las formas de producción y los centros de poder político.  

La evidencia histórica brinda varios casos que están a favor de las condiciones culturales, de medio ambiente y sociales que tendrían un peso considerable en el estudio de las causas del sub-desarrollo económico e  institucional. Se agrega las normas de comportamiento originadas en el proceso histórico de cada sociedad en particular. Nunn (2009) argumenta el caso de comportamientos sociales de algunos países que tempranamente tuvieron mayores valores hacia el sistema de propiedad privada y la industria capitalista. Estos factores fomentaron históricamente el marco sociocultural con mejores condiciones para las actividades productivas.          

En un mismo orden, si se toma el  perfil productivo como un rasgo generado desde las condiciones estructurales y las características predominantes de cada territorio, los países que no han conseguido abordar el desarrollo tienen ciertos patrones en común. Desde estas coincidencias se pueden notar el predominio  de actividades económicas no reguladas, derechos de propiedad expuestos al riesgo e inversión deficiente. Un ejemplo puede darse en las actividades de extracción de recursos como en los casos de países del continente africano. En esos países las instituciones económicas que validaron el trabajo esclavo, las mayores tasas de mortalidad derivadas de la actividad, el menor respeto a los derechos de propiedad  como las culturas ya establecidas, brindaron una  estructura que tendría un peso notorio al momento de establecer las medidas de política fundamentales hacia el desarrollo.

En este sentido, no parece que la mera intervención externa para resolver los conflictos colectivos particulares de una sociedad sea condición suficiente para llevar a cabo un proceso de implementación de políticas que logren objetivos de desarrollo genuinos. Sin dudas, el carácter institucional de las sociedades es endógeno y los cambios necesarios, desde las normas de comportamiento, la cultura y los valores hacia las actividades económicas, deberían plasmarse en la articulación con todos los actores sociales. Para esto, se torna prioritaria la corrección de las desigualdades en los poderes económico y político con el fin de solucionar los conflictos de distribución que llevaron a situaciones ineficientes.  Es de esperar que este proceso sea largo y dificultoso, pues van a existir resistencias de los grupos que se benefician de la estructura institucional actual hacia una distribución con menos sesgos en intereses particulares.     

Ha llegado la hora de las instituciones.




Bibliografía

Ø  Bardhan, P (2005), "Institutions matter, but which ones?", Economics of Transition, 13 (3), pp. 499-532.

Ø  Nunn, N. (2009), “The Importance of History for Economic Development,” Annual Review of Economics, Vol. 1, No. 1.

Ø  Acemoglu, Daron, Simon Johnson and James Robinson (2005), “Institutions as the Fundamental Cause of Long-Run Growth”, en Aghion and Durlauf, Handbook of Economic Growth, Elsevier.

Ø  Sokoloff, K. and S. Engerman (2000), "History Lessons: Institutions, Factor Endowments, and Paths of Development in the New World," Journal of Economic Perspectives 14, 217--232.



lunes, 17 de septiembre de 2012

¡Cuidemos la inversión!

Un par de notas más atrás mencioné marginalmente el tema del escaso respeto a la propiedad privada y las reglas de juego cada vez menos claras en Argentina. Se trata de un tema que ha sido mencionado reiteradamente en nuestro país en los últimos años, en algunos casos con fundamentos más sólidos, otras veces con raíces más ideológicas. Independientemente de cuál sea el motivo que nos conduzca criticar este aspecto de la economía argentina de los últimos tiempos, parece razonable decir que en el largo plazo existe un correlación positiva entre el respeto a las instituciones y cierto resguardo básico de la propiedad privada y el crecimiento y desarrollo económico. Este tema justamente ha alcanzado cierta relevancia en los últimos días con la publicación del libro "Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty" de Daron Acemoglu y James Robinson.

