sábado, 25 de mayo de 2013


El llamado a la discusión de inmortalidad planteada por Borges


Es sanamente deseable que los procesos socio-económicos se analicen mediante una perspectiva temporal que escape a visiones cortoplacistas. En este sentido, este argumento cobra especial relevancia al asumir que el ánimo del momento está influido por juicios de naturaleza partidaria y de la instancia en que se encuentra la fase de la dinámica del proceso.

Cuando intentamos identificar esos procesos, damos cuenta que en la historia mundial reciente se presentan muchos y de cierta diversidad. En muchas etapas de la historia de las naciones observamos algunos casos de crecimiento económico, movilidad social ascendente y estable y gobiernos de políticas sustentables afrontando permanentemente los problemas que todo proceso transformador inmiscuye en el camino. 

Podemos observar a estos casos con características poco extravagantes pero continuas y estables en el tiempo: variables macroeconómicas sólidas pero con cierto sesgo hacia el suavizamiento al observar su comportamiento, políticas en respuesta a las fluctuaciones económicas, gestión de temas que para muchos se vuelven atemporales en la etapa de auge y conformidad del agregado social. Tales temas van desde el sostenimiento de políticas con un sentido de justica bajo cualquier punto de vista, la libertad y el respeto a la propiedad privada, el acceso de todo el tejido social a empleos estables y subsidios con controles deseables e infranqueables.   

Otras naciones, a diferencia de las anteriores, hay vivido eventos abruptos e inestables casi de forma periódica cada decenio: súbitas mejoras en los niveles de vida, niveles de inflación relativamente bajos y estables, aumento de la mano de obra en toda la matriz de producción, crecimiento sostenido del consumo de bienes y servicios, de la inversión y un aumento del producto bruto interno notoriamente elevado. Posteriormente, se genera un evento que llama a la caída de ese comportamiento y posibles crisis. Se evidencia que algo no funcionaba bien.    

Sin embargo, hay una característica en común de estos dos tipos de naciones pero que, en muchos casos, se presenta en mayor medida en la segunda: plantear esta característica es citar el tratamiento a la inmortalidad que expone Borges en muchas de sus cuentos y extenderlo a nuestros días. El sentimiento de inmortalidad de muchos funcionarios  políticos es el gran problema que tenemos que enmendar como sociedad en el marco de los instrumentos democráticos que disponemos. En las épocas de boom económico parecería que la fuerza por la permanencia impoluta e indiscutida es una cuestión que está fuera de la frontera de los desafíos. La mayoría de los componentes de las sociedades parecen en acuerdo con esto al sostener un comportamiento acomodante en contextos de fuerte crecimiento económico.

Cuando se llega al punto de máximo crecimiento, marcado por un evento económico endógeno o exógeno o ambos a la vez, se produce un estadio de crítica a lo que antes parecía indiscutido, muchos actores comienzan a ver puntos a corregir sin, necesariamente, no haberlos visto antes.

Con estos aspectos, es difícil sostener que el comportamiento social siempre tiende a ser el correcto ergo, lo que las mayorías quieren.

Las críticas a la realidad actual  y a los responsables políticos deberían realizarse en virtud de pensar que los procesos sociales anteriores son producto de decisiones precedentes en marcos que pueden ser distintos o similares. Si corriéramos el velo de lo que postulamos como un juicio de la realidad, seguramente notaremos que la realidad es un conjunto de acciones que se han llevado a cabo por un objetivo y razón. La realidad es una pre-construcción de otras realidades precedentes. No obstante, es sumamente interesante calificar a esas realidades en virtud de ese tiempo pero no dejando afuera la contemporaneidad. Se desprende que hay una suerte de injusticia moral cuando hacemos el ejercicio de comparar procesos históricos pero que, desde mi perspectiva, es necesario y es de lo que disponemos los seres humanos en estos tiempos.

Las naciones de características más estables parecen haber establecido una mayor sustentabilidad en las decisiones. No es casualidad que, a pesar de la crisis financiera internacional, los países con una historia marcada por una menor volatilidad y tendencias al desarrollo económico sean también las que no tengan conflictos sociales de urgencia.

La historia de volatilidad, crisis y despegue de las naciones con mayores conflictos tiene a nuestro país en una de las planas mayores. Esa historia nos alecciona si observamos el proceso con ánimo de largo plazo y sin los sesgos cómodos de la inmediatez.

No es casual que hoy estemos tratando de evaluar los 10 años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, y se presenten diagnósticos casi antitéticos. Sería un error si solo observamos el presente.

Finalmente, esa historia también nos hace un llamado a resolver las ideas de inmortalidad que existen en los gobiernos; para esa inmortalidad nada será tal, siempre será lo mismo porque siempre sé es lo mismo.    
                

2 comentarios:

  1. Muy interestante reflexión Tincho. Creo que la conclusión (o mi conclusión) es que a los argentinos nos vendrían bien una Gran Moderación... no específicamene en política económica, sino en genera a nivel institucional.

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    1. Gracias Nico. Una revisión institucional que converja hacia la estabilidad debería ser el resultado de mirar a a economía con ojos de largo plazo. La evidencia empírica concluye que solo así podemos entrar en el corredor del desarrollo.
      El conflicto de intereses siempre estará presente pero sin políticas de largo plazo y estables creo que siempre estaremos en la volatilidad permanente. Sin dudas, mucho para reflexionar.

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