Uno de los objetivos más trascendentales
de la vida democrática de los países debería estar dado en las características
de la transición del poder. En cada cambio de administración gubernamental, las
condiciones socioeconómicas deberían transitar un proceso de mejora o, al
menos, las políticas que se habían gestionaron precedentemente tendrían el foco
en ese sentido. Al observar los avances institucionales que se produjeron en
varios países emergentes, es inevitable caer en cuenta de una correlación
positiva con las mejoras de las condiciones económicas de esos países. Por
cierto, Brasil, con sus matices y problemas estructurales de antaño, ha tenido
gran continuidad en la gestión institucional y, a su vez, una macroeconomía de performance notoriamente más estable que
durante gran parte del siglo XX. Otro ejemplo, con diferencias, es Perú. En ese
país, existe una importante sostenibilidad en las políticas económicas que han tenido
resultado muy auspicios en materia de crecimiento, estabilidad e inflación. Sin
embargo, ante países distintos, mayores o menor matices, pero matices al fin.
Esto nos lleva a pensar pragmáticamente en lo fructífero de analizar y comparar
ciertas políticas similares en distintas naciones, aunque debemos asumir que esto
conforma uno de los elementos más importantes que disponemos para evaluar políticas.
En la actualidad, podemos
observar países con economías de tasas de crecimiento positivas aunque algo
menores que en la primera década de 2000, pero con ciertos problemas
estructurales aún sin resolver. Las estructuras productivas y, en consecuencia,
las exportaciones, todavía guardan una fuerte concentración hacia sectores de bienes
primarios; en algunos países el sector industrial todavía no muestra un fuerte
despegue luego varios años de expansión del producto. A su vez, existen niveles
de regulación vinculados principalmente con un capitalismo de prebenda y otros
aspectos que en ciertas ocasiones nos recuerdan los fracasos del pasado. En este
contexto, si nos detenemos a recordar los discursos de los administradores de
gobierno, notaremos que este hecho ha sido utilizado de manera constante, como una
especie de credencial proselitista. Una
buena estrategia, por cierto, pero de corto plazo al observar que, en muchas
oportunidades, los resultados de las elecciones nacionales fueron a favor de
los hacedores contemporáneos. Contrariamente, si indagamos la historia
económica, las dinámicas exitosas tienen un denominador común: la
sustentabilidad de las políticas socio-económicas en un marco institucional
consistente con independencia de las ideologías y los grupos de poder
responsables en cada momento de la historia.
Así pues, se torna necesario notar
sucintamente (ya que el análisis excede la naturaleza de la presente nota) algunos
aspectos relacionados. La hipótesis de la denominada estrategia populista de los hacedores de política fue
muy conocida durante gran parte del siglo XX en los países de Latinoamérica, como
así también sus resultados. Paradójicamente, existe un gran consenso acerca de su
permanencia en la actualidad. Si bien
esta hipótesis es correcta; no tendría, no obstante, una argumentación
sistémica de ciertos fenómenos que se interrelacionan dentro de esta misma
temática y que parecen tener gran recurrencia. Asimismo, si solo postulamos que
la estrategia de los hacedores de política es insustentable, caemos en un error
grave de identificación del problema el cual no solo se circunscribe a la
coyuntura sino que tiene efectos dinámicos sobre la estructura social y de
producción de una nación.
Desde ese respecto, a las
decisiones de política es esencial adicionar el consenso agregado del
electorado que, con anterioridad, dispensó la responsabilidad en la
administración política. Este aspecto es transcendental si queremos entender la
inconsistencia dinámica que se evidencia en los responsables de conducir a los países hacia
una senda de mayor bienestar. Entonces, postulamos a las instituciones en su
carácter de autónomas y de acción lógica como los elementos vitales hacia la consecución
de esos objetivos.
Los arreglos institucionales han
tenido relevancia en la mayoría de los procesos económicos exitosos en el largo
plazo. Los países con sistemas democráticos más avanzados han convivido en escenarios macroeconómicos de crecimiento estable
con escasa frecuencia de hechos de volatilidad real y financiera. Estos
arreglos institucionales están formados no solo por los distintos organismos
del sistema de poder democrático, las entidades regulatorias independientes, el
marco legal y el enforcement; sino
también, y con una importancia creciente, con la institucionalidad enmarcada en
aquella continuidad de políticas socio-económicas en aras de la estabilidad
económica y el camino hacia entornos sociales más equitativos. De hecho, las
condiciones del desarrollo están sustentadas, en su estadío más primitivo, en
esos pilares. En consecuencia, es aquí donde tenemos una sutil evidencia sobre
la institucionalidad que nos invita a
detenernos y pensar. Se plantea, pues, la necesidad de notar que el set de
instituciones y su (correcto) funcionamiento
interrelacionado de los que dispone un país, posee una relevancia trascendental
al crecimiento económico: es un factor de perpetuidad necesaria hacia el camino
del éxito de las sociedades.
En suma, podemos afirmar que el
fracaso de las naciones no tiene características monocausales, su génesis es
más compleja y requiere ciertos lineamientos que se deberían extrapolar de la
visión única del crecimiento económico como signo del éxito último. Las puertas
del desarrollo estarían en la salida de la inconsistencia dinámica de
conformarnos solo con el crecimiento.
Tincho, a partir de tu nota, me vienen dos preguntas sobre lo que nos depara una eventual sucesión política. La primera es qué hará la oposición y un eventual gobierno de la actual oposición a partir de 2015: ¿caerán en el error de Menem y Duhalde/Kirchner de denostar a la década pasada y deshacer aún las cosas que se hicieron bien? Si lo hacen, seguimos con el ciclo argentino.
ResponderBorrarAhora, supongamos que no hacen eso, sino que intentan seguir los lineamientos de política de esta década con algunas correcciones. Acá viene la segunda pregunta: ¿harán solo correcciones menores y tendremos un nuevo De la Rúa al que le explote en las manos la política macro inconsistente? ¿O para "desactivar la bomba" harán cambios y correcciones un poco más profundos en lo referente a la administración del ciclo económico?
Difícil saberlo. El mantenimiento de ciertos lineamientos de política necesitaría de algún tipo de acuerdo, expreso o tácito, entre las principales fuerzas políticas, algo que veo poco probable con este gobierno o con cualquier otro gobierno de origen peronista. Seré excéptico, pero le tengo más fe a un escenario en el que se mantiene el ciclo argentino de ilusión y desencanto... con suerte tendremos un gobierno con más valentía que el de De la Rúa para no terminar otra vez en una crisis económica terminal.
Nico, lamentablemente cualquiera de las dos opciones que das, denostar el pasado o seguir con lo mismo correcciones menores mediante, son bastante probables. Estos dos hechos como una reacción populista pura en aras seguir ``encantando´´ al electorado y, en sintonía con el post, obtener un beneficio de corto plazo con ciertas probabilidades del fracaso en el largo plazo.
BorrarCreo que la opción más sustentable (la que planteas al final) requiere, sin embargo, algún instrumento que sustente un acuerdo entre dirigentes y sociedad. Estamos en un escenario crispado donde hay pocos puntos en común y muchos totalmente irracionales de los del estilo ``esto o la crisis´´ apoyando medidas totalmente inaceptables desde una lógica sana. Esto hace de una gran fuente de inestabilidades dinámicas. Tristemente estoy casi seguro que no voy a estar presente para presenciar tal cambio social.