¿Cómo estamos en Argentina en lo que respecta a este punto? Bueno, antes que nada dejemos de lado cualquier posición ideológica que podamos tener y vayamos a los datos duros, al menos en lo que respecta a inversión:

Fuente: INDEC

Como se puede observar, en los últimos dos años la tasa de inversión sigue por debajo de los niveles máximos observados antes de la crisis de 2009. Sin embargo, debe destacarse que aún es superior a la de la década de los  '90 y que la inversión en bienes durables ha liderado la recuperación de la tasa de inversión desde 2009. Esto ha permitido que este tipo de inversiones gane terreno dentro de la inversión total, en detrimento de la inversión en construcción y pese al boom inmobiliario registrado en los últimos años. Esta afirmación se vuelve aún más robusta si miramos la tasa de inversión a precios constantes (es decir, excluyendo el efecto de las variaciones de precios):

Fuente: INDEC

Es innegable entonces la tendencia observada en los últimos años en favor de la inversión "productiva", en detrimento de la inversión asociada a la construcción (sin querer con esto tener una actitud peyorativa hacia este tipo de inversiones). En resumen, el Gobierno parece haber logrado darle un perfil cada vez más "productivo" a la tasa de inversión de la economía argentina.

Por otro lado, no puede omitirse el hecho de que esta inversión productiva se ha llevado a cabo en un contexto externo notablemente favorable para nuestra economía. Más allá de que se considere a la bonanza de estos últimos años una consecuencia de "buenas" políticas económicas o de "buena suerte" (o bien, una combinación de ambas), quien intente ser objetivo no puede dejar de preocuparse en cierta medida por aquellas lecciones de la ciencia económica que resaltan la importancia de las instituciones en el largo plazo. En los últimos años, Argentina ha pasado del puesto 93 al 125 en el índice de calidad institucional que publica Martin Krause para el ESEADE y el CIIMA (el cual puede consultarse aquí). En este sentido, es una inquietud más que razonable preguntarse si el incremento en la inversión es sostenible en la medida en que Argentina siga mostrando un deterioro en sus indicadores institucionales y una vez que el ambiente externo favorable se diluya, ya sea por motivos externos o internos.

Un principio de respuesta puede encontrarse en el comportamiento que han exhibido las importaciones de capital durante 2012, luego de la implementación de las restricciones a la compra de divisas y fundamentalmente a las importaciones. De acuerdo al Institudo de Estadísticas y Censos (el cual está intervenido "de facto" por el Gobierno Nacional), la Inversión Interna Bruta Fija (IBIF) empezó a caer en el tercer trimestre de 2011, aunque a una tasa bastante leve de 0,5% de acuerdo a los datos desestacionalizados. En los dos trimestres siguientes, la tasa de reducción de la IBIF fue de 2,5% y 1,2%. Aunque estos datos parecen leves, es solo una parte mínima de la película: las importaciones de bienes de capital (que constituyen una gran parte de la inversión en equipos durables, ya que este tipo de bienes no suelen producirse en Argentina, sobre todo cuando se trata de maquinarias destinadas a industrias) disminuyeron un 19% en los primeros siete meses de 2012, mientras que las importaciones de piezas y accesorios para bienes de capital lo hicieron a una tasa de 5%.

¿Tiene sentido restringir las importaciones de estos bienes, ya sea en forma directa o bien tomando medidas que afecten la confianza de los consumidores y de los inversores? Si no es indefectiblemente negativa, la respuesta se encuentra envuelta al menos en un gran velo de duda. ¿Era necesario cambiar las reglas de juego de un día para el otro y restringir el acceso a importaciones y divisas? ¿No hubiera sido mucho más simple dejar depreciar el tipo de cambio? Aún cuando esto hubiera implicado un encarecimiento de los bienes de capital que se importan, probablemente el sector empresario habría aceptado este costo en la medida en que las exportaciones se hubieran vuelto más competitivas (o bien hubieran aumentado de precio en moneda local, si de commodities se trata).

