miércoles, 3 de julio de 2019

sábado, 15 de diciembre de 2018

Algunas notas sobre crisis de larga trayectoria


Luego de la reunión de presidentes y primeros ministros del G20 en Buenos Aires, la mayoría de las personas se puede preguntar qué tan complejas son las relaciones económicas en general y en particular el comercio. China y Estados Unidos tienen un peso relativo al momento de determinar  la coyuntura económica mundial y, en esa función, las tensiones que pueden desarrollarse ante la ausencia en la convergencia de perspectivas sobre el comercio mutuo. Esto configura niveles de  incertidumbre que afectan la dinámica de la economía internacional materializándose, en primera instancia, por el lado financiero: actualmente se han observado reacciones abruptas en los mercados bursátiles que, dependiendo de su consistencia temporal, pueden generar efectos no deseados sobre otras variables económicas tales como los flujo de inversiones y sus consecuencias sobre la economía real.

Sin dudas la complejidad de los fenómenos económicos determina dificultades sobre posibles intenciones de afectar  procesos o variables económicas. La decisión repentina de un presidente sobre una modificación en la estructura de aranceles comerciales no solo altera el flujo comercial sino, más temprano que tarde, los efectos pueden trasladarse hacia el canal del crédito. La activación espontánea de una red de causalidades sobre un proceso económico determinado pone de manifiesto la complejidad en el plano socio-económico y determina replicas no anticipadas de dichas causalidades. En este orden, si la red se amplifica al escenario internacional, gestionar políticas de estabilización y minimización de daños hace necesario una cantidad adecuada y alcance efectivo de instrumentos. Sin dudas, es una posible caracterización de la coyuntura actual expresada desde las diferencias China-Estados Unidos.        

La región, en general, y Argentina, en particular, no se encuentran en libre albedrío internacional respecto a ese escenario. El canal comercial y de crédito son aspectos sustanciales sobre la coyuntura de los países, esencialmente ante eventos de crisis de larga trayectoria: escenarios de caídas profundas del nivel de actividad en contextos de restricciones financieras  y de alcance largamente expandido, pueden accionar sobre configuraciones macroeconómicas de características contractivas las cuales, ante su posible perpetuación y multiplicidad de efectos, pueden derivar en perturbaciones estructurales (Stiglitz, 2015). Es por esto que la configuración de la estructura económica y las condiciones iniciales en el caso de economías como las emergentes (Latinoamérica es un caso) son, casi naturalmente, sujetos pasibles de contagio y replicas en sus estructuras internas. Notoriamente, el llamado de atención tradicional está relacionado en la  génesis de los eventos por sobre los efectos de sostenimiento y expansión de las perturbaciones. Destacamos que esto es un error preponderante al momento de efectuar los análisis y diagnósticos.

Ante esas consideraciones, los hacedores de política económica de estos países están inmersos en desafíos de doble marco. Por un lado, el marco internacional es una fuente de generación de ciclos económicos domésticos con potenciales replicas. El caso de una suba en los niveles del tipo de interés afecta el ciclo expansivo del crédito y, a su vez, el financiamiento de la continuación y/o futuros planes de inversión con sus consecuentes efectos sobre la demanda agregada. Mientras que en el caso de una disminución de la demanda internacional de ciertos bienes, puede afectar, en distintos niveles de profundidad, el saldo de la cuenta corriente del balance de pagos de algunas economías y, así, generar un ciclo restrictivo sobre la cuenta financiera (frenazos de influjos de capitales, disminución neta de activos internacionales, retracción del acceso al crédito internacional público y privado, etc.). Ambos casos pueden activarse simultáneamente desencadenando, en esa instancia, disrupciones profundas, de gran alcance y, en consecuencia, desequilibrios que configuren  crisis económicas sostenidas donde los errores, ex ante, de políticas económicas sean notables: creencias no sustentadas por la realidad y comportamientos acomodaticios, se transforman en aspectos relevantes al momento de estudiar fenómenos de crisis (Heymann, 2009). Ante situaciones de esas características, se observan efectos coyunturales de corto plazo y posibles efectos sobre la estructura del sistema económico que dependerán de la consistencia del shock dado el nivel de resiliencia de las economías.

