lunes, 4 de marzo de 2013


Galbraith, Minsky, Kindleberger y Cía tenían razón

La historia de las crisis financieras que en la mayoría de los casos finalizan en crisis  económicas ha dejado varias anotaciones a realizar. Algunos de los principales investigadores de dichos acontecimientos como Galbraith (2011), Minsky (1986), Kindleberger (2000) y, más hacia la contemporaneidad, Reinhart y Rogoff (2009); han señalado que existe una idea en común durante el período de auge ex ante a la crisis la cual deseamos notar. La misma subyace en un argumento del tipo ``esta vez es distinto´´, como una idea de que ya aprendimos y esta vez no sucederá. Algo para lo que la mente humana está preparada pero con ciertas restricciones puesto que desde la burbuja de los Tulipanes en Holanda en el siglo XVII a la fecha, las disrupciones y crisis económicas han sido recurrentes.  

En muchos lapsos de la historia económica reciente se defendía a períodos de gran crecimiento por encima del potencial, generación de burbujas eufóricas en los precios de los activos y fuerte influjo de capitales, mediante el argumento relacionado con  medidas de política económica más acertadas y/o innovaciones en las formas de hacer negocios y una mejora abrupta en la productividad de los factores eran bases sólidas para sostener dinámicas ex post insostenibles.       
    
En este punto hay que realizar una aclaración. Es una empresa algo difícil aplicar medidas de carácter contra-cíclico en la fase de fuerte crecimiento pues esto lleva a la necesidad de asumir costos políticos (la poco simpática economía política) y desde la opinión pública debido a que se piensa que se quiere llevar a la economía a senderos más exánimes o enfriarla. 

Los hechos que se han producido relatan lo contrario con el agregado notorio de que el auge especulativo ha sucedido también en una economía con mercados supuestamente  eficientes y con agentes que utilizaban el raciocinio mental antes que las emociones (supuesto de racionalidad). Esto nos debería llamar la atención respecto a que ni el resto del mundo ni nosotros está exento de repetir tal experiencia o similares. Es decir, las economías no están exentas a ningún tipo de crisis y con especial mención a las financieras.

Las economías de Latinoamérica han sucumbido en eventos de crisis de toda naturaleza. Hacia la década de 1980, luego de los denominados experimentos liberalizadores y en un contexto económico y socialmente desfavorable, estos países vivieron consecuencias dramáticas relacionadas con eventos de inflación y estrangulamiento externo notables. Seguidamente, en el decenio posterior, la mayoría de los países tuvo una crisis cambiaria y financiera luego de otra fase de financiamiento exuberante. Argentina fue la experiencia más dolorosa en 2001 luego de años de estabilidad dinámicamente inconsistente.

Sin duda, esto se convirtió en uno de los principales factores motivadores de políticas más prudenciales en siglo corriente. El marco de gran liquidez en los mercados financieros internacionales y un crecimiento vigoroso del comercio para las economías de América del Sur financió políticas económicas más saludables las cuales tuvieron como principal característica un mayor espacio fiscal al momento de enfrentar el evento Lehman Brothers y sus consecuencias.

Sin embargo, algo ha ocurrido en nuestro país en los últimos cuatro años con cierta independencia de la gran crisis financiera internacional. Comparativamente, nuestros vecinos han tenido, en promedio, un crecimiento económico menor pero con  estabilidad.

Argentina ha ido perdiendo campo en ciertos mercados como el energético, el vacuno y el lechero; claves para nuestra economía. En lo que respecta a la energía, nos hemos convertido en importadores netos lo cual va a significar que este año gran parte de la liquidez externa, generada en el comercio, sea absorbida para cumplir las necesidades energéticas del país.