Mientras los funcionarios nacionales se preocupan más por despreciar las protestas (la última manifestación en contra del Gobierno Nacional tuvo lugar el 13/9 y fue sin lugar a dudas masiva, independientemente del hecho de que se esté de acuerdo o no con la misma) y dedicarse a cuestiones triviales (como enviar a la Administración Federal de Impuestos a perseguir a voces discordantes y descolgar el cuadro de un premio Nobel en el Banco Central), el país sigue necesitando políticas económicas consistentes que se ocupen de los problemas reales y que mantengan cierta estabilidad en las reglas de juego. Mientras sigamos discutiendo cuestiones insignificantes que solo le importan al poder de turno y no logremos consensuar estas cuestiones, la trampa de la pobreza y el subdesarrollo, en la que Argentina aún está atrapada, seguirá a la vuelta de la esquina. Sin lugar a dudas, un ambiente que fomente e incremente aún más la inversión "productiva", así como el respeto a ciertas reglas de juego básicas inherentes a una economía de mercado, es un factor clave que no deberíamos despreciar.

martes, 4 de septiembre de 2012

Algunos apuntes sobre crisis:
 ``Una historia de lecciones no aprendidas´´
Parte II.


En las notas de la primera entrega habíamos abordado algunas características de las crisis en general, poniendo énfasis en los procesos que desencadenaron las inestabilidades macroeconómicas en los países en vías de desarrollo de Latinoamérica.

Reanudando esos aspectos, para luego poder abordar las crisis de los actualmente llamados países emergentes, vamos a terminar de realizar un breve análisis del decenio llamado Década Pérdida, que se inicia en 1980[1].

En líneas generales podemos citar, como lo enunciamos en la entrega anterior, dos tipos de enfoques desde donde se han  analizado las denominadas Crisis de Deuda de la región.

Por un lado, el trabajo inicial de Paul Krugman sobre la Generación de crisis de balance de pagos y, por otro, las caracterizaciones de ciclos endógenos evidenciados por dinámicas tipo boom and bust pregonado por Hyman Minsky.

A estos trabajos vamos a adicionar un punto importante que se puede derivar indirectamente de los mismos: las percepciones sobre los flujos de ingresos. Inferimos  que las mismas parecerían ser de naturaleza acomodaticia de acuerdo al contexto. Consideramos que este aspecto no es menor, pues estarían brindando una gran subyacencia a la prociclicidad de las políticas económicas y del sistema financiero internacional como también a los errores de medición de la riqueza. Debemos admitir que los lectores podrían argumentar que ambos puntos forman un solo razonamiento pero, en aras de un intento holístico en el presente, separamos las percepciones de riqueza y la naturaleza procíclica de las dinámicas dictaminantes de las políticas de ese entonces.   

Adicionalmente y como otro factor que nos trae a la realidad actual, los hechos de crisis nos han aleccionado al derivar otro aspecto. Sin dudas, los individuos parecerían tener ciertos desfasajes de tiempo entre las percepciones y la realidad resultante de los hechos, lo cual, generaría ciertas fricciones en la medición de la riqueza bajo el nuevo contexto.

El carácter endógeno de esta hipótesis dispara, a su vez, la crítica implícita en que las sociedades son, por naturaleza, disimiles. No obstante, si en este momento realizamos una línea histórica con las crisis económicas, cualquiera sea su tipificación, arribamos a aspectos comunes como las percepciones erróneas y el sesgo acomodante de las mismas notando ciertas fricciones en su corrección.      

Retornando a la mención del trabajo nobel de Krugman, el modelo de crisis de Primera Generación de Balance de Pagos, destacamos algunos factores que son importantes con el objetivo de especificar nuestra óptica respecto a los años mencionados. El autor desarrolla un modelo de crisis tanto para regímenes de tipo de cambio fijo como flexible, en una economía abierta y pequeña con pleno empleo. La crisis es el resultado de un fuerte ataque especulativo que liquida las reservas internacionales en un contexto de deterioro de las cuentas fiscales financiadas por la emisión monetaria, la cual es respaldada por reservas internacionales.

Así, la autoridad monetaria pierde reservas en todos los períodos para equilibrar el mercado monetario. El ataque se produce mediante un proceso en el que los inversores, tras la incertidumbre sobre el tipo de cambio, modifican su portafolio en detrimento de los activos domésticos. Finalmente, la caída súbita de reservas hasta un nivel crítico induce una devaluación.

