¿El mensaje económico de Hamlet?
En un conocido pasaje de la
obra del exquisito dramaturgo inglés William Shakespeare (Siglo XVII); La Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca;
Hamlet le propina un mensaje dramáticamente notable a su conocido amigo Horacio:
hay más cosas en la tierra y en los
cielos, Horacio, que lo que piensa tu filosofía.
Francamente debemos admitir
que es un mensaje que se extiende a la mayoría de las realidades que toda
persona y país pueden enfrentar. Entre otros aspectos, la manera en que
abordamos un problema está fuertemente relacionada con nuestros aprendizajes
previos, las circunstancias y con la naturaleza del mismo que, a su vez,
depende, en términos generales, del tiempo y espacio. Pensemos en los problemas
que debíamos afrontar en nuestra niñez, adolescencia (adolecíamos) y en nuestro
tiempo actual; al realizar este ejercicio es inmediato el advenimiento de
recuerdos distintos para circunstancias que en muchos casos eran similares.
Las maneras de afrontar las
realidades coyunturales y estructurales las podemos enmarcar en un concepto
como la filosofía. Se desprende entonces, que no solo nuestra filosofía puede
ser la correcta o la menos incorrecta de
todas en cada momento del tiempo, quién sabe: a individuos distintos les
resultan correctos abordajes diferentes a problemas similares.
No obstante, sí sabemos que,
como los individuos, también existen problemas a nivel agregado que son los que
denominamos sociales y, dentro de éstos, están los relacionados con la economía
de una sociedad que afectan nuevamente a los individuos.
Los responsables de la
política económica actual naturalmente tienen filosofías de vida distintas los
cuales actúan de forma distinta sobre las decisiones respecto al abordaje de
los problemas que deben resolver y en la actualidad no son menores. Uno de los
ellos es la inconsistencia entre las variables nominales de la economía
(cantidad de dinero, tipo de cambio y tasa de interés), la política fiscal
(gasto público e impuestos) y el precio de los bienes y factores domésticos.
Los resultados de tales
decisiones están en la realidad. Hasta el momento de escribir estas notas, la
cantidad de dinero y el gasto público deficiente, como subsidios para sectores
acomodados de la sociedad, crecen a tasas muy por encima de la dinámica de la
economía real. Adicionalmente, los precios de los bienes y factores del orden
del 25% anual, muy lejos del crecimiento e inversión sin omitir la
productividad, parecen ir soltando amarras de la coordinación lograda en la
primera etapa de la década de 2000.
El crecimiento del tipo
cambio nominal respecto al dólar sigue siendo un hecho estilizado de nuestra economía
al momento en que se producen tensiones internas. Era de esperar que la
búsqueda de la sintonía fina de la gestión de la política económica convergiera
nuevamente en una coordinación sistémica
de los fundamentales macroeconómicos. Sin embargo, la filosofía de los hacedores
de política parece ser otra.
Las distorsiones de las
variables económicas no deben ser desatendidas, pues si se realiza el ejercicio
de omisión y perdón, solo se está dilatando la solución. Cuando esto sucede y
ante escenarios que evidencian cierta profundización y perpetuación, las
distorsiones se hacen cada vez más grandes. El error de omisión y subestimación
requiere que en el período posterior los mecanismos de corrección sean más
duros y prolongados. Hará faltan mecanismos más profundos que los
estabilizadores automáticos generados por la política impositiva.
La multiplicidad de tipos de
cambio que ha surgido luego de los controles cambiarios parece ser un reflejo
de la multiplicidad en la filosofía de los responsables de la política
económica. Es un escenario peligroso no actuar sobre el mercado cambiario
haciendo caso a la omisión. Esta última es la madre de la inoperancia que se
evidencia en los contertulios del gobierno y es el aspecto que actores con
otras visiones sugieren que se modifique. Evidentemente alterar el tipo de
cambio nominal es un riesgo no despreciable en contextos donde los demás precios
tienen un comportamiento convergente hacia la zona de sobrerreacción. Es
necesaria una suavización acordada de los precios antes de tomar una medida que
modifique el tipo de cambio, de lo contrario ésta dinámica se acercará a una
senda de aceleración sin control. Lamentablemente es una realidad posible y no
deseable.
En este sentido, postulamos
que hay otras maneras posibles que la negación de los problemas que hoy tiene
la economía doméstica, el mensaje adaptado de Hamlet por nosotros es claro: hay más filosofías en la tierra y en los
cielos que lo que piensa tu filosofía económica.
Nunca más oportuno el penúltimo párrafo. Hoy justamente salió una nota en La Nación acerca de la multiplicidad de posiciones dentro del gobierno sobre qué hacer con la política económica. Básicamente hay tres "bandos": Moreno, Kicillof (cuyas recetas son bastante parecidas en realidad) y Lorenzino. Nota al pie: si lo que dice La Nación es cierto, sorprendentemente Lorenzino me pareció el menos insensato. Me imagino que también hay una cuarto "bando", a esta altura con mucho menos poder, que es Marcó del Pont, aunque no sabemos a ciencia cierta cuáles serían sus lineamientos.
ResponderBorrarClaramente, hace falta un ministro de economía que coordine la política económica. Aunque esta coordinación debería incluir al banco central obviamente, también agregaría un presidente del banco central independiente... no en el sentido "ortodoxo" del término (al fin y al cabo, estoy pidiendo coordinación), sino que ponga límites a algunos aspectos como la financiación al tesoro nacional. Volver a un Lavagna y a un Redrado/Prat Gay sería lo más cercano a lo ideal.
Si, es un tema que se tiene que revisar profundamente. Sabemos que la política siempre estará por encima de un análisis económico, por más sesudo que sea.
ResponderBorrarMe animaría a decir, con cuidado de no pecar por desconocimiento, que se estaría en condiciones de brindar algo de aire al proyecto que están llevando a cabo si se piensa en solucionar los problemas con cambios en el abordaje. Como decís hacia el final, hasta es necesario un cambio de nombres, efecto psicológico nada despreciable en el mercado.
Acabo de leer la nota de La Nación, coincido con la postura del Ministro de Economía. No sabemos mucho lo que opina la presidente del Banco Central pero un desdoblamiento cambiario al igual que una devaluación brusca nos llevarían a dinámicas conocidas y peligrosas al menos en el corto plazo.
Totalmente de acuerdo. Es de imperiosa necesidad la coordinación ya que si solo observamos un lado de la cuestión es como hacer una dieta durante el día y a la noche llevarnos varias barras de chocolate a la cama.
Me gustaría ponerme en contacto con ustedes para tratar un tema de colaboración en el ámbito económico financiero para nuestra comunidad Rankia Argentina http://www.rankia.com.ar/ . Por favor, envienme un mail a amparo@rankia.com
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