Muchos de los argentinos estamos
enmarcados en un juego vertiginoso y de gran peligro por estos días. El vértigo
abrupto con la irrupción de los hechos de saqueos en la mayor parte del país ha
amenazado la seguridad y enajenado la propiedad privada de muchos ciudadanos. El
esfuerzo laborioso de mucho tiempo parece derrumbarse ante el hurto repentino y,
en muchos casos, premeditado de vecinos y conciudadanos. La entrada a los
negocios de pobres cooptados por la delincuencia, y delincuentes nacidos en
pobreza, se ha transformado en un drama para toda la población, drama como una parte
circunscrita de la irresponsable ausencia policial debido a las medidas de fuerza
entorno a las demandas de recomposición salarial. Mientras hace solo algunos meses la fuerza
política representada en el gobierno actual consagraba la denominada ``década ganada´´ como la etapa más favorable
que tuvo la Argentina en toda su historia. Esto en una semana muy particular tras
cumplirse la tercera década de democracia. Desde este respecto, se podría plantear
la existencia de un antagonismo sustancialmente llamativo o la inconsistencia
del relato decretado sin estupores y algo antitético al observar lo ocurrido.
Un excelente abordaje sobre ese
planteo lo noté el sábado pasado en la revista de cultura Ñ desde el interesante
análisis político que Beatriz Sarlo realizó sobre los treinta años de
democracia cumplidos. La intelectual argentina planteo varios matices de esos
años cuyas consecuencias están en el recuerdo de todos. El eje principal, o al
menos uno de ellos, es la gestión política en la democracia. Se han observado marchas
y contramarchas donde las formas del sistema han estado ausentes, reemplazadas
éstas por la mezquindad política como principal característica y elemento
fundador de una amalgama de intereses particulares. Intereses que en muchas ocasiones tienen la
contraparte de ser el drama de otros: dinero público desviado a fines
particulares de algunos privados. Sin embargo, la fortuna de la vida democrática
es irremplazable.
La génesis de ese escenario tiene
una gran similitud a un enroque de intereses -electorado por políticos-, una
muestra cabal y explicativa del funcionamiento del sistema político argentino. El
logro de la democracia es el más importante que alcanzamos como sociedad en
1983 de la mano de Ricardo Alfonsín: un gran político argentino, un hombre con
luces y sombras. Pero un logro como tal debería remontarnos a un camino de
avances, pues la consecución de un objetivo social debería suponer un estadío
con un subyacente a modo de empuje hacia a un mejor punto de la realidad social.
En este sentido, muchos de los aspectos citados por Sarlo son acompañados por
derrotas económicas: la década pérdida
de 1980, la ilusión y el desencanto del régimen
de Convertibilidad y la denominada ``década
ganada´´, llenan de sinsabores, elucubraciones trágicas e inusitadas a
nuestro país. Un inentendible cúmulo de oficialistas en medio de caminos que
confluyeron al caos, desde el ámbito actual, muchos de ellos todavía realizan afirmaciones
mentadas sobre hechos que suponen inventados por medios de comunicación y
opositores, pero que se evidencian incontrastables como el breve descanso del
sol de verano. Quizás la arenga a la militancia intolerante, inconsistente y de
una miopía sistémica, enarbola a la incompetencia, el engaño y la parafernalia de
muchos de los dirigentes políticos argentinos atisbados por la amenaza del
cambio generacional. Cambio que no tuvo el sustento esperado luego del
terrorismo de estado.
Los procesos socio-políticos son resultados
sutiles de una gestión económica y política. La fase económica expansiva ha
demostrado ser ese subyacente que los políticos esperan ante el sufragio,
evitando realizar una evaluación seria y comprometida de su gestión. Sin
embargo, otra de las contrapartes planteadas es la sustentabilidad de la expansión
económica, la misma diametralmente
opuesta a la avaricia de poder político: en una suerte de proceso atrofiante,
si la gestión económica no vela por la prudencialidad en el marco de la escasez
típica de los países en vías de desarrollo, los pilares de la fase económica positiva
se vuelven insostenibles o de una característica de estabilidad inestable cuya
materialización puede ser mediante hechos sociales, económicos o ambos.
Muchos puntos críticos de la vida
democrática han sido hijos de malas decisiones. Nos podemos equivocar, el
futuro no está escrito sino no sería tal. Sin embargo, el factor alarmante es
promulgar el no pensamiento y el acomodamiento sobre situaciones que son
peligrosas: convalidar la Convertibilidad, integrar la corrupción a nuestros
valores, alentar la discrecionalidad impune y las mentiras sobre muchos
aspectos de la sociedad actual; son muchos de los ejemplos de nuestra historia
reciente que nos deberían aleccionar.
El juego político peligroso que
hemos presenciado en las últimas horas pone en evidencia las motivaciones y valores de la mayoría de los referentes
políticos nacionales. La mala gestión de muchos gobernadores provinciales y el
escarmiento a éstos por parte del gobierno nacional a través de no asistirlos a
tiempo solo tiene el tradicional perdedor: el ciudadano común.
Pensaba en la democracia, en lo
que hemos alcanzado y en los que tenemos por delante. Hoy hubiese sido imperdonable
proclamar el festejo frente a la decidía política y la grave situación que
vivimos. Repentinamente, el símil recuerdo
de estos acontecimientos solo me lleva al misticismo volcado por Aldous L. Huxley
en gran parte de su obra. En su emblemática obra titulada Las puertas de la percepción. Cielo e Infierno (1954), el personaje
se enfrasca en realidades que transitan la lógica de los sentidos, y van hacia
una interpretación, sesgada por la ingesta de productos químicos prohibidos, totalmente
desvirtuada y con aires de gran imaginación de objetos precisos tales como una
biblioteca. Si tomamos la interpretación de Huxley, tal vez podamos entender la
negación de los problemas que tiene nuestra nación a pesar del sistema democrático.
Brillante Tincho! Un poco tarde, pero recién pude tomarme el tiempo de leerlo hoy.
ResponderBorrarVos me corregirás si estoy totalmente equivocado, pero mi impresión es que toda la nota tiene un tinte de tristeza, o tal vez debiera decir de melancolía, no por el pasado que fue, sino por el pasado, presente y futuro (inmediato) que podría haber sido, si hubiéramos hecho las cosas mejor en estas tres décadas.
Gracias Nico!.
ResponderBorrarSin dudas, la nota tiene un sesgo dado por el momento en que la escribí. Mi intención era generar una especie de reflexión crítica sobre la política que construimos y, a la vez, permitimos. Algo envalentonada por el descrédito hacia esta suerte de realidad ambivalente en en la cual nos encontramos y que a muchos les parece un país de grandes aciertos y a otros, a la vez, de grandes fracasos.
El futuro será lo que pensemos y hagamos hoy; por esto, veo un panorama de fracasos, con gran lamento y decepción.