domingo, 12 de agosto de 2012


Algunos apuntes sobre crisis: 
``Una historia de lecciones no aprendidas´´
 Parte I§

``…Some persons are of opinion, that, when the custom of buying on credit is pushed very far,(…), the national commerce is to be considered as unsupported by a proper capital; and that a nation, under such circumstances, whatever may be its ostensible riches , exhibits the delusive appearance of wealth…´´ (Henry Thorton: An Enquiry Into the Nature and Effects of the Paper Credit of Great Britain, [1802]. Edición de F A. v. Hayek).      

El brillante párrafo precedente fue extraído de una de las grandes obras de la literatura económica. Es naturalmente motivador pensar que puede cumplir el papel de una introducción iluminadora para estas notas pues vienen de uno de los pensadores que han marcado el siglo XVIII: Henry Thorton (1760-1815). Lo ineludiblemente notorio es que los denominados pensadores clásicos, parecen estar entre nosotros con cierta recurrencia.

Si nos detenemos a inspeccionar brevemente los eventos de últimos años, las lecciones se encuentran fácilmente a nuestro alcance. Las líneas que inician este escrito nos han llevado a realizarnos reiterados interrogantes que fueron formando un ciclo mayúsculo de intentos de una especie de reinvenciones de gran plasticidad en aras de brindar una y/o algunas respuestas. Hasta que, sorprendentemente, nos encontramos con la misma escena argumentativa y, sin deseo alguno, creemos haber obtenido respuestas similares en contextos paradójicamente diversos pero equiparables.  

Intentando comprender las crisis, la inspección del pasar de las lecturas, hizo que nos encontremos con muchos autores que, de alguna manera u otra, querían dar respuestas a través de sus narrativas a hechos sociales complejos y disruptivos como lo son las crisis económicas. En esa intención, con cierta fascinación muchas veces desencontrada pero encantadora al fin, abordamos la lectura de uno de los economistas académicos más influyentes de nuestra época (había que tener una dosis de contemporaneidad), Barry Eichengreen cuyo título es:  ``Crisis Financieras, qué hacer con ellas´´.

El prefacio del libro inicia con la siguiente frase: ``Las crisis son una concomitancia inevitable de la operación de los mercados financieros´´. Sin dudas, esa tarde se transformo casi en un perfecto interrogante al cual vamos  a intentar ensayar un acercamiento de lo que consideraríamos una respuesta.

En perspectiva histórica, es casi natural coincidir con Eichengreen, tanto desde su perspectiva como así también la que propone Thorton. No obstante, tomando el argumento de ambos, deberíamos decir que también tendría que estar presente, en la naturaleza de las sociedades, una acción refleja de absorber las lecciones de la historia para minimizar, al menos, la reiteración de las mismas dinámicas conducentes a las crisis económicas. Con el transcurso de los años, los hechos se transforman, con naturalidad, en una fuente de conocimiento acumulativo. Si bien muchos autores del enfoque de la Economía Conductual, plantean que hay costos de aprendizaje y por esto los individuos tendrían problemas al momento de tomar decisiones; en este marco el espacio temporal es bastante amplio como para hacer un supuesto firme acerca de esta problemática. Esto nos habilita momentáneamente a dejarlo de lado.    

En este sentido, comenzaremos siendo algo escéptico sobre el juicio del profesor Eichengreen para dar lugar a nuestra propia reflexión histórica sobre las crisis financieras en general. Con este argumento, el objetivo es tratar de dilucidar, concretamente con una visión macroeconómica, si las lecciones de la historia fueron tales o si las mismas son echadas a menos ante las posibilidades de aumentos circunstanciales en los niveles de bienestar y riqueza en un entorno de políticas económicas e instituciones inconsistentes frente a los contextos vigentes.

En esta primera entrega se expondrá la introducción, algo concreta para los eventos de inicios del siglo XX pero con más extensión para las crisis de los países en vía de desarrollo de América latina hacia fines de siglo.

A modo de introducción y algo más…

El abordaje de la literatura macroeconómico de las últimas décadas se ha ido modificando pero los hechos, en su mayoría, parecen tener grandes similitudes.

Las sucesiones de hechos de crecimiento exuberantes, gran oferta de financiamiento en su mayoría de corto plazo, oscilaciones abruptas de los tipos de cambio, estructuras regulatorias inconsistentes, aumentos de los niveles de riesgo moral en los agentes, endeudamiento insostenible  de los sectores público y privado, y fragilidades financieras resultantes; han conducido a las economías hacia crisis que, en muchas oportunidades, parecen haber sido autoinfligidas.

Si se observa la ocurrencia de eventos de crisis desde el gráfico elaborado por Reinhart (2012), el siglo XX y el que acaba de comenzar han padecido varios sucesos de volatilidad y fuertes disrupciones macroeconómicas (Gráfico N° 1).
La hiperinflación alemana junto con la gran depresión de la década de 1930 y sus sucesivos contagios en el contexto del nuevo patrón oro, marcaron una serie de hechos desafortunados que se trasladaron hacia toda la esfera terrestre.      

