miércoles, 7 de noviembre de 2012


Breve nota sobre el caos, a propósito de lo que está ocurriendo en estas horas en Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La literatura académica alude al caos cuando un comportamiento no tiene patrón, tiene un comportamiento singular que no puede ser terminado, es notoriamente descoordinado y carente de dirección alguna. Esto puede ser el resultado de la génesis de la cosas, la/s variable/s o por efectos, shocks diríamos los economistas, sobre ciertas variables de comportamiento tales que empujen a la misma a un corredor divergente o sacan a la variable mencionada del corredor del sendero de dinámica estable, tal como lo enunció el profesor Axel Leijonhufvud en un conocido artículo de 1981[1].
En este sentido, recuerdo varias veces que muchos de los macroeconomistas académicos han apelado indirectamente a la teoría del caos para inferir que una sociedad debe tener factores  que     cumplan un rol de coordinación en todos los aspectos del funcionamiento de la convivencia como también en el del la macroeconomía doméstica y, extendemos, la internacional.
En los últimos años hemos sido protagonistas, sin quererlo al menos directamente,  de graves  crisis económicas y sociales que no han tenido un solo elemento de causalidad sino un complejo de hechos y políticas que han sido inconsistentes no solo por su génesis principal sino en el transcurso del paso del tiempo. Tal solo recordar a períodos previos de fuerte crecimiento del consumo financiado por una inversión de gran volatilidad en ausencia o déficit de un marco que sitúe bajo un manto de coordinación a las dinámicas y los choques que han empujado a las variables hacia comportamientos explosivos.
Sin dudas, esto tiene algo caótico. Quizás esta última palabra tenga una polaridad en la gestión de la coordinación que no solo se debe hacer en un instante particular sino que es dable de accionar plenamente con un sesgo expectante, pues la enorme ola de información, y a su vez, de desinformación, imprime algo similar a un caos informativo y, con esto, surte externalidades hacia los mercados y los agentes.        
En mis años de estudiante de grado, siempre me llamó la atención cuando me preguntaban mis profesores acerca de la diferencia entre los conceptos flujo y stock, podría contestar con cierta valentía que no conocía una mejor definición para el primer concepto  que pararse en una de las esquinas de los barrios tradicionales del centro de Buenos Aires como pueden ser El Once, Belgrano o Boedo, y ahí tendremos materializada la definición, de forma notablemente acabada, de flujo. Esto derivo a llamarme aún más la atención y, en muchas ocasiones, contemplar cómo el tránsito era, de alguna manera, arbitrado o coordinado por objetos tan simples pero de una importancia inconmensurable, como lo hacían los semáforos.
En una especie de soñador con cierto sesgo de inocencia o, si se quiere, de gran ingenuidad, hasta llegue a asociar el rol de los semáforos con el sistema de precios, donde el tránsito vial y de a pie eran los componentes del mercado. En este escenario, las transacciones eran posibles porque había un sistema de precios (semáforos) que coordinaba los flujos y la generación de stocks de los agentes.
Con esta introducción, algo extendida pero con el objetivo de echar luz sobre lo que queremos exponer,  y una suerte de confesión por cierto, podemos introducir la problemática que está sucediendo en el día de hoy desde aproximadamente las 18.00 hs. Hasta estos momentos con el shock que produjo el apagón generalizado de energía eléctrica al cual le sumamos que hace más de tres días el sistema de recaudación de residuos colapsó y la presencia de temperaturas con altos valores, poco habituales para la temporada del año; ha desatado una suerte de caos en la ciudad.
Con el objetivo natural de llegar a sus hogares, los trabajadores, luego de una fuerte temperatura climática y ante el enfrentamiento con el caos mencionado, estamos ante un comportamiento caótico: personas con mal humor, llegan tarde a otros destinos, se quedan encerradas en subterráneos, nerviosismo, neurosis y agio generalizado por la situación son consecuencia y, a su paso, acentuación del estado de situación mencionado.
 Es un buen momento para preguntarnos si las sociedades pueden suplir de estos mecanismos que las coordinen independientemente del nivel educativo y de formación técnica que se disponga. El ser humano es, inferimos, de naturaleza volátil en su comportamiento. Ante escenarios de las características que describimos con precedencia, hay exabruptos esperables e inesperables que motivan aún más la situación inicial. Esto conduce directamente a que los comportamiento, estén fuera de un corredor de normalidad promedial diaria como la que observamos al menos en casi todos los casos.
 Por esto, en estas notas breves deseamos poner en evidencia el rol fundamental que cumplen los mecanismos de coordinación y regulación en la sociedad nacional e internacional actual[2]. Una sociedad que está más comunicada pero, percibimos y evidenciamos, contiene grandes vulnerabilidades ante la toma de información permanente que contamina la vida y el bienestar de los ciudadanos. Este último es un punto que se deriva de  lo que está ocurriendo.
Creemos que hay ciertos elementos indispensables y determinantes que hacen a un funcionamiento ``normal´´ de las sociedades.
En suma, es hora de preocuparse por evitar estos tipos de acontecimientos sin detrimento del descuido de otros. La gestión de política es inherentemente reticente al enfoque de largo, desde donde los resultados son lejanos pero, con seguridad, los ciudadanos premiaran a los individuos que trabajen para evitar estos escenarios.                


[1] Leijonhufvud, A. (1981), Information and Coordination: Essays in Macroeconomic
Theory. Oxford, Oxford University Press.
[2] Obviamente sin pasar a la represión y control extremo.

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