Por otro lado, el marco interno se transforma en un factor vulnerable y con cierto grado de independencia temporal respecto a la recuperación pos crisis. La economía doméstica puede transitar de un espacio de estabilidad y crecimiento hacia un proceso de caída de la actividad económica y contracción de los flujos financieros, éstos últimos determinados por modificaciones en planes de inversión y composición de cartera de activos en detrimento de la moneda nacional. La dinámica interna de esas economías, en el contexto de shock exógeno, es diferente. Ese marco de mayor fragilidad, presente en las economías emergentes, configura condiciones para que los efectos de un evento disruptivo sean más profundos y de mayor alcance. En mercados donde los agentes se enfrentan a condiciones disimiles y marcadas distorsiones de precios, los efectos de una desaceleración abrupta de la actividad económica van a determinar ex post consecuencias que difícilmente converjan rápidamente a los efectos esperados de las políticas de estabilización. Por el lado financiero se observa que, en ese contexto, no todos los agentes tienen acceso al sistema financiero lo cual va a recortar la eventual capacidad de suavizar el ciclo de caída de la actividad. Ante un nivel escaso de profundidad del sistema financiero, esas economías notan sesgos inflacionarios y racionamiento del crédito que tienen consecuencias redistributivas desfavorables, agregando otra fuente de efectos expansivos de shocks negativos.

Adicionalmente, otro de la fuente de dificultades que se destacan en sistemas económicos que responden a esas vulnerabilidades, es la velocidad de los ajustes esperados. En este sentido notamos que el efecto temporal de una política de estabilización es sustancialmente importante, pues determina la posibilidad de minimizar el contagio hacia otras economías y dentro de la misma. Sin dudas, la velocidad de los efectos está ampliamente determinada por las características mencionadas. 
El entorno de complejidad intrínseco de los sistemas económicos se agrega a esos factores impulsando fuera del corredor de estabilidad a las economías (Leijonhufvud, 1981 y 1997). Inevitablemente, entornos de complejidad pueden configurar eventos no esperados pero principalmente replicas y sostenimientos de los shocks soportados que disparen shocks de naturaleza endógena. La mencionada complejidad de los procesos macroeconómicos determinados por una multiplicidad de decisiones de individuos heterogéneos que divergen del comportamiento estándar de los modelos económicos, son fuentes notorias de inestabilidad que, hasta la crisis financiera internacional de 2008, no fueron observados con la importancia adecuada.

En suma, procesos naturalmente complejos sumergidos en eventos contractivos, ciertamente van a determinar que los efectos sean de mayor alcance y sostenimiento, es decir, de larga trayectoria. Por lo tanto y en esas circunstancias, la intensidad y sintonía fina de las políticas de estabilización se deben tornar más agudas lo que determina grados de libertad menores: menor espacio de gestión de políticas ante demandas sociales en aumento. Es de esperar que, en el corto plazo, se intente suavizar dichos efectos, desafío nada sencillo,  ya que, de lo contrario, la estructura para el desarrollo estará cada vez más distante de nuestro tiempo y corredor macroeconómico.
 

