domingo, 13 de enero de 2013

Un año de cepo cambiario en Argentina: el que apuesta al dólar, ¿pierde?

Hace aproximadamente tres décadas, un ministro de economía de la última dictadura militar argentina inmortalizó la frase "el que apuesta al dólar, pierde". Quien la pronunció fue Lorenzo Sigaut, ministro de economía del gobierno de facto del General Roberto Viola. Días después dispuso una devaluación del 30% del tipo de cambio (apenas la primera de una serie de medidas en el mismo sentido). Asimismo, fue este ministro también quien definió la salida de la denominada "tablita cambiaria" del anterior ministro de economía José Martinez de Hoz y la reemplazó por un esquema de  desdoblamiento del mercado cambiario con un dólar comercial regulado y un dólar financiero libre (cualquier similitud con el mercado cambiario argentino actual, es pura coincidencia).

Esta situación guarda extrañamente algunas similitudes con la situación del mercado cambiario argentino actual. Hace ya más de un año, en Noviembre de 2011, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner comenzó a tomar una serie de medidas con el objetivo de regular el mercado de divisas. Con el correr de 2012, este "cepo" cambiario fue recrudeciendo, hasta llegar al punto actual: la necesidad de realizar una declaración jurada para conseguir la autorización de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) para poder comprar divisas para viajar, organismo que con mucho suerte autoriza el irrisorio monto de U$S 100 por día (cuando no autoriza mucho menos, o directamente declara tener problemas de sistema). Como consecuencia de esto, surgió un mercado paralelo al cual concurren fundamentalmente ahorristas y turistas.

Las justificaciones de estas medidas han sido muchas. Desde teorías conspirativas hasta decir que los dólares eran necesarios para financiar las importaciones destinadas a la inversión y los pagos de la deuda externa, se han escuchado todo tipo de razones. Una de ellas, tal vez la más fácil de contrastar, reza que quienes ahorran en dólares pierden dinero, porque otras inversiones en pesos dejan un mejor retorno. Es decir, algo así como "no se quejen, con esta medida los ayudamos a invertir mejor su dinero". Por ejemplo, la semanda pasada el Senador oficialista y ex Jefe de Gabinete de Ministros Aníbal Fernández se despachó contra el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Daniel Scioli (también oficialista), en relación al depósito de U$S 201 mil que este último dijo aún poseer: "Por ahí, la crítica es: «Loco, dale, colaborá con nosotros, no te vas a morir. Lo ponés en un plazo fijo y te da mejor guita que la que te dan los dólares». ¿Cuál es el beneficio, en todo caso, de tener dólares?". Cabe destacar que, aparte de tener poco de académica, esta no fue una declaración aislada, sino que se ha reiterado este argumento en los últimos meses, no solo de parte de funcionarios del Poder Ejecutivo, sino que inclusive en alguna oportunidad la han esgrimido economistas afines al partido gobernante (como por ejemplo, puede leerse aquí).

Aún dejando de lado el hecho de que podríamos considerar que este argumento es insuficiente para defender el cepo cambiario (que el ahorro en dólares no haya sido la mejor inversión, o siquiera una "buena" inversión, no significa que la implementación del cepo sea beneficiosa), existen dos aspecto en que la afirmación es errónea: uno empírico y otro teórico. Empecemos por el más fácil, el empírico. ¿Cómo le ha ido a quién invirtió  $1000 en Octubre 2011 (lo que en ese momento eran aproximadamente U$S 236) en un plazo fijo y a quién en ese mismo momento compró dólares?

Fuente: BCRA (tipo de cambio oficial y tasa de plazos fijos) y diario Ámbito Financiero (tipo de cambio paralelo).


