miércoles, 23 de octubre de 2013

Una elección política incorrecta derivada del crecimiento económico

Uno de los objetivos más trascendentales de la vida democrática de los países debería estar dado en las características de la transición del poder. En cada cambio de administración gubernamental, las condiciones socioeconómicas deberían transitar un proceso de mejora o, al menos, las políticas que se habían gestionaron precedentemente tendrían el foco en ese sentido. Al observar los avances institucionales que se produjeron en varios países emergentes, es inevitable caer en cuenta de una correlación positiva con las mejoras de las condiciones económicas de esos países. Por cierto, Brasil, con sus matices y problemas estructurales de antaño, ha tenido gran continuidad en la gestión institucional y, a su vez, una macroeconomía de performance notoriamente más estable que durante gran parte del siglo XX. Otro ejemplo, con diferencias, es Perú. En ese país, existe una importante sostenibilidad en las políticas económicas que han tenido resultado muy auspicios en materia de crecimiento, estabilidad e inflación. Sin embargo, ante países distintos, mayores o menor matices, pero matices al fin. Esto nos lleva a pensar pragmáticamente en lo fructífero de analizar y comparar ciertas políticas similares en distintas naciones, aunque debemos asumir que esto conforma uno de los elementos más importantes que disponemos para evaluar políticas.    

En la actualidad, podemos observar países con economías de tasas de crecimiento positivas aunque algo menores que en la primera década de 2000, pero con ciertos problemas estructurales aún sin resolver. Las estructuras productivas y, en consecuencia, las exportaciones, todavía guardan una fuerte concentración hacia sectores de bienes primarios; en algunos países el sector industrial todavía no muestra un fuerte despegue luego varios años de expansión del producto. A su vez, existen niveles de regulación vinculados principalmente con un capitalismo de prebenda y otros aspectos que en ciertas ocasiones nos recuerdan los fracasos del pasado. En este contexto, si nos detenemos a recordar los discursos de los administradores de gobierno, notaremos que este hecho ha sido utilizado de manera constante, como una especie de credencial proselitista. Una buena estrategia, por cierto, pero de corto plazo al observar que, en muchas oportunidades, los resultados de las elecciones nacionales fueron a favor de los hacedores contemporáneos. Contrariamente, si indagamos la historia económica, las dinámicas exitosas tienen un denominador común: la sustentabilidad de las políticas socio-económicas en un marco institucional consistente con independencia de las ideologías y los grupos de poder responsables en cada momento de la historia.

Así pues, se torna necesario notar sucintamente (ya que el análisis excede la naturaleza de la presente nota) algunos aspectos relacionados. La hipótesis de la denominada estrategia populista de los hacedores de política fue muy conocida durante gran parte del siglo XX en los países de Latinoamérica, como así también sus resultados. Paradójicamente, existe un gran consenso acerca de su permanencia en la actualidad.  Si bien esta hipótesis es correcta; no tendría, no obstante, una argumentación sistémica de ciertos fenómenos que se interrelacionan dentro de esta misma temática y que parecen tener gran recurrencia. Asimismo, si solo postulamos que la estrategia de los hacedores de política es insustentable, caemos en un error grave de identificación del problema el cual no solo se circunscribe a la coyuntura sino que tiene efectos dinámicos sobre la estructura social y de producción de una nación.

Desde ese respecto, a las decisiones de política es esencial adicionar el consenso agregado del electorado que, con anterioridad, dispensó la responsabilidad en la administración política. Este aspecto es transcendental si queremos entender la inconsistencia dinámica que se evidencia en  los responsables de conducir a los países hacia una senda de mayor bienestar. Entonces, postulamos a las instituciones en su carácter de autónomas y de acción lógica como los elementos vitales hacia la consecución de esos objetivos.
Los arreglos institucionales han tenido relevancia en la mayoría de los procesos económicos exitosos en el largo plazo. Los países con sistemas democráticos más avanzados han convivido en  escenarios macroeconómicos de crecimiento estable con escasa frecuencia de hechos de volatilidad real y financiera. Estos arreglos institucionales están formados no solo por los distintos organismos del sistema de poder democrático, las entidades regulatorias independientes, el marco legal y el enforcement; sino también, y con una importancia creciente, con la institucionalidad enmarcada en aquella continuidad de políticas socio-económicas en aras de la estabilidad económica y el camino hacia entornos sociales más equitativos. De hecho, las condiciones del desarrollo están sustentadas, en su estadío más primitivo, en esos pilares. En consecuencia, es aquí donde tenemos una sutil evidencia sobre la  institucionalidad que nos invita a detenernos y pensar. Se plantea, pues, la necesidad de notar que el set de instituciones y su  (correcto) funcionamiento interrelacionado de los que dispone un país, posee una relevancia trascendental al crecimiento económico: es un factor de perpetuidad necesaria hacia el camino del éxito de las sociedades.     

En suma, podemos afirmar que el fracaso de las naciones no tiene características monocausales, su génesis es más compleja y requiere ciertos lineamientos que se deberían extrapolar de la visión única del crecimiento económico como signo del éxito último. Las puertas del desarrollo estarían en la salida de la inconsistencia dinámica de conformarnos solo con el crecimiento.   

2 comentarios:

  1. Tincho, a partir de tu nota, me vienen dos preguntas sobre lo que nos depara una eventual sucesión política. La primera es qué hará la oposición y un eventual gobierno de la actual oposición a partir de 2015: ¿caerán en el error de Menem y Duhalde/Kirchner de denostar a la década pasada y deshacer aún las cosas que se hicieron bien? Si lo hacen, seguimos con el ciclo argentino.
    Ahora, supongamos que no hacen eso, sino que intentan seguir los lineamientos de política de esta década con algunas correcciones. Acá viene la segunda pregunta: ¿harán solo correcciones menores y tendremos un nuevo De la Rúa al que le explote en las manos la política macro inconsistente? ¿O para "desactivar la bomba" harán cambios y correcciones un poco más profundos en lo referente a la administración del ciclo económico?
    Difícil saberlo. El mantenimiento de ciertos lineamientos de política necesitaría de algún tipo de acuerdo, expreso o tácito, entre las principales fuerzas políticas, algo que veo poco probable con este gobierno o con cualquier otro gobierno de origen peronista. Seré excéptico, pero le tengo más fe a un escenario en el que se mantiene el ciclo argentino de ilusión y desencanto... con suerte tendremos un gobierno con más valentía que el de De la Rúa para no terminar otra vez en una crisis económica terminal.

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    1. Nico, lamentablemente cualquiera de las dos opciones que das, denostar el pasado o seguir con lo mismo correcciones menores mediante, son bastante probables. Estos dos hechos como una reacción populista pura en aras seguir ``encantando´´ al electorado y, en sintonía con el post, obtener un beneficio de corto plazo con ciertas probabilidades del fracaso en el largo plazo.

      Creo que la opción más sustentable (la que planteas al final) requiere, sin embargo, algún instrumento que sustente un acuerdo entre dirigentes y sociedad. Estamos en un escenario crispado donde hay pocos puntos en común y muchos totalmente irracionales de los del estilo ``esto o la crisis´´ apoyando medidas totalmente inaceptables desde una lógica sana. Esto hace de una gran fuente de inestabilidades dinámicas. Tristemente estoy casi seguro que no voy a estar presente para presenciar tal cambio social.

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