Bibliografía

Heymann, Daniel (2009), Notas sobre variedad de Crisis, Ensayos Económicos (Enero-Junio, 2009), B.C.R.A.
Leijonhufvud, Axel (1981), Information and Coordination: Essays in Macroeconomic Theory, Oxford University Press.
Leijonhufvud, Axel (1997), Macroeconomic and Complexity: Inflation Theory, en Brian Arthur, Steven Durlauf and David Lane, eds., The Economy as an Evolving Complex System II, Santa Fe Institute Studies in the Sciences of Complexity, Vol. XXVII. New York: Addison-Wesley.
Stiglitz, Joseph E. (2015), Towards a General Theory of Deep Downturns, NBER Working Paper No. 21444.  


sábado, 17 de noviembre de 2018

Muy estimados, luego de una gran pausa, compartimos una nota en prensa:

http://www.parlamentario.com/noticia-114391.html

Saludos!

jueves, 1 de junio de 2017

INSTITUCIONES INCLUSIVAS, INVERSIÓN Y DESARROLLO

Comparto nota publicada el martes pasado en El Economista.

http://www.eleconomista.com.ar/2017-05-instituciones-inclusivas-inversion-desarrollo/


domingo, 12 de marzo de 2017

Caída Libre: Argentina y su nivel de pobreza como resultado de políticas e ideas erróneas que aún se sostienen

Los datos dados a conocer hace unos días sobre la proporción de habitantes que se encuentran en situación de pobreza deberían estar enmarcados en la película de la política económica nacional de los últimos años y no en la foto del estado actual. Casi el 33% de la población, cerca de 13 millones de personas, padece actualmente esa situación. Sin dejar de olvidar el fracaso de las políticas socio-económicas y, durante muchos años, la sustancial divergencia de un cierto imaginario político que aseguraba que su administración había logrado un índice de pobres en línea con los países más avanzados del mundo; muchos se preguntan sobre las posibles causas fundamentales de que un país con una gran dotación de recursos naturales padezca ese fenómeno. Desde nuestra perspectiva, ese interrogante es correcto pero debería ser acompañado de análisis del proceso desde el cual llegamos a este punto. Mientras nuestra sociedad no deja de padecer este flagelo, con algunos matices en el medio, existen sociedades que con relativamente menores recursos han generado grandes avances situándose en una instancia de lo que muchos denominan: desarrollo económico y social.  

En primera instancia, debemos comprender lo que muestra el índice. En este sentido, el índice publicado se construye utilizando la metodología del ingreso y teniendo en cuenta una canasta básica de alimentos y otra canasta ampliada o total que adiciona a los gastos no alimentarios. La primera se utiliza para estimar el estado de la indigencia y la segunda para obtener la pobreza. Esto es: tomando los ingresos de los hogares (obtenidos desde una encuesta de gastos e ingresos), se evalúa si éstos tienen la capacidad de obtener bienes y servicios de una canasta básica de alimentos y otra canasta total. Esta metodología tiene sus matices ya que consideramos que no necesariamente una persona es pobre o deja de serlo respecto a una medida de poder adquisitivo de una canasta. Por lo tanto, el argumento que debemos pensar es de características sistémicas y con una visión de proceso histórico. Esto podría enmarcarse en una serie de errores  en varios aspectos de la política social y una confusión o falta de visión sobre el futuro de nuestra sociedad, es decir nuestro propio futuro.

La proposición de análisis procesal y de factores principales es sumamente más aleccionadora y eficaz al momento de pretender entender esta especie de caída libre argentina en muchos aspectos. Utilizando el título del libro de Joseph E. Stiglitz (Caída Libre. El Libre Mercado y el Hundimiento de la Economía Global, 2011) en alusión a la crisis financiera internacional iniciada en 2008. Libro muy interesante que traslada ideas hasta la actualidad de nuestro país y contribuye a generar tipos de interrogantes sistémicos en lugar de los del tipo estático comparativos. En una parte del mismo se lee: ``… estos debates sobre los efectos de determinadas políticas ayudan a explicar cómo pueden persistir las malas ideas durante tanto tiempo... ´´. Nada más cercano acerca de la gestión de política nacional del último tiempo y el nivel de pobreza actual. Desde este punto, entonces, debemos preguntarnos si las políticas económicas estuvieron en línea con el objetivo de reducción sistemática y sistémica de la pobreza durante los últimos años.

