domingo, 9 de febrero de 2014

Observaciones sobre la economía argentina actual y los posibles efectos contractivos de la depreciación


Desde las últimas semanas de 2013 la economía argentina parece haber entrado en un camino de descoordinación y gran incertidumbre. Algunos de los aspectos que nos dicen esto: tipo de cambio nominal bilateral (respecto al dólar estadounidense) inestable, sostenida apreciación del tipo de cambio real dada la inflación doméstica, deterioro en la performance de algunos fundamentales macroeconómicos tales como en el frente interno y externo, estancamiento en la creación de empleo y expectativas que se han revisado hacia abajo como consecuencia de las perspectivas económicas del país. Sin dudas, todos estos son aspectos que configuran un escenario poco alentador para la economía argentina. A su vez, hay que agregar el abrupto aumento en las temperaturas de verano que desencadeno graves fallas en el suministro del servicio de energía eléctrica en diversos barrios del país lo cual puso en evidencia la mala gestión de las empresas proveedores y la acción regulatoria de parte del estado nacional. Todo esto se inscribe en un diagnóstico notoriamente preocupante aunque sin caer en el exabrupto de inferir necesariamente una crisis inminente.

La preocupación instalada ha devenido durante los últimos días en una serie de debates que, en muchas ocasiones y desde nuestro entender, han confundido el problema haciendo foco en sus consecuencias o indicadores del mismo. Así pues, si se quiere vislumbrar una solución correcta, se  requiere como condición sine qua non, un diagnóstico también correcto. En este sentido, argumentamos que la inflación doméstica y la demanda de moneda extranjera son hechos resultantes de una economía que actualmente se caracteriza por fallas de coordinación, incertidumbre, distorsiones de las variables internas y ciertos desequilibrios. Esto es consecuencia de una política económica que, en términos dinámicos, ha sido incorrecta.

Durante los últimos días vislumbramos un error de diagnostico determinante que debemos notar. El mismo está dado por cierta recurrencia a pensar el problema solo en términos de fuga de capitales, es decir, de dolarización de activos. Si tomamos a ese hecho insistentemente como un shock externo o de determinación exógena, estaremos ante un serio error de fundamento. La volatilidad actual en el mercado de divisas, principalmente en el dólar estadounidense, tiene variables causales que se deben identificar. Desde nuestra perspectiva, la principal causalidad se halla por un lado, en el creciente deterioro del poder adquisitivo de la moneda nacional o en otros términos, por la inflación no reconocida desde 2007 y, por otro lado, una política de bajas tasas de interés en relación con la dinámica de los precios de los bienes y el trabajo, lo que claramente evidencia una política económica con inconsistencias dinámicas. En términos más simplificados: debemos saber que la dinámica y la estructura de la economía argentina, en gran sentido determinadas por la política económica, generan consecuencias en términos de crecimiento, inflación, distribución del ingreso y en otros aspectos de la economía doméstica. No obstante, hay variables que se tornan esenciales en esa dinámica ya que tienen causalidad sobre otras. Esas variables van a estar conformadas por el crecimiento y la inflación. En concreto, ante una gestión de política no coordinada con algún sesgo (en este caso hacia el consumo), se generan costos de crecimiento e inflación. Una economía puede tornarse muy volátil hasta llegar a un estadío de grandes desequilibrios en sus mercados los cuales pueden evidenciarse en la anulación temporal del sistema de precios o la remarcación súbita de los mismos. Indudablemente, se desprenden consecuencias sobre la estructura de ingresos, producción, inversión, etc., es decir, esos aspectos se van a ver muy limitados y con cierto acomodamiento al retroceso. En ese escenario de alta inflación y no reconocida por la administración gubernamental, el efecto directo es que gran parte de los ahorristas van a buscar resguardar su poder adquisitivo. Actualmente si bien existen opciones de inversión rentable como la compra de títulos públicos nominados en moneda extranjera, para muchos es una operación algo sofisticada. Consecuentemente, la utilización de heurísticas o decisiones determinadas principalmente por la aversión al riesgo que implica los activos financieros, van a converger que los ahorristas se direccionen hacia el mercado de divisas.

En términos dinámicos, el marco de gestión errónea de la política económica junto con sus consecuencias, se van a materializar en un proceso de retroalimentación permanente ante la ausencia de medidas en aras de la coordinación y suavización del mencionado ciclo. Nuevamente, la economía depende de la política, y es lo que estamos viendo en la actualidad argentina.     

El aspecto precedente, a su vez, encierra otro. El escaso desarrollo del mercado de capitales doméstico contribuye en la generación de escenarios oportunos para niveles altos de rentabilidad del sector bancario, principal oferente de crédito en nuestro país. El mayor poder de mercado que tienen las entidades y la escasa regulación, en consecuencia, han posibilitado grandes rendimientos a lo largo de esta primera década.   