Por otra parte, el precio de los bienes de la canasta de consumo interna se ha distorsionado por completo. Luego de la intervención a la ofician nacional de estadísticas (INDEC), pocos saben cuál es el verdadero valor del índice desde donde se deriva, entre otras cosas, el costo de las necesidades de los habitantes. A esta distorsión se sumó la generación de un tipo de cambio múltiple: un mercado oficial y otro fuera de la ley (paralelo) derivado del sistema de control de cambios implementado desde fines de 2011.

Los hacedores de política económica interna han negado enfáticamente que la economía doméstica tenga problemas de distorsión de precios, inflacionarios, de competitividad y en el mercado de divisas, a lo sumo sería un efecto de la crisis financiera internacional.

Los argumentos que siempre están presentes aluden a que estamos atravesando por una época distinta: nos llevan a comparar los datos económicos actuales, sustancialmente positivos, con las últimas tres décadas. El país estaría dentro del sendero estable de crecimiento ya que medidas como el desendeudamiento y un tipo de cambio administrado nos mantienen fuera del set de problemas históricamente conocidos.  Desde tales argumentos se desprende nuevamente la idea de ``esta vez es distinto´´. No obstante para muchos, existe una realidad algo desvirtuada.
     
Si bien es evidente que venimos de un fuerte crecimiento de la mayoría de los fundamentales macroeconómicos, muchos han alcanzado niveles similares a las fases anteriores como es el caso de la inversión. En este sentido y ante la presencia de una fasta de revisión y crítica constructiva de las medidas de política gestionadas, es poco deseable pensar en una crisis como las anteriores.                       

Nos llama la atención que en un contexto como éste donde muchos aspectos son distintos y mejores (¿?), se tomen decisiones de política poco a tono con la realidad que nos recuerda el relato inspirado en cifras. Seguramente algo no sea tan distinto aunque muchos lo crean o no; no estamos en condiciones de efectuar críticas hacia lo que el electorado eligió y lo seguirá haciendo. En este punto solo recordemos que la miopía de los agentes es una de las conclusiones de la teoría económica.

Quizás Walter Bagehot estaba en lo cierto cuando escribía: ``todas las personas son tanto más crédulas cuanto más felices´´ (en Galbraith, 2011). Agregamos: ciertas  felicidades son acomodaticias a contextos en cuyos horizontes se encuentra un cambio de dirección necesario y, en muchos casos, poco amenos.






Bibliografía:

·         Galbraith, John K.: ``Breve Historia de la Euforia Financiera´´, 2011.
·         Kindleberger, Charles P.: ``Manias, Panics and Crashes. A History of Financial Crises´´, 2000.
·         Minsky, Hyman P.: ``Stabilizing an Unstable Economy´´, 1986. 
·         Reinhart, Carmen M. y Rogoff, Kenneth S.: ``This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly´´, 2009. 

3 comentarios:

  1. No podría estar más de acuerdo... a veces, la historia realmente se repite: es increíble que que todo boom económico en cualquier parte del mundo tenga un grupo de crédulos que dice que todo va a seguir yendo bien, que esta es una nueva era y que hasta afirmen que ahora sí se terminaron las crisis. Me quedo con las palabras que le escuché decir al gran Daniel Heymann en una conferencia: "Si te empiezan a llamar milagro, ¡vendé!".

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  2. Heymann siempre tiene algo brillante y entusiasta para observar.
    Uno de los puntos que intenté plantear en el post es lo interesante, con independencia de lo dramáticamente desfavorable para el tejido social, que se torna el analizar un proceso con dinámicas que de gran recurrencia y similitud. Es dificultoso no caer en la espiral del momento de efervescencia. Creo que para la política económica es un gran desafío conducir un mundo frugal en un contexto donde la maximización de la productividad y los resultados son la principal tesis a desarrollar..

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  3. Va un link de una muy buena nota que hace referencia a un libro, uno de los autores es Daniel, relacionado con el tema:

    http://www.lanacion.com.ar/1173745-las-fallas-que-llevaron-a-la-crisis-o-como-aprender-para-el-futuro

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