Por lo tanto y en aras de argumentar con proposiciones sistémicas y teniendo en cuenta el  proceso, desde nuestra perspectiva sería necesario diferenciar dos tipos de políticas económicas con objetivos comunes pero de eficacia distinta. Esto podría suponer por un lado, una gestión de estabilidad del crecimiento y minimización de la tasa de inflación a lo largo del tiempo, lo cual se asocia directamente con objetivos, al menos, de no aumento de los índices de indigencia y  pobreza. Por otra parte, una gestión de políticas que se caracterizarían por una tendencia inestable de la tasa de crecimiento, con la prioridad de la variable consumo por encima de los demás fundamentales, y tendencia a un régimen de media y alta inflación como consecuencia del intento de financiar el crecimiento mediante la perpetuación de la emisión monetaria.

El primer tipo de política está asociada a un crecimiento económico no exuberante pero formando un contexto de estabilidad y sistematicidad de la gestión. Esto es, priorizar el mediano y largo plazo de los recursos monetarios y productivos del país en un escenario institucional no extractivo de riquezas sino generador y distribuidor de las mismas[1]. Una política que se enfoque en suavizar el consumo liberando recursos para la inversión pública y privada (ampliación y diversificación del sistema productivo, es decir, los elementos conducentes al desarrollo económico) junto con una acordada generación de legislación impositiva con alícuotas claramente diferenciadas y preponderancia en el impuesto a la riqueza y los ingresos. Adicionalmente, la historia evidencia que uno de los elementos fundamentales de estabilización de precios es el acuerdo socio-económico. Por consiguiente, los componentes que generan el ingreso nacional deben estar alineados y coordinados a objetivos de largo y mediando plazo: empresarios (sector real y financiero), trabajadores y sector público (todos sus niveles), con la participación del sector de justicia, pueden acordar una gestión que establezca una mejor distribución del ingreso y una mayor productividad en un escenario donde se promulgue y aplique legislación de transparencia sobre todos los factores productivos. Este espacio de acuerdo debería ser de largo alcance, consistente y sistemático de acuerdo a la riqueza nacional real. Por lo tanto, dicha  coordinación y su cumplimiento tienen relación directa con la evaluación permanente de la performance: la oferta y la demanda deberían trascender la visión tradicional de mercado hacia un enfoque estructural.

En este tipo de política, una menor proporción de pobreza no solo es el resultado sino el objetivo que se acuerda entre los diferentes sectores sociales y de gobierno. Pues, la sostenibilidad del crecimiento suavizando el consumo a favor de la inversión productiva (minimizar la ansiedad en la microeconomía), resultará en un nivel mayor, demanda creciente de empleo y en estabilidad y menores tasas relativas de inflación. La perpetuación de este gran desafío de política propuesto, con independencia de los administradores de turno, debería ser la gestión inicial y central en cualquier contexto. La historia económica de los países que evidencian grandes avances sobre los niveles de pobreza y servicios sociales, muestra un sesgo sustancial de la política aplicada hacia esta caracterización. Concretamente, la estabilidad del crecimiento y las tasas de inflación en un espacio de acuerdos sociales sobre objetivos de largo plazo ha resultado en un estadío de desarrollo económico: construcción de redes de contención social ante caídas abruptas de la actividad económica y diversificación del patrón productivo doméstico son algunos de los resultados trascendentes que se observan.

