domingo, 30 de septiembre de 2012

La coyuntura argentina: soja, Brasil y el neo-monetarismo de CFK


Pese a los cada vez más difundidos controles económicos y a las declaraciones cada vez más extravagantes de la Presidente argentina, la economía argentina sigue mostrando señales de mejora. El último dato de PBI publicado por el cuestionado INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) muestra la fuerte desaceleración sufrida por la economía argentina, que pasó de crecer un 9,3% interanual en el tercer trimestre de 2011, a exhibir un crecimiento nulo en el segundo trimestre del corriente año. Esta desaceleración fue particularmente fuerte en este último período, teniendo en cuenta que en el primer trimestre del año el PBI aún crecía a una tasa de 5,2%. El sector de servicios siguió creciendo, aunque a una tasa menor que en períodos anteriores, mientras los sectores productores de bienes se contrajeron un 5,9%: cada vez queda menos del modelo "productivo" que el movimiento kirchnerista dice defender.

Sin embargo, los indicadores de actividad económica que publica con periodicidad mensual la misma institución parecen empezar a mostrar una incipiente mejora. El estimador mensual de actividad económica vuelve a crecer interanualmente en Julio 2012 (2,7%), luego de dos meses de tasas moderadas de contracción, mientras que el ritmo de la caída en el estimador mensual industrial se ha reducido significativamente en los últimos dos meses, contrayéndose apenas un 0,9% en Agosto 2012.

Si observamos las medidas tomadas por el gobierno argentino en los últimos meses, parecería imposible esperar que la economía se reactive: fuerte restricción a la adquisición de divisas en el mercado oficial, restricciones a las importaciones, ajuste (inconcluso) de las tarifas públicas, peleas por ingresos y gastos fiscales con algunas provincias, aumento del tope mínimo salarial para cobrar asignaciones familiares que oculta en realidad una reducción de lo que cobran actualmente muchos asalariados, la falta de actualización por inflación del mínimo a partir del cual se tributa impuesto a las ganancias, etc. Aunque esto no sea una lista exhaustiva, se puede afirmar que las medidas se asemejan más a un plan de ajuste, que a un plan para reactivar la economía.

Lo que ha permitido que la economía renazca es el frente externo, el mismo que originó la desaceleración, la cual luego se profundizó con los errores de política económica. Por un lado, ha implementado una serie de medidas contracíclicas de características radicalmente opuestas a las llevadas a cabo en Argentina: baja de tasas de interés, promoción de inversiones, reducción de impuestos a industrias radicadas en el país, etc. Como resultado de esto, la mayoría de los analistas económicos esperan que la economía del principal socio comercial argentino comience a repuntar en esta segunda parte del año. Por el otro, una soja todavía muy por encima de los 500 dólares implica un alivio tanto para los productores agropecuarios, como para el mercado cambiario (el cual ha estado en el ojo de la tormenta en los últimos meses).

Sin embargo, el frente externo presenta otros problemas de tipo más "político" y autogenerados por el gobierno argentino, pero que podrían tener potencialmente un efecto negativo en la economía. A las cada vez más necesarias importaciones de combustible y el breve conflicto con España derivado de la expropiación de YPF, se han sucedido una serie de denuncias ante la OMC entre Argentina y países desarrollados (principalmente Estados Unidos), roces comerciales con Uruguay y Brasil por las restricciones a la compra de dólares y a las importaciones, problemas con el FMI por la falsificación de estadísticas de inflación, etc. Todas estas medidas son más efectivas para ahuyentar inversores y aplacar sus "animal spirits", que para defender la soberanía argentina.

Sorprendentemente, la única política fuertemente expansiva del gobierno hoy en día parece ser la monetaria. Esto ha permitido que la tasa de inflación no ceda (todas las estimaciones relativamente serias la ubican algunos puntos porcentuales por encima del 20%), pero sus efectos sobre el nivel de actividad han sido sumamente dudosos, ya que al fin y al cabo las tasas de interés han aumentado desde noviembre pasado y la economía se ha desacelerado. Y esto ha ocurrido pese a que el BCRA ha mantenido el ritmo de expansión de los agregados monetarios (entre 30 y 40% para la base monetaria y entre 20 y 30% para M2, de acuerdo a datos del BCRA). Teniendo en cuenta esto, la única esperanza que nos queda para que la recuperación se afirme es rezarle a la soja y a Brasil.

La economía argentina es la prueba viviente de que, aunque la presidente del BCRA Mercedes Marcó del Pont y el Viceministro de Economía Axel Kicillof digan lo contrario, la emisión monetaria puede ser inflacionaria bajo ciertas circunstancias. Pero no solo los hechos les llevan la contraria. Sin querer, hasta Cristina Fernández de Kirchner ha contradicho a sus funcionarios durante su reciente exposición en la Universidad de Georgetown, cuando dijo textualmente “la expansión monetaria que han hecho los Estados Unidos para salvar al sector financiero y una tasa de inflación del 2 por ciento, es chino”*, excusando con conceptos muy endebles la manipulación de las estadísticas oficiales de inflación en Argentina.


Resulta ser que, cuando nos conviene, somos todos monetaristas.


* Nota del autor: se supone que "chino" hace referencia al calificativo "cuento chino", utilizado habitualmente en Argentina para referirse a algo que es mentira.

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