Las instituciones y su rol en las economías
Antes de la tercera
entrega de Notas sobre Crisis,
hacemos un intervalo para comentar un tópico determinante, quizás el más
importante, sobre las causas del desarrollo económico y social de las naciones.
En este sentido, no
podemos dejar de mencionar a los economistas Robert Fogel (1926) y Douglas North (1920) sobre sus
estudios de la historia económica y el rol de las instituciones en el
desarrollo económico de las naciones ha sido el reconocimiento a una nueva
óptica de análisis sobre las causas del desarrollo económico de los países. Indudablemente,
un gran avance en la teoría económica con un merecido Nobel de Economía en 1993.
En los últimos días, el
suplemento económico de diario Clarín publicó una entrevista a uno de los
grandes investigadores actuales del tema, Daron Acemoglu (Instituto Tecnológico
de Massachusetts, MIT), para presentar el libro The Origins of Power, Prosperity and Poverty. Why Nations Fail (Crown Publishers, 2012) que escribió en coautoría
junto a otro investigador de notable importancia, el politólogo James A. Robinson
(Universidad de Harvard).
Concretamente en la
nota del mencionado matutino, los investigadores plantean que la diferencia en
la prosperidad y desarrollo de los países es explicada por la calidad de las instituciones. Las naciones ricas y avanzadas se
encuentran en éste estadío a raíz de que han cultivado instituciones que no
solo funcionan como entes de regulación con independencia de los poderes contemporáneos,
sino que se deben adaptar a los nuevos contextos y requerimientos de los mismos
de una manera independiente en su formulación pero en cooperación continúa
respecto a su accionar.
Sino, planteemos el
ejercicio de trasladar las instituciones de inicios del siglo pasado, donde el
patrón oro era una directriz fundamental en la economía internacional, al contexto
actual de fuerte globalización financiera, económica y social (ésta última a
través de las redes sociales), y crisis
de los principales países del mundo.
Cuando al profesor Acemoglu
se le preguntó acerca de la divergencia económica entre América Latina y América
del Norte, la respuesta fue: ``…América
Latina es más pobre porque un día fue inmensamente rica. Su oro y el
sometimiento a la esclavitud de sus habitantes permitieron una economía
extractiva basada en la
explotación de muchos por unos pocos. A los ingleses esa posibilidad les fue
vedada. En América del Norte escaseaban el oro y la mano de obra local, y
sobraban los estímulos para salirse de la colonia cada vez que la autoridad
intentaba recortar libertades. La única forma de conseguir una colonia
económicamente viable fue crear instituciones que incentivaran a los colonos a invertir y
trabajar…´´. (iEco, diario Clarín del 2 de Septiembre de 2012)
Cuando observamos el
desarrollo actual de los países, muchas de las miradas se centran, no obstante,
en el cumplimiento de la ley y las instituciones con la que los países cuentan.
Desde este aspecto y con el objetivo de realizar una breve reflexión del tema
planteado por el libro, nos invitamos a formular dos casos de instituciones
totalmente contrarias una de la otra: El primer caso lo inferimos como una nación
donde la distribución de los poderes es marcadamente desigual y las clases
dominantes mantienen un orden institucional adverso a la modernización. El
segundo sería el de un país donde los equilibrios institucionales se alcanzan con
cierta inestabilidad y poca credibilidad, y las “reglas de juego” están sujetas
a cambios constantes y, en muchos casos,
súbitos y abruptos.
En ambos casos el
análisis, en perspectiva histórica, se torna importante no solo para determinar
la generación misma del modo institucional por el que la sociedad optó sino
para poder identificar la naturaleza y génesis de las relaciones sociales que
dieron paso a ese marco institucional particular. Respecto al caso de
desigualdad de poder político y económico, se disponen de varios estudios
comparativos los cuales tratan de brindar argumentos para explicar las causas
del desarrollo o sub-desarrollo de las naciones.
Si bien no hay un
consenso total, existe evidencia en común acerca de la relación entre países
avanzados y hechos históricos que motivaron el proceso hacia el desarrollo. Uno
de los hechos es que a lo largo de la historia de países tales como los de América del Norte, se registró una
diferencia sustancial en la asignación de la propiedad de tierras. Esto permitió
actividades más eficientes, dentro del contexto histórico, que dieron lugar a
la generación de efectos escala en la
producción. Por otro lado, hay países que
optaron por el criterio de minimizar la diversificación de la repartición de
tierras donde las consecuencias fueron las opuestas a las anteriores.
Concretamente, la
evidencia de la formación de los pequeños agricultores, derivada del primer
criterio, en muchos casos de naturaleza
familiar, sustentó mejores condiciones para la explotación de tierras en
forma más productiva a través de la utilización de cierta tecnología en un marco
competitivo. Mientras que el criterio tendiente a la concentración de la
propiedad genero un marco menos competitivo y eficiente configurando, a su vez,
una mayor atomización del poder económico en unos pocos.