Desde estos aspectos, podemos argumentar que estamos ante una combinación de dos elementos en el lado financiero de la economía actual. Uno está conformado por una inflación sostenida, bajas tasas de interés nominales, es decir, aspectos coyunturales; y otro, el subdesarrollo del sistema financiero y, en consecuencia, altos costos de operar en el sector predominante del sistema financiera, los bancos. Seguramente, dentro de estos elementos se encuentre gran parte de la argumentación sobre el déficit de crédito de largo plazo.

Debido a esos aspectos, el lado financiero de la economía se torna relevante ante un contexto de pérdida de poder adquisitivo de la moneda y de necesidad de opciones de inversión. Entonces, si en una economía como la argentina se genera una cantidad de dinero excedente que no es canalizada hacia el consumo y no encuentra instrumentos financieros  domésticos con rentabilidad real positiva y dado los niveles de inflación, los instrumentos demandados serán casi inexorablemente monedas extranjeras sobre los que mayor seguridad se perciba.               

En el lado real de la economía también se han activado distorsiones como de serios errores de gestión de política económica. El primer y fundamental aspecto a modificar es la escasa credibilidad en la oficina nacional de estadísticas (INDEC) generada luego de medidas controversiales. La intervención en el año 2007 por parte del gobierno nacional fue el hecho que dilapido la confianza en las mediciones. El hecho concreto fue el desplazamiento de los principales funcionarios encargados de la construcción del índice de precios al consumidor (IPC) lo que derivo en mediciones inconsistentes de acuerdo a su comportamiento histórico comparado con otras mediciones a lo largo del país. Desde el lado micro de la economía doméstica, la desconfianza generada ante el aumento de la incertidumbre sobre la medición del índice de precios, hizo que muchos agentes comenzaran a revisar sus expectativas principalmente en cuanto al nivel de inflación real. Una economía con fuertes tasas de crecimiento, baja capacidad ociosa, tasas de inversión en una senda menor a la esperada, un gasto público de crecimiento poco sostenible y en muchos aspectos de distribución inequitativa (subsidios masivos sin desestimar a las clases más acomodadas del país) hizo difícil que las expectativas inflacionarias se suavicen. Esta dinámica se sostuvo por varios años aunque ya en  2012 la economía comenzó a pagar costos en términos de crecimiento y generación de empleo.

El escenario económico actual presenta serias dificultades ante la opción tomada de  depreciar el tipo de cambio. Se genera una imposibilidad en la resolución de las distorsiones actuales si la política cambiaria no es acompañada de mayores medidas. El riesgo que implica es lo que Krugman y Taylor (1976) han denominado como Efectos Contractivos de la Devaluación. Los autores señalaban que no siempre es posible inferir realmente devaluaciones como competitivas. Se postula que tras la devaluación, los insumos y productos finales importados se encarecen de precios en términos de moneda doméstica y, a su vez, el exceso de demanda nacional por el abaratamiento de bienes domésticos también genera presiones sobre los precios. Esto determinará que los sectores de menor capacidad de ahorro o de mayor propensión al consumo se vean restringidos en el consumo de los mismos. Se conforma la posibilidad que el aumento de los precios de bienes domésticos genere pérdidas de ingreso en ciertos sectores sociales con sus efectos sobre el consumo y, posteriormente, reduzca la demanda efectiva de los bienes nacionales. En términos keynesianos, una caída en la absorción doméstica.     

En una economía más cerca del déficit comercial, sostenida por el consumo y con tasas y expectativas de inflación hacia la suba, el efecto relativo de la devaluación sobre las importaciones se hace más preponderante. Se torna necesario dirigir más recursos para los pagos de importaciones (combustibles, insumos industriales, pagos de deuda, etc.) lo que determinará un frente comercial y fiscal más frágil. No solo la posibilidad de la incursión del déficit o decrecimiento en el superávit comercial configura serias dificultades de autofinanciamiento y menores reservas internacionales para la economía, sino que la política fiscal deberá generar los ingresos suficientes para hacer frente a los pagos y a los costos de la política cambiaria. De lo contrario, se avizorará la denominada fragilidad en el sentido de Minsky.       
Es evidente que los efectos contractivos de la devaluación y, más aún, en la configuración de la macroeconomía actual y sin mediación de un cambio de visión de la política económica, comienzan a percibirse.

Dadas esas características, por lo tanto, los múltiples análisis de opinión que se han observado acerca de la dolarización de cartera de los últimos meses, postulando como principal argumento del tipo ``los argentinos tienen algo psicológico con el dólar´´, sería falso o al menos incompleto.

Finalmente, la correcta interpretación y análisis sobre un estado de la economía determinado, como se ha notado, es de importancia fundamental si deseamos soluciones verdades. De lo contrario, estaremos nuevamente ante posibles disrupciones con costos sociales de importancia.   
 
Referencias:
- P. Krugman & L. Taylor, 1976. "Contractionary Effects of Devaluations," Working papers 191, Massachusetts Institute of Technology (MIT), Department of Economics.