El llamado a la discusión de inmortalidad planteada por Borges
Es sanamente deseable que los procesos socio-económicos se
analicen mediante una perspectiva temporal que escape a visiones cortoplacistas.
En este sentido, este argumento cobra especial relevancia al asumir que el ánimo del momento está influido por
juicios de naturaleza partidaria y de la instancia en que se encuentra la fase
de la dinámica del proceso.
Cuando intentamos identificar esos procesos, damos cuenta que
en la historia mundial reciente se presentan muchos y de cierta diversidad. En
muchas etapas de la historia de las naciones observamos algunos casos de
crecimiento económico, movilidad social ascendente y estable y gobiernos de
políticas sustentables afrontando permanentemente los problemas que todo
proceso transformador inmiscuye en el camino.
Podemos observar a estos casos
con características poco extravagantes pero continuas y estables en el tiempo:
variables macroeconómicas sólidas pero con cierto sesgo hacia el suavizamiento al
observar su comportamiento, políticas en respuesta a las fluctuaciones económicas,
gestión de temas que para muchos se vuelven atemporales en la etapa de auge y conformidad
del agregado social. Tales temas van desde el sostenimiento de políticas con un
sentido de justica bajo cualquier punto de vista, la libertad y el respeto a la
propiedad privada, el acceso de todo el tejido social a empleos estables y subsidios
con controles deseables e infranqueables.
Otras naciones, a diferencia de las anteriores, hay vivido
eventos abruptos e inestables casi de forma periódica cada decenio: súbitas mejoras
en los niveles de vida, niveles de inflación relativamente bajos y estables,
aumento de la mano de obra en toda la matriz de producción, crecimiento sostenido
del consumo de bienes y servicios, de la inversión y un aumento del producto
bruto interno notoriamente elevado. Posteriormente, se genera un evento que
llama a la caída de ese comportamiento y posibles crisis. Se evidencia que algo
no funcionaba bien.
Sin embargo, hay una característica en común de estos dos
tipos de naciones pero que, en muchos casos, se presenta en mayor medida en la
segunda: plantear esta característica es citar el tratamiento a la inmortalidad que expone Borges en muchas
de sus cuentos y extenderlo a nuestros días. El sentimiento de inmortalidad de muchos
funcionarios políticos es el gran
problema que tenemos que enmendar como sociedad en el marco de los instrumentos
democráticos que disponemos. En las épocas de boom económico parecería que la
fuerza por la permanencia impoluta e indiscutida es una cuestión que está fuera
de la frontera de los desafíos. La mayoría de los componentes de las sociedades
parecen en acuerdo con esto al sostener un comportamiento acomodante en
contextos de fuerte crecimiento económico.
Cuando se llega al punto de máximo crecimiento, marcado por un
evento económico endógeno o exógeno o ambos a la vez, se produce un estadio de crítica
a lo que antes parecía indiscutido, muchos actores comienzan a ver puntos a
corregir sin, necesariamente, no haberlos visto antes.
Con estos aspectos, es difícil sostener que el comportamiento
social siempre tiende a ser el correcto ergo, lo que las mayorías quieren.
Las críticas a la realidad actual y a los responsables políticos deberían
realizarse en virtud de pensar que los procesos sociales anteriores son producto
de decisiones precedentes en marcos que pueden ser distintos o similares. Si corriéramos
el velo de lo que postulamos como un juicio de la realidad, seguramente
notaremos que la realidad es un conjunto de acciones que se han llevado a cabo
por un objetivo y razón. La realidad es una pre-construcción de otras
realidades precedentes. No obstante, es sumamente interesante calificar a esas
realidades en virtud de ese tiempo pero no dejando afuera la contemporaneidad.
Se desprende que hay una suerte de injusticia moral cuando hacemos el ejercicio
de comparar procesos históricos pero que, desde mi perspectiva, es necesario y
es de lo que disponemos los seres humanos en estos tiempos.
Las naciones de características más estables parecen haber
establecido una mayor sustentabilidad en las decisiones. No es casualidad que,
a pesar de la crisis financiera internacional, los países con una historia
marcada por una menor volatilidad y tendencias al desarrollo económico sean
también las que no tengan conflictos sociales de urgencia.
La historia de volatilidad, crisis y despegue de las naciones
con mayores conflictos tiene a nuestro país en una de las planas mayores. Esa
historia nos alecciona si observamos el proceso con ánimo de largo plazo y sin los
sesgos cómodos de la inmediatez.
No es casual que hoy estemos tratando de evaluar los 10 años
de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, y se presenten diagnósticos casi antitéticos.
Sería un error si solo observamos el presente.
Finalmente, esa historia también nos hace un llamado a
resolver las ideas de inmortalidad que existen en los gobiernos; para esa inmortalidad
nada será tal, siempre será lo mismo porque siempre sé es lo mismo.
Muy interestante reflexión Tincho. Creo que la conclusión (o mi conclusión) es que a los argentinos nos vendrían bien una Gran Moderación... no específicamene en política económica, sino en genera a nivel institucional.
ResponderBorrarGracias Nico. Una revisión institucional que converja hacia la estabilidad debería ser el resultado de mirar a a economía con ojos de largo plazo. La evidencia empírica concluye que solo así podemos entrar en el corredor del desarrollo.
BorrarEl conflicto de intereses siempre estará presente pero sin políticas de largo plazo y estables creo que siempre estaremos en la volatilidad permanente. Sin dudas, mucho para reflexionar.