En primer lugar, debo mencionar que elegí Octubre 2011 como período base, ya que fue el último mes en que los turistas y ahorristas pudieron acceder libremente al mercado cambiario oficial. Para el cálculo de los rendimientos del dólar oficial y paralelo, simplemente se computa cuántos pesos argentinos obtendría la persona que en Octubre 2011 compró dólares, si los cambiara en el mes correspondiente. Para el cálculo del rendimiento del plazo fijo, se tomó la tasa de interés de plazos fijos en pesos argentinos de bancos privados a 30/35 días informada por el Banco Central, suponiendo que cada mes el ahorrista renovaría el capital más los intereses obtenidos el mes anterior (una práctica muy común en Argentina, en vez de colocar el dinero a mayor plazo). Por último, el cálculo fue realizado hasta Noviembre 2012, último mes en que se dispone de la información del Banco Central en lo respectivo a tasas de interés y tipo de cambio oficial.

Observando este gráfico, queda claro que la afirmación de que el plazo fijo es una "mejor" inversión porque tiene mayor rendimiento, fue lisa y llanamente falsa desde la implementación del cepo cambiario. Quién compró dólares en Octubre 2011, podría haberlos cambiado por pesos argentinos en el mercado paralelo en Noviembre 2011 con un rendimiento (nominal) de aproximadamente 50% en esta última moneda, mientras que quien invirtió en un plazo fijo habría obtenido un rendimiento (nominal) de 11,6%.

Por otro lado, queda el argumento teórico. Como bien sabe cualquier economista, las inversiones no solo se evalúan por su rendimiento, sino también por su riesgo. Quienes ahorran en plazos fijos, enfrentan básicamente tres tipos de riesgos:

  • Riesgo idiosincrático de la institución financiera: me refiero al riesgo de que la institución o banco se declare insolvente, situación en la cual el ahorrista tendrá dificultades para recuperar su inversión.
  • Riesgo sistémico/confiscatorio: me refiero a riesgos asociados a la totalidad del sistema financiero (el cual hoy parece bajo, teniendo en cuenta el muy buen estado de los balances contables bancarios en general) y de la economía en general. A lo largo de la historia argentina, estas situaciones fueron acompañadas de la confiscación de depósitos bajo variadas formas, siendo el "corralito" de fines de 2001 y "corralón" de principios de 2002 los últimos y más conocidos.
  • Riesgo de devaluación cambiaria : una devaluación del tipo de cambio le genera al ahorrista en pesos argentinos una pérdida de capital medido en dólares (y también probablemente, una caída del poder adquisitivo de los pesos, por el probable aumento de precios que se observará con el correr del tiempo).
En cambio, los pequeños ahorristas argentinos que tienen dólares en general los guardan simplemente en su casa o en una caja fuerte, lo que popularmente se denomina en Argentina como ahorro "bajo el colchón". Esta inversión no posee riesgo idiosincrático (ya que no está depositada en ninguna institución financiera), ni sistémico/confiscatorio (es muy líquida, ya que en cualquier momento el ahorrista podría cambiar los dólares en el mercado oficial o paralelo, mientras que el dinero del plazo fijo se encuentra inmovilizado por 30 días; además, está claro que se encuentra fuera del alcance de una potencial confiscación) y por definición no tiene riesgo devaluatorio. 

Por otro lado, debemos tener en cuenta que no deja de ser una inversión con algunos riesgos, por muy despreciables que parezcan. Uno de ellos es un riesgo "no económico", que denomino el riesgo de robo o de hurto. Al tener la inversión en el propio hogar o en una caja fuerte de un banco, siempre cabe la posibilidad de que el dinero le sea sustraído ilícitamente. Este riesgo parece muy difícil de mensurar y ciertamente cada persona podría tomar individualmente una serie de precauciones para reducirlo. El otro riesgo, en este caso sí de carácter económico, es lo que denomino riesgo de apreciación cambiaria. Es decir, si el tipo de cambio nominal respecto al dólar se revalúa en vez de devaluarse, los ahorristas en dólares sufrirán una pérdida nominal de capital medido en pesos argentinos, ya que con los dólares que poseen podrán adquirir una menor cantidad de esa moneda. Si nos basamos en el pasado para medir este riesgo, el mismo realmente parece despreciable, ya que la política cambiaria hasta la implementación del cepo consistió en una casi ininterrumpida depreciación del tipo de cambio nominal:

Fuente: BCRA.