El tipo opuesto de política tiene elementos comunes que se han observado desde la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica: altas tasas de crecimiento de corto plazo explicadas esencialmente desde el consumo final, tasas de inflación y emisión monetaria crecientes, volatilidad financiera, sostenimiento del exceso de endeudamiento interno y externo, y el sostenimiento en los problemas de desigualdad y empleo, han sido los elementos determinantes. Argentina, Brasil y Venezuela, con grandes matices, se encuadran en este grupo. Para el caso argentino, tenemos un factor adicional: se torna muy dificultoso el entendimiento de las prioridades que ha establecido la sociedad en los últimos quince años. A nuestro entender, la prioridad al consumo y el gasto superfluo por sobre la inversión pública y privada ha sido causa directa de la estanflación y la fragilidad social de los últimos años. Estos elementos insertos durante la gestión de política configuraron un ciclo vicioso y poco productivo donde prevalecía el gasto, la inflación y la desigualdad social. El régimen de inflación desde 2007, incluida la eliminación de las estadísticas, direccionó los recursos desde la inversión necesaria hacia los subsidios y el aumento del gasto público no productivo. Políticas de estado como el programa Fútbol para Todos extraían posibles recursos para la generación de empleo productivo como la construcción de rutas, pavimentación de calles y obras sanitarias y de salud: nuevamente políticas económicas inconsistentes e instituciones de naturaleza extractiva.

La administración de prioridades ejecutada estaba vinculada, a su vez, con la estrategia política de obtención de votos dado que los resultados eran de corto plazo. La manipulación de la opinión a través de la denominada divergencia realidad-relato, parecieron haber establecido un acuerdo hacia el objetivo común del aumento perpetuo del circuito consumo-gasto-emisión-inflación. Indudablemente, estas características enmarcan el denominado populismo contemporáneo. Una proporción de ciudadanos convencidos acerca de que el aumento del consumo y los subsidios es infinito, en el mediano plazo y/o cuando las condiciones externas se modifican, son afectados súbitamente por la pérdida esa ilusión (no solo eventualmente el costo de la pérdida es sufrido por los ciudadanos que se encuentran en esa proporción sino por todos). El desencanto de muchas mentiras disfrazadas con una manta corta de dosis de realidad evidencia nuevamente que muchas malas ideas pueden permanecer y aplicarse en el tiempo pero con resultados casi similares.

En suma, desde la tipificación mencionada, esperamos y deseamos, que genere el mismo interrogante que a muchos de nosotros. La pobreza debe pensarse como un proceso a lo largo del tiempo en convivencia con las decisiones y prioridades establecidas. El resultado estático que observamos desde el 32,9% no puede solo responsabilizar a un gobierno sino a una política económica en común durante varios años. La necesidad, entonces, de aleccionarnos y pensar sobre las prioridades de nuestra sociedad debe ser el desafío de estos años, por cierto muy difícil, para evitar estar en caída libre y construir una red de contención socio-económica. 



[1] Daron Acemoglu y James A. Robinson en su libro Por qué fracasan las Naciones (2012), brindan argumentos sobre este tema.  

domingo, 17 de abril de 2016

Lebacs y el "efecto desplazamiento" de la política monetaria

Un poco tarde, pero comparto nota publicada el miércoles pasado en El Economista. Comentarios, observaciones y críticas son bien recibidos.




miércoles, 6 de abril de 2016

Necesidad de reglas y objetivos claros en un plan de estabilización económico: algunas apuntes sobre nuestra actualidad.

Es natural que los países que han sufrido desajustes en las cuentas públicas e inflación en niveles altos desde varios años atrás se establezcan en períodos de ajuste de sus fundamentales macroeconómicos, generadas desde las distorsiones inflacionarias; recesión y ajuste en el nivel de empleo. Esta dinámica es notable en las denominadas crisis del Cono Sur de América en las décadas de 1970 y 1980 y, más cercano a este tiempo, el caso actual de Grecia.

Si bien, con diferencias en alcance y profundidad, Argentina no fue ni es la excepción a la regla. Desde el año 2011 se han observado muchos de esos aspectos: recortes del nivel de actividad y del empleo, fuerte disminución de los superávits en las cuentas públicas desde los cuales se evidencia el déficit cuasi-fiscal (consecuente fragilidad patrimonial del Banco Central debido a los préstamos al gobierno nacional) y la aceleración de las tasas de inflación. No obstante lo cual, tras el cambio de administración de gobierno de Diciembre de 2015, a los desafíos que genera esa situación, emergieron otras preocupaciones que pueden transformarse en elementos que direccionen a la economía hacia un sendero no deseado de inestabilidad y mayor recesión.       