Las instituciones
resultantes de un territorio donde el poder económico es notoriamente dispar
generado por una distribución de recursos sesgada en favor de pocos, tienden
también a concentrar el poder político hacia intereses particulares y en aras
de mantener el status quo por sobre los intereses de la población. Esta disparidad
de poderes tanto políticos como económicos genera instituciones menos
favorables hacia los derechos de propiedad y el funcionamiento del mercado. Con
esta perspectiva, las innovaciones e inversiones privadas necesarias para el
crecimiento y el posterior desarrollo tendrán mayor dificultad en su generación
(Acemoglu et al., 2005).
Respecto al caso donde
el equilibrio institucional sería inestable, con ciertos problemas de
credibilidad y reglas de juego que se
modifican constantemente; el fracaso en el desarrollo también es posible postularlo desde la
calidad institucional y la atomización del control de las instituciones
políticas y económicas. Desde este aspecto, se puede arribar al equilibrio
institucional mediante situaciones de elección que no son representativos de la
mayoría de los ciudadanos ya sea por la existencia de un poder de facto, el
cual ejerce presiones sobre las autoridades para que gestionen intereses
particulares y no una gestión que optimice el bienestar social, o de un poder
no representativo de la sociedad que también maximice sus intereses. Con ésta
óptica, denominada de conflicto social,
se infiere la existencia de costos de transacción los cuales harían ineficiente
dicha elección de instituciones. Estos costos de transacción, que generan el
conflicto de intereses, se derivan de las obligaciones que tienen comprometidas
los grupos de elites en favor de sus intereses y en detrimento del conjunto de
la sociedad.
Nuevamente, este marco
poco acorde a la competencia de los mercados y hacia el respeto por los
derechos de propiedad, resulta en una performance económica ineficiente en
relación a los recursos con que se cuenta.
Los motivos relacionados
a la dificultad de alcanzar las reformas necesarias son de naturaleza
institucional, en parte mencionados en los párrafos precedentes. El tipo de
instituciones económicas, definidas tales como el cumplimiento del conjunto de derechos
de propiedad, el libre mercado, entre otros aspectos; y la distribución de los
recursos son variables determinantes cuando se estudia la ausencia del cambio
hacia el sendero del desarrollo. Este
cambio, debe ser realizado comprometiendo a las instituciones y los objetivos
sociales por sobre los objetivos de las elites brindando incertidumbre a los
emprendimientos productivos, es decir,
evitando los cambios de reglas permanentes.
Se destaca que todo proceso
de cambio institucional es paulatino, en ciertas ocasiones hay factores
determinados que tornan dificultosa tal posibilidad de cambio a raíz de que las
autoridades no tienen la motivación de gestionar las políticas necesarias en
ese curso o, directamente, bloquean el mismo. En este sentido, hay que notar
que la desigualdad de poderes reales sobre institucionales es determinante. El
poder político y económico de algunos sectores sociales minoritarios que
validan el tipo de instituciones en las que operan, no solo promueven la
desigualdad social sino que generan la persistencia a lo largo del tiempo (Acemoglu
et al., 2005, Bardhan, 2005).
Esta configuración
social lleva a que las reformas a implementarse tengan grandes dificultades si
no incluyen aspectos favorables para los intereses de los actores que mayor
poder real detentan. Los costos derivados del cambio son evitados por las
elites mediante el uso de su poder de negociación mayoritario.
Adicionalmente, se
puede incluir que si el proceso de reformas se lleva a cabo, el éxito también
dependería si las políticas implementadas son acompañadas por inversión privada
tanto en capital como en recursos humanos. Este proceso de inversión generará
retornos dinámicos fomentando mayor escala productiva e inclusión al sistema
productivo tanto de trabajadores como incentivos a la entrada de nuevos
empresarios.
Por otra parte, la
evidencia del éxito o fracaso de una intervención externa, como el origen de
los colonizadores o la intervención política en aras de ordenar la gestión de
los gobernantes de turno, es divergente a lo largo de la historia. La
divergencia mencionada alude a los resultados de abordar el desarrollo. Sin
embargo, existen coincidencias acerca de las condiciones iniciales de
producción, y en general, de los países y del tipo de instituciones que se
formaron más allá del país que irrumpió en ese territorio (Sokoloff y Engerman, 2000). Esto llama a
poner en duda que sólo una intervención externa superadora sea exitosa sin
tener en cuenta consideraciones internas de cada problemática social en
particular tales como la cultura, las formas de producción y los centros de
poder político.
La evidencia histórica
brinda varios casos que están a favor de las condiciones culturales, de medio
ambiente y sociales que tendrían un peso considerable en el estudio de las
causas del sub-desarrollo económico e
institucional. Se agrega las normas de comportamiento originadas en el
proceso histórico de cada sociedad en particular. Nunn (2009) argumenta el caso
de comportamientos sociales de algunos países que tempranamente tuvieron
mayores valores hacia el sistema de propiedad privada y la industria
capitalista. Estos factores fomentaron históricamente el marco sociocultural con mejores
condiciones para las actividades productivas.