Cuando vemos lo ocurrido en la denominada Década Pérdida, se destacan algunos aspectos de la dinámica mencionada, tales como:


v  Economías pequeñas,
v  Fuerte apertura comercial,
v  Regímenes cambiarios nominales fijos o cuasi fijos con modificaciones preanunciadas,
v  Cuentas fiscales sistemáticamente en deterioro,
v  Inconsistencia dinámica entre la política fiscal y cambiaria,
v  Inconvenientes respecto a la estabilidad de las reservas internacionales,
v  Sistemas financieros domésticos poco desarrollados y
v  Déficit en la regulación de los flujos financieros.


En líneas generales y con distintas particularidades, las principales economías de Latinoamérica evidenciaban esos aspectos los cuales limitaban fuertemente el accionar de gestión ante los fuertes shocks exógenos acaecidos en esos años. Por otra parte, es dable de destacar, que ese espacio temporal fue precedido de una política económica con un gran sesgo hacia los controles. El estado era el gran mensajero del mercado a través de distintos tipos de regulaciones destacándose las correspondientes al sector financiero. En este sentido, el título del trabajo de Carlos Díaz Alejandro es de gran singularidad respecto a este tema: Good-Bye Financial Repression, Hello Financial Crash (1984).  

Sin embargo, si postuláramos que solo esas características eran condiciones necesarias y suficientes, quizás una especie de crisis autoinfligidas, estaríamos frente a un error de diagnostico, pues las circunstancias de la época ineludiblemente nos llevan a mencionar los aspectos de naturaleza exógena a las economías.

El contexto caracterizado por un gran aumento en la movilidad de capitales, principalmente deuda de corto y mediano plazo y su posterior volatilidad, en el marco de la primer Liberalización Financiera de la región, ha generado ciertas inconsistencias macroeconómicas.

Uno de los puntos destacados anteriormente fue que se estaba ante sistemas financieros que, al menos, no podían coordinar el nivel de los flujos de capitales de los tiempos que transcurrían. La combinación de políticas cambiarias anunciadas con fines antiinflacionarios, denominadas tablitas cambiarias, o tipos de cambios fijos respecto al dólar estadounidense más un mayor acceso al mercado con una apertura de la cuenta de capital, generaban fragilidades financieras y externas en todos los agentes económicos, es decir, gran endeudamiento en moneda extranjera e ingresos en moneda doméstica para afrontar los servicios de deuda y el capital. El descalce monetario ese entonces, que posteriormente obligó a las autoridades económicas a modificar el tipo de cambio, tiene una gran actualidad en la crisis de los países periféricos de Europa continental.     

Adicionalmente, la hipótesis de los denominados ciclos á la Minsky nos provee una gran  ilustración hacia la comprensión de los hechos. Los programas de liberalización de la economía, mencionados precedentemente, fueron acompañados por un ciclo de gran expansión del crédito y del consumo. Esto genera presiones sobre los activos domésticos junto con la apreciación del tipo de cambio ya que la devaluación no compensa el aumento en el nivel de precios. La escasa oferta de activos debido al mencionado subdesarrollo de las instituciones regulatorias genera inconsistencias en el mercado las cuales se traducen en burbujas de activos. Esto sitúa a las economías en una situación poco favorable, no solo por la dinámica endógena en si misma sino también ante un shock contractivo, como ante un aumento súbito de las tasas de interés internacionales. Seguidamente, la dinámica macroeconómica mencionada se torna inviable. Uno de los aspectos más notorios es que el saldo de la cuenta corriente resulta persistentemente negativo. Este resultado se  explica mediante el déficit de la balanza de comercio y los servicios de deuda.

Como mencionamos, las economías estaban en un ciclo de déficit de la cuenta corriente persistente financiado por los influjos de capitales tal como se exponen en los gráficos N° 1 y N° 2, respectivamente. En economías con mercados poco desarrollados y relativamente pequeños, los tipos de cambio fijos no eran un aspecto de competitividad. Se destacan también que las necesidades de dinamizar la industria y el consumo doméstico hacían evidente la dependencia respecto de las entradas de capitales. 

