viernes, 22 de febrero de 2013

El supuesto plan anti-inflacionario del gobierno argentino

La negación del problema inflacionario ha sido una constante a lo largo de los gobiernos encabezados por Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Con este objetivo, CFK hay llegado a aseverar en alguna oportunidad que el problema no era el aumento, sino la "dispersión" de precios, o bien a afirmar que "si la inflación fuera del 25%, el país estallaría". Inclusive, estas menciones se trataron de raras excepciones, ya que la palabra "inflación" solía brillar por su ausencia en los discursos presidenciales. 

Sin embargo, algo cambió en las últimas semanas. El 26 de enero pasado sorprendió con la frase “hay que comenzar a manejar nuestro poder de usuarios y consumidores” y llamar a "hacerles el vacío" a quienes suben precios, una suerte de llamado a un boicot en contra de comerciantes, empresas, etc., que ajusten los precios. Aún sin mencionar la palabra "inflación", tuvo una importante definición acerca de los acuerdos de precios y salarios: a lo largo de la historia, demostraron no ser efectivos. Debo admitir que esta última afirmación me tomó por sorpresa, porque se trataba de una de las pocas veces en que estaba de acuerdo con la actual Presidente.

Pero, contradiciendo absolutamente estos conceptos vertidos por CFK, algunos días después la Secretaria de Comercio anunció un acuerdo de congelamiento de precios con supermercados, el cual estaría vigente hasta el 1 de abril de 2013. Además, la semana pasada surgió una versión periodística que indicaba que el poder ejecutivo estaría trabajando en un supuesto plan anti-inflacionario con el asesoramiento de economistas afines. De acuerdo al diario Ámbito Financiero, este plan podría basarse en una serie de estímulos a la inversión, como desgravaciones impositivas por reinversión de utilidades y  el otorgamiento de mayores facilidades para acceder al crédito a las pequeñas y medianas empresas.

Por lo tanto, las menciones indirectas de CFK al problema inflacionario, así como el surgimiento de esta versión periodística y el acuerdo de precios establecido, parecen indicar que el poder ejecutivo intenta mostrar al electorado que se está ocupando de la elevada tasa de inflación. Obviamente, esto no es casual: 2013 es un año de elecciones legislativas, las cuales definirán las posibilidades de CFK de avanzar en una reforma constitucional que le permita ir por un tercer mandato presidencial consecutivo. 

Dejando de lado las cuestiones políticas y volviendo al supuesto plan anti-inflacionario, por lo menos a mi me surgen dos inquietudes: 1) ¿Es efectiva la estrategia de atacar una tasa de inflación elevada con controles de precios/salarios y estímulo de la inversión solamente? 2) ¿Parece factible pensar que el poder ejecutivo está interesado en solucionarlo, sobre todo en un año electoral?

En cuanto a los controles de precios y salarios, pueden resultar efectivos en el corto plazo, pero generaran desabastecimiento y a la larga los precios igualmente se ajustarán. Sobran ejemplos históricos argentinos sobre el fracaso de este tipo de medidas. A continuación, grafico los resultados de tres de ellos: el Consejo de Precios y Salarios implementado en marzo 1952, el Pacto Social de Junio 1973 y el acuerdo de precios de 2006 durante gobierno de Néstor Kirchner.















Fuente: Indice de Precios al Consumidor, INDEC (izquierda y centro) y blog Cosas que Pasan (derecha).

El plan menos inefectivo pareciera ser el de marzo 1952 (primera línea roja de la izquierda), que logró llevar las variaciones de precios hasta niveles negativos. Sin embargo, el éxito fue seguido de un rebrote inflacionario que llegó a tasas interanuales del 16% a fines de 1954 y principios de 1955. Luego del derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón en Septiembre 1955 (segunda línea roja), la situación volvió a empeorar. Asimismo, el Pacto Social de Junio 1973 fue inefectivo en un principio, ya que la tasa de inflación pasó de alrededor de 60% en dicho mes, a casi 80% en Mayo 1974. Posteriormente comenzó a ceder, pero solo se estaba postergando lo inevitable: en Junio 1975 el gobierno peronista tuvo que devaluar el peso argentino (160% el tipo de cambio comercial y 100% el  financiero), hecho que fue seguido de un gran rebote inflacionario. Por último, el control de precios implementado por el gobierno kirchnerista en 2006 siguió también el mismo derrotero: logró bajar la tasa de inflación alrededor de 1.5 puntos porcentuales en los primeros meses, pero esto fue seguido por una importante aceleración inflacionaria interrumpida por la recesión de 2009 y cuyo desenlace ha sido (hasta ahora) el estancamiento de la tasa de inflación en torno al 22-25%. La conclusión es clara: a riesgo de sonar repetitivo, un acuerdo de precios puede ser efectivo en el corto plazo y "patear" el problema para más adelante, pero en el mediano plazo es inefectivo y tal vez hasta contraproducente, si no se corrigen otros aspectos de la política económica.