Por lo tanto, parece razonable creer que el riesgo del ahorro en dólares "bajo el colchón" es claramente inferior al del plazo fijo. Cualquier curso básico de microeconomía o de inversiones nos dice que la relación entre riesgo y rendimiento es inversa: es decir, a mayor riesgo de una inversión, mayor rendimiento. Esto es simplemente sentido común: si un inversor percibe un activo como menos riesgoso que otro y el primero tiene también un mayor rendimiento que el segundo, invertirá seguramente en el primero.  

Por varios años, el plazo fijo tuvo un mayor rendimiento que el dólar, lo cual era lógico teniendo en cuenta que los ahorristas argentinos seguramente lo percibían como un activo más riesgoso que el dólar, teniendo en cuenta la inflexibilidad a la baja del tipo de cambio nominal y la memoria todavía fresca de la gran devaluación cambiaria que se produjo con la salida del plan de convertibilidad a principios de 2002. Entre 2003 y Octubre 2011, el único episodio en que el rendimiento del dólar superó al plazo fijo fue en la crisis de 2009. Luego de este episodio, el tipo de cambio nominal continuó su trayectoria ascendente, inclusive a una tasa de depreciación mayor. A su vez, este tendencia fue acompañada de una tasa de inflación superior a la tasa de devaluación, lo que ha implicado una apreciación del tipo de cambio real. Esta apreciación real no es trivial, ya que probablemente alimentó las expectativas de una nueva depreciacion futura del tipo de cambio nominal para frenar la pérdida de competitividad de la economía. Por lo tanto, teniendo en cuenta la creciente apreciación real y la política de depreciación cambiaria nominal del gobierno, ¿acaso no resulta razonable que los ahorristas consideraran que la posibilidad de una revaluación cambiaria era despreciable? 

Teniendo en cuenta estos argumentos básicos de microeconomía e inversiones, parece ilógico sostener que el plazo fijo en pesos argentinos fue una "mejor" inversión que el dólar: simplemente, fue una inversión con mayor rendimiento, debido a que tenía implícito un mayor riesgo. Los únicos períodos en que el dólar rindió más que el plazo fijo fue en 2009 y a partir de Noviembre 2011, ambos episodios de crisis económica en los cuales el riesgo devaluatorio del plazo fijo se hizo presente.

Los funcionarios y asesores del Poder Ejecutivo siguen repitiendo con otras palabras aquella famosa frase de Lorenzo Sigaut "El que apuesta al dólar, pierde". Si hay algo que podemos aprender de los últimos 40 años (o tal vez más) de historia económica argentina, es que los gobiernos han sido pésimos asesores en materia de ahorros e inversiones. El error conceptual de comparar activos sin siquiera considerar sus riesgos deja bien claro este punto. Mientras esperamos que recuerden estos conceptos básicos de economía, nos podemos sentar tranquilamente a ver cómo el tipo de cambio paralelo supera los $7 en estos días. Como solía decir un ex presidente argentino, "la única verdad es la realidad": el que apostó al dólar, ganó.

* Publicado en Forexpros. http://www.forexpros.es/analysis/un-a%C3%B1o-de-cepo-cambiario-en-argentina:-el-que-apuesta-al-d%C3%B3lar,-%C2%BFpierde%20-75036

miércoles, 9 de enero de 2013


Ficciones de la actualidad
 
Ficciones (1995) es uno de esos maravillosos libros de cuentos que el gran maestro Borges nos dejó. A medida que transcurre la lectura se percibe una suerte de pasión suavizada que se imagina interminable. Esas cosas que cuando se viven valen la pena pero antes nos interrogamos para qué. Realmente raro.
 