Los incentivos que otorga la devaluación anunciada del tipo de cambio para tomar deuda externa son importantes junto con las percepciones de riqueza erróneas. La cuenta capital y financiera del balance de pagos financian el déficit de la cuenta corriente hasta un límite. El límite es el retiro de la credibilidad sobre la política cambiaria y el inicio de una fase ascendente de la tasa de interés. Consecuentemente, los sectores notoriamente apalancados comienzan a evidenciar que su posición es  insostenible. Lo que habíamos inferido sobre las percepciones de la riqueza y el sesgo acomodaticio de las mismas parece revelarse como el final del best seller Crónica de una Muerte Anunciada (1981) de García Márquez. Finalmente, en este escenario se presentan situaciones de iliquidez e insolvencia que se van transformando, más temprano que tarde, de carácter sistémico. La salida es el abandono del régimen cambiario y reestructuraciones de deuda.

Si bien el párrafo anterior es historia económica latinoamericana, parecería que hay algo de réplica en la actualidad. Parecen historias repetidas e ineludibles.          


Estos hechos estilizados perduran en el tiempo: gran necesidad de financiamiento con objetivos sustentar una industria competitiva, sostener el consumo y la credibilidad en los mercados financieros. El problema de estas economías era que sus sistemas productivos  no generaban la liquidez en moneda extranjera suficiente para cumplir con las promesas futuras tampoco tenían capacidad de emitir deuda de largo plazo en moneda doméstica.

Gráfico N° 1
Intereses pagados, eje derecho y Saldo de la Cuenta Corriente del Balance de Pagos en eje izquierdo, ambos en millones de dólares corrientes. (Valores negativos por ser Débitos)  




Fuente: CEPAL

Desde el gráfico precedente, es notorio el peso relativo de los intereses de deuda abonados anualmente en la cuenta corriente del balance de pagos de los principales países de la región.

Las experiencias de liberalización comercial y de la cuenta de capital desencadenaron un ciclo donde la restricción externa estuvo permanentemente activa en economías con bienes exportables con precios sustancialmente menores a los actuales.

Se torna de gran importancia notar que la novedosa irrupción de economías de rápida industrialización y demanda de productos primarios como China e India al sistema económico mundial, bridan una notable liquidez a la región. Aunque, por otro lado, la naturaleza exógena de estos acontecimientos puede ser una fuente de fragilidades y posteriores disrupciones en las cuentas externas.   

Gráfico N° 2
IED, eje derecho y Saldo de la cuenta Financiera del Balance de Pagos en eje izquierdo; ambos en millones de dólares corrientes.   



Fuente: CEPAL


A su vez, en este escenario de gran dependencia financiera y déficits crónicos de cuenta corriente, las economías de la región tenían poco (o nulo) espacio de política económica frente una modificación del contexto. Ante pequeñas perturbaciones inesperadas, podían generarse disrupciones económicas severas. En consecuencia, las turbulencias en el crecimiento fueron una de las principales características de la década (Gráfico N° 3).

Esto tuvo su fuente de aceleración ante las fuertes perturbaciones en la economía internacional. Los aumentos de los precios del petróleo, insumo básico para las principales economías industrializadas, dieron lugar a un proceso de subas de precios internos y estancamiento económico en la economía de EE.UU. lo que dispararía la llamada Estanflación.

En un mundo con fuertes conexiones financieras, las externalidades negativas que generarían la política monetaria de EE.UU. para combatir la caída en las tasas de crecimiento de la producción y la sostenida inflación, serían de gran importancia para el problema latinoamericano.

Gráfico N° 3
Tasas de Crecimiento interanual del PIB.    



Fuente: UNCTAD.


Las sucesivas subas de las tasas de interés derivaron en grandes compromisos financieros en los países endeudados lo que llevo a aplicar medidas de ajuste en la política económica. El rol de los organismos multilaterales de crédito comenzó a percibirse con cierta óptica negativa y de presión debido a los condicionamientos y las señales que emitían hacia los mercados. Nuevamente, encontramos un hecho estilizado que se presenta en la crisis financiera contemporánea.   

Se destacan sucesivos hechos que no pueden enmarcarse, en su totalidad, dentro de un solo modelo en particular. Por una parte, se vislumbran dinámicas endógenas en ausencia de medidas de prudencialidad que coordinen particularmente los ciclos de apalancamiento. Mientras que, por otra parte, las repentinas modificaciones del escenario internacional se evidencian como choques exógenos que conducen a las economías hacia fases de disrupción.    