En ese sentido, el escepticismo observado tras las decisiones de la nueva administración se argumenta desde la incertidumbre y la sensación de vaso medio lleno sobre el proceso de reformas. Esto, si bien puede ser tomado como una sutilidad para algunos, debe ser notado por los hacedores de  gestión de la nueva administración ya que la eficacia de los efectos de un programa de estabilización sobre variables de relevancia depende sustancialmente de la credibilidad en la política aplicada. Estos aspectos se pueden relacionar con varios interrogantes que se vienen planteando desde distintos sectores tales como: ¿El nuevo gobierno podrá bajar la tasa de inflación promedio del más del 30% anual de los últimos años? ¿El acuerdo con los holdouts tendrá consecuencias en el mediano plazo sobre la inversión productiva?, ¿La política monetaria podrá estabilizar la volatilidad del tipo de cambio de los últimos días sin perder reservas necesarias para proveer al comercio exterior?   
Planteos que se pueden abordar desde una perspectiva económica macro, pues la discusión sobre credibilidad de la política económica muchas veces se enmarca en la dicotomía reglas versus discrecionalidad en la administración de los recursos de un país. Para el caso argentino, el manejo discrecional del gobierno anterior sentó las bases para el contexto de incertidumbre actual sobre el corto plazo y la sensación de inefectividad mencionada en algunas medidas del gobierno. Entre estas medidas podemos citar: la modificación de la estructura tarifaria de los servicios públicos limitando su impacto sobre sectores de ingresos bajos, la eliminación de las restricciones sobre las operaciones con divisas y la necesidad de establecer un ancla sobre la aceleración inflacionaria.

A pesar de sus posibles efectos desfavorables sobre la distribución del ingreso, el aumento de las tarifas de servicios públicos es considerado uno de los pilares del sinceramiento de la economía dadas las distorsiones que se observaban. Por otro lado, la salida del denominado cepo cambiario fue necesaria y generó cierta certidumbre en el mercado de cambios. La promesa de liquidación de divisas por parte de los exportadores fue un aspecto positivo para el mercado. Sin embargo, los instrumentos disponibles de la política monetaria para establecer un ancla nominal como lo fue el tipo de cambio en 1991, son limitados. En este sentido, los posibles acuerdos y controles de precios junto con el ajuste de la tasa de interés tienen diversos efectos dependiendo del contexto donde se los aplique. A saber, el aumento de la tasa de interés puede desacelerar la dinámica inflacionaria pero, como lo observamos en 2014, a expensas de frenar aún más la actividad económica. A su vez, la necesidad del sinceramiento tarifario aplicado puede provocar otra ronda de inflación similar a la que se generó a la salida del cepo, ya que las expectativas, al situarse en niveles altos, canalizan mayor inercia inflacionaria sobre el mecanismo de precios. Entretanto, no parece definirse taxativamente si el posible acuerdo con los acreedores externos puede generar financiamiento efectivo para la actividad económica o, por el contrario, solo inversión financiera de corto plazo. Es decir, un set de medidas que hasta el día de hoy parece promulgar algunas dudas sobre su efectividad.

Dados esos aspectos, el desafío que tiene el gobierno actual no solo está en evaluar la coyuntura actual sino, es de gran importancia, plantear un plan de estabilización concreto con reglas y planes de acción que generen credibilidad a si mismos ya que algunas modificaciones realizadas de la política económica están teniendo efectos débiles o, por el contrario, opuestos a los que se esperaba.
El intento de establecer cierto grado de certidumbre en economía, en muchas ocasiones no solo está en una evaluación del pasado reciente sino en establecer ciertos marcos y objetivos claros de política dentro de un plan económico concreto que accione para el cumplimiento de las metas. Esto, observando lo que ocurre en nuestra economía, no es posible aseverarlo.