Los exitosos años posteriores, caracterizados por el sistema monetario internacional de Bretton Woods, suavizaron los vaivenes económicos. Si bien al observar el gráfico se evidencia una mayor estabilidad, el conjunto de medidas que caracterizaban a esos años tales como las restricciones a los movimientos de capital, el comercio externo y el tipo de cambio no podían ser a perpetuidad. La liquidez se contrajo fuertemente con las restricciones, y los problemas inflacionarios comenzaron a agravarse debido al advenimiento de los shocks petroleros.

Esto fue acompañado por un período de descoordinación en el sistema monetario mundial tras la caída del acuerdo de Bretton Woods. En este espacio  temporal, la ocurrencia de crisis ha evidenciado una gran constancia en los países de menor desarrollo industrial particularmente desde finales de 1970.

Gráfico N º 1



Fuente: Reinhart (2012)


Muchos países de América Latina habían implementado sistemas cambiarios rígidos acompañados de programas económicos que liberalizaban abruptamente a las economías con independencia de sus estructuras productivas, fueron los denominados experimentos del cono sur como lo dirían Eatwel y Taylor (2006).  

Había ciertas coincidencias en esas políticas económicas en general y  en las monetarias en particular: tipos de cambios fijos o predeterminados mediante la gestión de las denominadas tablitas cambiarias, fuerte apertura comercial, un gran crecimiento del crédito interno, principalmente de corto plazo que fomentaba al consumo, fuertes flujos de capitales de cartera en los sectores bancarios, regulación laxa de los sistemas financieros locales por parte de las autoridades monetarias y problemas históricos de restricción externa. El aumento de las importaciones, en su mayoría bienes de consumo, con un tipo de cambio fijo sustentaba altas tasas de inflación lo cual, si se quería mantener cierta competitividad precio del tipo de cambio, se debía devaluar la moneda al ritmo de la inflación. Adicionalmente, el saldo negativo de la cuenta corriente del balance de pagos era un factor de difícil corrección dados los términos de intercambio, las necesidades industriales y los intereses de deuda externa exógenos a las economías domésticas.

En ese momento, la dirigencia política y los principales hacedores de política económica eran influenciados por un consenso de apertura económica sin importar, tal vez, las consecuencias de mediano plazo que estaban generando en las estructuras económicas locales. Argentina y Chile fueron ejemplos de esta problemática: expansiones aceleradas y caídas abruptas de las tasas de crecimiento de la producción.

En un mundo donde ya era notoria la movilidad de los flujos financieros, estos arreglos cambiarios hacían rentables los influjos de capitales, que alimentaban un círculo de deuda, consumo e inflación no regulados por los estados nacionales. El descalce monetario tuvo una gran importancia ante súbitos reflujos de capitales ya que frente una modificación de la oferta de liquidez externa, los sectores deudores de los países se tornaban en insostenibles eyectando dinámicas contractivas hacia toda la economía. En este escenario, los bancos centrales tenían ciertas restricciones: ante la implementación de sistemas cambiarios rígidos, el trilema de política económica, dictado por  Mundell-Fleming estaba activo como también, similarmente, la tesis del profesor Jan Tinbergen: la elección de n objetivos de política económica demanda n+1 elemento.
      
Por otra parte, la microeconomía aportaba una gran masa de inestabilidades. La mayoría de los sectores de las economías tenían un sesgo de corto plazo o una percepción errónea de las riquezas dados por las súbitas modificaciones en el acceso al crédito entre otros factores (Heymann y Leijonhufvud, 1995). Crecientes deudas en moneda extranjera e ingresos en moneda nacional ponían un manto de gran evidencia en contra de los preceptos de racionalidad y previsión perfecta de los individuos. El empuje del libre albedrío en los sistemas financieros locales iba a costar más caro que la deuda y los intereses.   

Las abruptas entras de flujos de capital indujeron a fuertes apreciaciones del tipo de cambio lo que, nuevamente, abrió las puertas para mayores niveles de deuda. Frente a este escenario, muchos agentes financieros, sin regulación alguna, comenzaron a caracterizarse como patrimonialmente frágiles. El bienestar circunstancial, ex ante, parecía que era ad infinitum.

El caso de Brasil fue sustancialmente distinto en su objetivo. La política económica tenía un sustento algo más desarrollista. Los emprendimientos en la industria pesada financiados con crédito externo, sin dudas, era una empresa loable. Sin embargo, el mundo ya estaba fuertemente interrelacionado con lo cual las políticas monetarias de los principales países desarrollados afectaban a los países de la región.

Adicionalmente, el sesgo prociclíco del sistema financiero internacional sin dudas contribuyó a que se configurara esta escena que terminaría, más temprano que tarde, en fuertes disrupciones financieras que se trasladaban a la producción y el empleo a través de las crecientes tasas de inflación hacia solemnes caídas. En las décadas de 1970/80, los temas de crisis se habían trasladado hacia la región: El mundo observaba las crisis cambiarias y financieras de los países del cono sur de América.
       
Es de gran notoriedad que estas dinámicas se hayan trasladado desde los países en vías de desarrollo durante las décadas de 1970/80 y 90 hasta la crisis financiera internacional contemporánea de los países más desarrollados la cual intentaremos abordar en la próxima entrega.