En un mismo orden, si
se toma el perfil productivo como un
rasgo generado desde las condiciones estructurales y las características
predominantes de cada territorio, los países que no han conseguido abordar el
desarrollo tienen ciertos patrones en común. Desde estas coincidencias se
pueden notar el predominio de actividades
económicas no reguladas, derechos de propiedad expuestos al riesgo e inversión
deficiente. Un ejemplo puede darse en las actividades de extracción de recursos
como en los casos de países del continente africano. En esos países las instituciones
económicas que validaron el trabajo esclavo, las mayores tasas de mortalidad
derivadas de la actividad, el menor respeto a los derechos de propiedad como las culturas ya establecidas, brindaron
una estructura que tendría un peso
notorio al momento de establecer las medidas de política fundamentales hacia el
desarrollo.
En este sentido, no
parece que la mera intervención externa para resolver los conflictos colectivos
particulares de una sociedad sea condición suficiente para llevar a cabo un
proceso de implementación de políticas que logren objetivos de desarrollo
genuinos. Sin dudas, el carácter institucional de las sociedades es endógeno y
los cambios necesarios, desde las normas de comportamiento, la cultura y los
valores hacia las actividades económicas, deberían plasmarse en la articulación
con todos los actores sociales. Para esto, se torna prioritaria la corrección
de las desigualdades en los poderes económico y político con el fin de
solucionar los conflictos de distribución que llevaron a situaciones
ineficientes. Es de esperar que este
proceso sea largo y dificultoso, pues van a existir resistencias de los grupos
que se benefician de la estructura institucional actual hacia una distribución
con menos sesgos en intereses particulares.
Ha llegado la hora de
las instituciones.
Bibliografía
Ø
Bardhan,
P (2005), "Institutions matter, but which ones?", Economics of Transition, 13 (3), pp.
499-532.
Ø
Nunn,
N. (2009), “The Importance of History for Economic Development,” Annual Review of Economics, Vol.
1, No. 1.
Ø
Acemoglu,
Daron, Simon Johnson and James Robinson (2005), “Institutions as the
Fundamental Cause of Long-Run Growth”, en Aghion and Durlauf, Handbook of Economic Growth, Elsevier.
Ø
Sokoloff, K. and S. Engerman (2000), "History Lessons: Institutions, Factor Endowments, and
Paths of Development in the New World," Journal of Economic Perspectives
14, 217--232.
Buenísimo el artículo Tincho. Aún sabiendo muy poco del tema, me animo a decir que el aspecto de la escuela institucionalista que más me agrada es la reivindicación del estudio de la historia en la economia (ya sea explícita o implícitamente).
ResponderBorrarPor otro lado, me da la sensación que lo hecho hasta ahora es "un conteo de cadáveres"; es decir, simplemente vemos quienes sobrevivieron y a quienes les fue mal. Espero que se siga avanzando en esta línea y esta rama se proponga investigar si hay mecanismos (¿no coercitivo o al menos que lo sea en la menor medida posible) para que estos países cambien sus instituciones gradualmente y se revaloricen instituciones ligadas al mercado como forma de organización económica. Es difícil porque, dado el objetivo mismo en cuestión, entiendo que habría que hacerlo sin afectar los derechos de propiedad. Una ardua y larga tarea, la cual (en mi humilde opinión) algunos países de Sudamérica han comenzado a querer emprender (muy recientemente en términos históricos). Lamentablemente, no me parece que Argentina esté en este grupo, debido a que en los últimos 4/5 años parece haber una tendencia contraria a la defensa de la propiedad privada, del mercado (en sentido amplio) como forma de organización económica y de alguna libertades individuales elementales.
Gracias Nico. Si, coincido. De hecho, desde mi punto de vista la historia es la madre de todas las lecciones en el campo de las ciencias sociales. Obviamente con sus salvedades pero hay como proceso de repetición con ciertos matices que no podemos eludir. Seguramente es la tortura inconsciente de muchos que se remiten al mismo acto, a sabiendas, que las conclusiones van a ser las mismas. Me atrevo a decir, que el ser humano es un animal de costumbres que en algún momento de su historia se ha quedado con ciertos aspectos aprendidos y que, por intereses que hacen a cierta suspicacia, no quiere seguir ese camino de aprendizaje.
ResponderBorrarForzosamente, las instituciones deberían limitar el campo pero cada vez se hace más difícil por ese hecho, el de un animal con cierto agío al continuo aprendizaje.
Si, creo que algún avance debería esperar luego del contexto de crisis y el reagrupamiento de ciertos países pero, hay indicios, que siempre nos quedamos con medias tintas.
Argentina es el caso donde todo se acomoda según lo que quieren los que atentan el poder. Si estoy equivocado, que lo demuestren.