La estabilidad inestable á la Minsky junto con los ataques especulativos a economías con poco espacio de gestión, son elementos que nos presentaron un nuevo concepto: volatilidad real y financiera.    




[1] Todo ciclo histórico no tiene fecha de inicio particular, se advierte que los ciclos económicos tampoco. Los inicios de los hechos referidos en éstas notas son anteriores pero debíamos comenzar en algún punto de la historia.   

lunes, 3 de septiembre de 2012

Se extiende el cepo cambiario

Este viernes fue anunciada una nueva extensión del denominado "cepo cambiario" en Argentina. En esta oportunidad, el gobierno nacional decidió establecer un impuesto del 15% sobre las compras con tarjetas de crédito y de débito realizadas en comercios ubicados en el exterior. La medida no solo abarca a las compras que se realicen físicamente fuera del país, sino también a las transacciones llevadas a cabo por internet.

La razón de esta medida es bastante obvia. Desde la implementación de las restricciones a la compra de divisas, las personas que viajaban al exterior no disponían de efectivo para pagar sus gastos, excepto que adquirieran dólares en el mercado informal a un tipo de cambio superior al oficial. Por este motivo, comenzaron a utilizarse en mayor medida las tarjetas de crédito en el exterior, cuyos saldos en dólares tenían la ventaja de poder pagarse en pesos al tipo de cambio oficial. En los últimos meses, los saldos de tarjetas de créditos en dólares se habían disparado. De acuerdo a la serie diaria informada por el BCRA, el primer día hábil de 2012 los préstamos con tarjetas de crédito en moneda extranjera ascendían a U$S 203 millones, mientras que al 24 de agosto se ubicaban en U$S 453 millones, acumulando un alza de 123% en algo más de 7 meses.

La avanzada del gobierno nacional ha sido gradual. Todo empezó en octubre del año pasado, cuando en un intento por frenar la fuga de capitales que se experimentaba desde 2008 y que se había reactivado antes de las elecciones presidenciales llevadas a cabo en dicho mes, la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) realizó una serie de operativos en casas de cambio. Las restricciones luego se fueron ampliando y "formalizando": autorización directa de la AFIP para adquirir divisas (no solo para ahorro, sino también para viajes al exterior), apertura obligatoria de una cuenta en dólares para poder hacer retiros en el exterior, reducciones en los plazos de liquidación para algunas industrias exportadoras (medida sobre la cual debió darse marcha atrás en algunos casos), compra de divisas únicamente a través de cheque o débito/transferencia en cuenta bancaria, completar una solicitud de AFIP para obtener más información de quienes compren divisas con el objeto de viajar al exterior, etc. 

En cuanto al nuevo impuesto de 15% sobre las compras en el exterior, el argumento esbozado por Ricardo Echegaray, titular de la AFIP, fue que prefieren que los argentinos se queden a veranear (es decir, tomarse vacaciones) en el país. Si bien la promoción de la industria turística nacional es en principio un objetivo loable, lo cierto es que la afirmación tiene poco de creíble. Tomada en el marco actual, es claramente un avance más sobre la libertad de los argentinos para disponer del fruto de su trabajo y de su capital como deseen. El verdadero motivo de la medida es el intento de seguir cerrando las vías de fuga de capitales, atacando este mero síntoma en vez de las causas de la enfermedad. Asimismo, otro argumento que se utilizó para relativizar la medida es que este impuesto podrá ser luego deducido del impuesto a las ganancias (o bien ser tomado como crédito fiscal para otros impuestos). Sin embargo, deben considerarse dos cuestiones al respecto. 