La otra pata del supuesto plan anti-inflacionario sería la promoción de la inversión. Aquí la cuestión puede ser más subjetiva. Antes que nada, cabe mencionar que este objetivo es loable en sí mismo, dado que promover la inversión promueve el crecimiento (y si las inversiones son bien dirigidas, pueden además promover el desarrollo de una nación). Hasta acá, casi una verdad de perogrullo. La cuestión radica en que el problema que estamos tratando de solucionar es la elevada tasa de inflación, no la falta de crecimiento económico. Un aumento en la inversión implica un incremento en la demanda agregada en el corto plazo, lo cual genera mayores presiones inflacionarias. Por otro lado, es cierto que la mayor inversión debería permitir incrementar la oferta de bienes de la economía, pero esto no ocurrirá hasta tanto las inversiones maduren. Por lo tanto, en el corto plazo, este tipo de medidas debería generar mayor inflación y sus efectos anti-inflacionarios solo se observarían en el mediano plazo, luego de que la demanda agregada haya continuado expandiéndose por un tiempo. En resumen, la efectividad de medidas que sigan este sentido, siempre y cuando sean tomadas aisladamente (léase, sin corregir la política monetaria, fiscal, cambiaria, etc.), parece al menos dudosa.

Habiendo establecido estos dos puntos, creo que queda claro que mi posición es que semejante plan no sería efectivo y que la tasa de inflación solo podría reducirse si se modifican también las políticas monetaria, fiscal, cambiaria y de ingresos. Aquí puedo contestar entonces la segunda pregunta que hice más arriba. Para reducir la tasa de inflación, el gobierno debería reducir el ritmo al que se incrementa el gasto público (por ejemplo, retirando los abultados subsidios a las tarifas de los servicios y transportes públicos, lo cual impactaría negativamente en el bolsillo de los consumidores/votantes), tendría que moderar la tasa de expansión monetaria (lo cual implicaría contraer las transferencias del Banco Central al Tesoro, que son hoy una fuente de financiamiento del gobierno nacional en un año electoral), depreciar el tipo de cambio nominal (para corregir la creciente apreciación cambiaria real) y demostrar a sindicatos y empresarios que su compromiso de seguir estas políticas es creíble (de tal forma que moderen los reclamos salariales y los incrementos de precios, respectivamente).

Al tomar estas medidas, el poder ejecutivo terminaría pagando un costo político durante un año electoral clave para su futuro. Sería realmente muy extraño que tomara este camino justo ahora, cuando hace años que se niega a hacerlo. Lo más probable es que en los próximos meses veamos más controles de precios y salarios, además de medidas "políticamente correctas" como la promoción de inversiones. Es también probable que el gobierno acompañe estas medidas echándole la culpa de los aumentos de precios a los sindicatos opositores que solicitan aumentos salariales excesivos y a los empresarios codiciosos que incrementan precios y no invierten lo suficiente. En las elecciones de 2011, el oficialismo también se encargó de resaltar sus logros y desechar cualquier diagnóstico que hiciera hincapié en las crecientes inconsistencias macroeconómicas. En esa oportunidad, obtuvo una victoria apabullante con el 54% de los votos, que fue seguida de la implementación del cepo a la adquisición de divisas extranjeras en noviembre 2011 (que luego se fue cerrando aún más) y de restricciones a las importaciones en febrero 2012. Si la historia se repite, es probable que recibamos nuevos "regalos" y "sorpresas" para la Navidad de este año. 

Ojalá esté equivocado.

Publicado en Forexpros. http://www.forexpros.es/analysis/el-supuesto-plan-anti-inflacionario-del-gobierno-argentino-76144

2 comentarios:

  1. Muy buena nota Nico. Creo que lo que planteas se sustenta plena y simplemente en las palabras que escribís en la primera oración: negación del problema. Lamentablemente tuvimos muchos años políticamente mejores para gestionar una corrección a las distorsiones económicas domésticas. Creo que este año, como expones, no es el indicado para na dirigencia que sigue construyendo realidades exitistas y, en algún sentido, paranoicas.
    Solo agregar que la inversión directa es deseable, quizás si tendríamos fuertes influjos de inversión de cartera tendríamos más dificultades en la apreciación.

    ResponderBorrar
  2. Si, el problema se origina ahí, en la "negación" (que en el fondo no es tal, porque los funcionarios de turno saben muy bien que el problema existe y ya se han pisado algunas veces en declaraciones... es más una mentira a sabiendas, que una negación). CFK se encargó de dejarlo bien en claro en su discurso en la asamblea legislativa: citó los datos de indigencia y pobreza del INDEC para mostrar como habían bajado los dos índices desde 2003. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar...

    ResponderBorrar