La séptima pieza del libro se titula El Jardín de senderos que se bifurcan. Hacia el final de la misma se realiza una atrapante reflexión (como todas): ``…El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre. Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes, es quizás el modo más enfático de indicarla… ´´.  
Si nos detenemos podemos pensar que es correctamente lógico y, por cierto,  inevitable la asociación de hechos corrientes de la realidad argentina con la frase mencionada.
 
Cuando nos prohibimos la mención de los hechos, y si estos son desfavorables, caemos en una suerte de inconsistencia lógica entre lo que decimos y suponemos que ocurre y lo que realmente está aconteciendo. Cuando esto sucede por un tiempo, la evasión se transforma en un modo enfático de mostrar los hechos ya sean a través de otros acontecimientos, ligados al hecho evadido, y/o con el comienzo de cierto pragmatismo de los principales expositores de la evasión.  
 
Hay hechos de los que generalmente no se habla pero que se hacen recurrentemente inevitables. Uno de ellos es la inflación y, desde nuestra óptica, es el más importante al momento de analizar la realidad económica y social de cualquier país, en especial la de Argentina luego de la crisis de 2001-02.      

El crecimiento del nivel general de precios se transforma en un problema para el sistema económico cuando no es reconocido y, a su vez, se presenta persistente hasta el punto de generar un complejo de distorsiones que cada vez son más difíciles de resolver. A su paso van dejando señales hacia todos los sectores productivos del país. Esto se pone en clara evidencia cuando, desde los precios de los factores, notamos dinámicas a tasas crecientes.  
 
El caso argentino, hasta hace unos meses, presentó un desconocimiento que al parecer no fue desprovisto de intención, desde la intervención a la oficina de estadísticas nacionales (INDEC) en Enero de 2007. Luego, se procedió a controlar algunos sectores del lado de la oferta aludiendo a una dispersión no esperada de los precios la cual, luego del paso de los años, fue un diagnostico sustancialmente erróneo de la realidad.     
 
Pasado el tiempo y solo con el intervalo que origino la gran desaceleración del año 2009, producto indirecto del estallido de la crisis financiera iniciada en 2007, los formadores de precios fueron cargando en sus expectativas que los precios no  estaban dispersos de su media sino que estaban en flanco aumento. Estas expectativas se fueron construyendo año a año teniendo en cuenta que la política fiscal iba a seguir siendo expansiva en el corto y mediano plazo, y que no habría una estrategia coordinada para suavizar la inflación y eyectar el ahorro y la inversión.


Suavizar el ritmo de crecimiento de los precios, principalmente los alimentos e indumentaria, no implica lisa y llanamente recortar drásticamente el consumo y, en consecuencia, el crecimiento. Como en macroeconomía, y en la vida cotidiana, estamos imposibilitados de operar con una estrategia que genere resultados óptimos para todo el tejido social, se torna eficiente moderar el consumo para brindar recursos que empujen a la inversión privada y pública, pues la señal de que el consumo iba a ser operativo ya estaba presente en los animals spirits de los empresarios.
 
Con la facilidad de inferir con los hechos consumados, estamos en condiciones de asegurar que una economía es inviable cuando solo un agregado explica más que proporcionalmente y de forma temporalmente consistente, a una variable; en este caso el agregado fue el consumo y la variable es el producto bruto interno. Podemos obtener resultados positivos tirando de la misma cuerda y con la misma masa muscular a lo largo de un espacio de tiempo determinado. Seguramente en el transcurso del mismo se comiencen a vislumbrar problemas en la cuerda y en el músculo que sustenta la fuerza, es decir, el desenvolvimiento del tiraje. Llegado a un punto debemos optar por otra estrategia complementaria o parcialmente sustitutiva.
 
Sería una Ficción pensar que siempre podemos con lo mismo. A pesar de que intentemos tapar las dificultades, en algún momento la Ficción deja de ser dando  paso a la problemática a resolver. Muchos expositores de los argumentos de esa invención están emitiendo señales de carácter pragmático, pasaron años y la retórica ``dispersa´´ de la realidad engaña. Esperemos que las metáforas ineptas, como dice el gran Borges, dejen de ser.