Primero está el hecho de que el gobierno estaría adelantando de facto el pago del impuesto a las ganancias y otros impuestos. Si bien al contribuyente se le deducirían los montos de sus compras en el exterior, estas deducciones se presentarían recién en mayo del año que viene en la declaración jurada de dicho impuesto y se comenzarían a aplicar con posterioridad, con lo cual el gobierno recaudaría hoy y deduciría el monto recaudado dentro de varios meses. En otras palabras, el contribuyente estaría financiando al gobierno nacional a una tasa de interés nula. Esto no es trivial si además se toma en consideración que la tasa de inflación ronda el 20-25% de acuerdo a estimaciones privadas, lo cual implica que la devolución que hará el gobierno al contribuyente dentro de varios meses en forma de deducción impositiva tendrá un poder adquisitivo significativamente inferior al actual. En segundo lugar, con un gobierno que ha cambiado reiteradamente las reglas de juego en los últimos años y sobre todo en los último meses, ¿quién puede confiar en que dentro de un tiempo no se quite también la posibilidad de efectuar estas deducciones impositivas?

Las palabras de estos párrafos son seguramente incapaces de reflejar la complejidad que se ha adueñado del mercado cambiario a partir de las medidas tomadas en los últimos meses. Como consecuencia de las mismas, nos encontramos hoy ante un desdoblamiento del mismo. Por un lado, tenemos un tipo de cambio que ronda los 4,60/4,70 pesos por dólar, aplicable a la liquidación de exportaciones, a las importaciones que el mismo gobierno autoriza, a las escasas ventas de divisas para turismo en el exterior, etc. Por el otro, un dólar a 6,30/6,40 pesos por dólar para ahorristas, el remanente de turismo en el exterior que no puede adquirir divisas en el mercado oficial, giros de extranjeros a sus familiares en el exterior, fuga de divisas, operaciones inmobiliarias, etc. Por último, ahora tenemos un dólar "tarjeta" para comprar en el exterior, que tendría una cotización conformada por el tipo de cambio oficial más un 15%. Este desdoblamiento, además de ser sumamente inconveniente para el normal desenvolvimiento de las actividades económicas privadas, también lo es para el gobierno, ya que ha generado los efectos negativos de una depreciación del tipo de cambio sin que el gobierno pueda disfrutar de los positivos (por ejemplo, la mayor recaudación impositiva en moneda local derivada del pago de retenciones a las exportaciones agropecuarias).

Resulta difícil entender por qué el gobierno ha preferido todo este embrollo a la simple depreciación del tipo de cambio que la deteriorada (pero para nada grave) coyuntura externa requería. Releyendo a Milton Friedman en  una de sus obras cumbre, encuentro un párrafo interesante para  pensar la situación argentina: "Una parte esencial de la libertad económica consiste en la facultad de escoger la manera en que vamos  a utilizar nuestros ingresos: qué parte vamos a destinar para nuestros gastos y qué artículos vamos a comprar; qué cantidad vamos a ahorrar y en qué forma; qué monto vamos a regalar y a quién." (Libertad para Elegir, 1979, pp.98). A su vez, cuando hace unos meses se aprobó la última reforma de la carta orgánica del Banco Central, resulta ser que la actual presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, dijo: "Con esta reforma empezamos a bajar unos cuantos cuadros del Banco Central, como el de Milton Friedman". Parece difícil entonces que, si estos son los conceptos de las autoridades actuales, muestren al menos un mínimo de respeto por las libertades económicas de los ciudadanos.

Algunas páginas más adelante, la misma obra de Friedman nos deja entrever implícitamente cuál parece ser el verdadero origen del aparente convencimiento de las autoridades acerca de la política económica actual: "La libertad no puede ser absoluta. Vivimos en una sociedad interdependiente. Algunas limitaciones a nuestra libertad son necesarias para evitar otras restricciones todavía peores. Sin embargo, hemos ido mucho más lejos de ese punto." (op. cit, pp. 104). No creo que lo que le falte a las autoridades actuales sea defender posiciones liberales extremas, ni tampoco acatar a rajatabla los principios económicos enunciados por Milton Friedman u otro economista de alguna escuela liberal, sino una dosis de esta mezcla de ética y pragmatismo intelectuales exhibido por Friedman hace algunas décadas. Lamentablemente, a esta altura parece imposible siquiera soñar con que las autoridades argentinas se identifiquen con estos principios, ni que les interese los perjuicios que causan sus recientes medidas económicas a los ciudadanos argentinos y al Estado.