En suma, los exabruptos en las deudas externas, el descalce monetario, la inflación y la poca competitividad de estos países tornaron insostenible el manejo de las economías domésticas en el escenario de fuertes influjos de capitales. Estas dinámicas han motivado, en gran parte, los trabajos de crisis de balance de pagos (Krugman, Obstfeld, Flood y Garber y otros) hasta los dictaminados por ciclos endógenos (Minsky, Frenkel, Neftci y Keen). Todos han tenido una gran relevancia en el análisis y descripción de las dinámicas precedentes y las causalidades de las crisis que se han producido hacia finales del siglo pasado pero, en particular, en los países en vías de desarrollo.

Se infiere que hay denominadores comunes en las crisis mencionadas. Uno de ellos era la política cambiaria con cierto sesgo a la fijación.  En la primera mitad del siglo XX, la creencia de los países industrializados en un patrón cambiario común era bastante arraigada. Seguramente, las posibilidades del creciente intercambio favorecía los aparatos productivos y, por otro lado, las secuelas de los conflictos bélicos tuvieron una gran injerencia en la aversión a la inestabilidad. Dicha aversión podría ser recogida desde una variable proxy como un patrón de cambio común. Las lecciones de estos hechos ya se comenzaban a asomar.
                 
Adicionalmente, si nos enfocamos hacia los años críticos para el cono sur,  notamos otro denominador común: tales crisis se  generaron dentro del período histórico denominado Globalización Financiera que se inicia hacia principios de 1970[1].

La naturaleza volátil de los flujos financieros era un factor relativamente novedoso para estos países. Las necesidades de apalancamiento de los sectores industriales eran ineludibles. Las empresas necesitaban importar maquinaria e insumos en un mundo donde el costo del crédito comenzó a crecer fuertemente tras la política monetaria contractiva de fines de los ´70 por parte de EE.UU. A su vez, el sostenimiento de los tipos de cambio domésticos en la región generaba permanentes inconsistencias entre la política fiscal y monetaria agravadas por las externalidades que activaba el combate a la estanflación en el hemisferio norte.

La convivencia del déficit comercial y fiscal estaba atada al resultado de la cuenta capital. Cuando el superávit de cuenta capital comenzaba a revertirse y el peso del componente intereses de deuda de la cuenta corriente del balance de pagos era cada vez más comprometedor, la necesidad devaluatoria se tornaba en gran protagonista. Sin dudas, La década de 1980 fue una escalada de problemas para la región. La década pérdida es la primera denominación que se recuerda, al menos cuando se piensa con lentes de economista.

Este ensayo de introducción y algo más motiva interrogantes y algunas respuestas si nos situarnos frente a la crisis financiera internacional. Debemos confesar que es un llamado a la reflexión casi con aires de inocencia. La inocencia se expone en un cierto olvido de los intereses políticos y de otros centros de poder que, con cierto atrevimiento, inferimos que priman por encima de la salud de las economías. Los espasmos cada vez más fuertes que observamos en la zona euro provienen, en alguna medida, de un virus en el sistema financiero mundial que no fue regulado y que en los últimos 25 años se ha transformado en masivo.

En las siguientes entregas vamos a intentar evitar mostrar nuestra negación a que es casi imposible la modificación del sesgo de status quo de los grupos más influyentes de las economías para proponer algunos tópicos de coordinación y contraciclicidad de las políticas económicas con objetivos de  mayor estabilidad macroeconómica frente a las crisis de los países emergentes de la década de 1990 y la actual. Las conclusiones, en la tercera y final entrega, intentarán desarrollar las lecciones de la historia no aprendidas o el aprendizaje perpetuo frente a episodios nuevos  pero dramáticamente similares. .

Quizás el profesor Eichengreen ya nos brindó la respuesta pero, en aras de la inocencia y la construcción de algo que podríamos llamarlo análisis histórico existencial de la problemática económica actual (y de siempre), intentaremos pensar que hay caminos posibles para minimizar los hechos de crisis que amalgaman destrucción, sufrimiento y pobreza futura en las sociedades.        

     


§ Las citas bibliográficas estarán en la última entrega.
[1] Si bien muchos autores exponen que ya en el Crack de 1929 se estaba frente a un escenario de globalización en los flujos de crédito, a los fines de estas notas destacamos que la liberalización financiera tuvo un salto abrupto en el período mencionado.

4 comentarios:

  1. Qué nivel, ahora me da verguenza subir algún post mío sobre coyuntura argentina... se esperan las dos siguientes entregas con ansiedad

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    1. Je, gracias!, solo fue un humilde llamado a la reflexión sobre la salud económica de estos días. Estimadísimo sus posts son de gran nivel.
      Las siguientes próximas entregas serán los próximos días.
      Esperemos que para los posts anteriores como los que van saliendo se armen debates.
      Abrazo.

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    2. No queda otra, hay que empezar a opinar en otros blogs y hacerse un poco de autobombo ahí, jaja

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    3. Si, es verdad. Hay que fomentar algo así como externalidades a economía ecléctica.

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