sábado, 27 de abril de 2013

Corrupción, inversión y crecimiento económico

Las últimas semanas han estado plagadas de denuncias de corrupción contra el gobierno argentino. La principal investigación fue acerca del supuesto lavado de dinero de obras públicas asignadas a Lázaro Báez, empresario muy cercano a la familia de la actual Presidente de la Nación y de quién se dice que habría sido socio de Néstor Kirchner. Estos fondos habrían sido girados al exterior a través de Panamá, Belice y otros paraísos fiscales, tal como surgió de una cámara oculta a la persona que se encargaba de manejar el dinero y una declaración del dueño de la "cueva" (léase, financiera ilegal) que se encargaba de realizar las operaciones.

Un segundo caso fue la investigación interna de la fabricante de aeronaves Embraer, que según el diario La Nación, habría informado además a la Security Exchange Commission que pagó sobornos a funcionarios públicos en tres países, uno de ellos Argentina. En este caso en particular, el soborno se habría dado en la venta de 20 aeronaves para las líneas aéreas estatales Aerolíneas Argentinas y Austral, operación que ascendió a un monto de U$S 700 millones y fue concretada por el ex Secretario de Transportes Ricardo Jaime, quién también está siendo investigado por otros hechos de corrupción.

Por último, la firma Ralph Lauren llegó a un acuerdo con la Security Exchange Commission, en el cual admitió que su filial argentina pagó sobornos a funcionarios de la aduana argentina para poder ingresar mercaderías al país. A cambio de su colaboración, la firma evitó ser acusada por el organismo norteamericano, gracias a su colaboración en la investigación, el pago de U$S 1,6 millones y la toma de medidas correctivas en su política corporativa anti-sobornos.

Esto no es nada nuevo para un país como Argentina, en el cual la falta de honestidad de los políticos ha sido una constante en los últimos 40 años (y tal vez más). Si bien las denuncias de corrupción en contra de la actual administración nacional no son nuevas, las recientes tienen el condimento adicional de tener cierta trascendencia internacional. 

Ahora bien, como lo que nos interesa es la economía: ¿tiene la corrupción algún efecto sobre el crecimiento económico? Por un lado, podemos decir que la bibliografía acerca de instituciones y desarrollo económico es muy clara respecto al efecto de la calidad de las instituciones en general. No voy a ahondar más en este tema en general, pero a quién le interese puede leer este artículo escrito por mi colega Martín C. en nuestro blog Economía Ecléctica:


Pero también existen aportes acerca de la influencia que tiene el problema específico de la corrupción en el crecimiento económico. Uno de esos aportes es el trabajo de Paolo Mauro "Corruption and Growth", publicado en The Quarterly Journal of Economics en Agosto 1995.

El autor analiza los efectos de la corrupción en particular y de la eficiencia burocrática en general (que se mide con un indicador compuesto con algunos índices de estabilidad política nacional e internacional, estabilidad laboral, terrorismo, burocracia, eficiencia del sistema legal y corrupción) sobre el crecimiento económico y la tasa de inversión de una muestra de países. Encuentra una correlación positiva de 0,68 entre la eficiencia burocrática y el PBI per cápita, mientras que la correlación con la tasa de inversión es de 0,46 y con el crecimiento del PBI per cápita es de 0,32:

 Figura 1. PBI per Cápita/Tasa Inversión/Var. % PBI per Cápita vs. Eficiencia Burocrática
Fuente: Mauro (1995).
Además del efecto de este indicador de eficiencia burocrática, el autor lleva a cabo una regresión que mide específicamente el efecto de la corrupción y la eficiencia burocrática sobre sobre la tasa de inversión. Aquí encuentra que un incremento de un desvío estándar en el índice de corrupción (lo cual implica menor corrupción), estaría asociada a un aumento de 2,9 puntos porcentuales del PBI en la tasa de inversión, mientras que una mejora de un desvío estándar en la eficiencia burocrática generaría una suba de 4,5 puntos porcentuales. 

Asimismo, el autor también encuentra una relación significativa entre corrupción/eficiencia burocrática y crecimiento del PBI per cápita. En el primer caso, una mejora de un desvío estándar en el primer índice estaría asociado a un incremento de 0,8 puntos porcentuales en la tasa de crecimiento anual del PBI per cápita, mientras que en el caso de eficiencia burocrática el efecto es de 1,3 puntos porcentuales.

Por lo tanto, los niveles de corrupción gubernamental que actualmente exhibe Argentina pueden afectar el crecimiento económico y la tasa de inversión, lo cual eventualmente terminará empeorando el nivel de vida de los argentinos. Mientras hechos como los relatados al principio de esta nota persistan, resulta difícil pensar que el país pueda revertir el proceso de decadencia económica de las últimas 4 décadas. Tal vez podrá haber períodos de crecimiento económico, pero será más difícil entrar en una trayectoria de desarrollo económico sostenible si no tenemos mejores instituciones y una mayor cultura de respeto de la ley.

Cada tanto se escucha decir a algún analista político que los argentinos votan "con el bolsillo", con lo cual los candidatos oficialistas difícilmente pueden ser derrotados en épocas de bonanza económica, sobre todo en elecciones para puestos en el Poder Ejecutivo. Parece entonces necesario que los argentinos modifiquemos un poco esta lógica y votemos también de acuerdo a aquellos factores que afectan la sostenibilidad del crecimiento económico. Tal vez sea difícil que se tome conciencia de esto, pero otros países lo han hecho: la falta de respeto a las instituciones y la corrupción gubernamental también afectan a la larga nuestro "bolsillo". 


Bibliografía:

Mauro, P. (1995). "Corruption and Growth." The Quarterly Journal of Economics 110(3): 681-712.

martes, 2 de abril de 2013


Shocks exógenos


En los primeros años de la carrera de economía, el estudiante comienza a adquirir una serie de vocablos particulares y poco conocidos en el folklore habitual. Los exámenes comienzan a tener, a modo de clausula determinante, la exigencia de ``es deseable que utilice vocabulario económico´´.  Es notorio como a medida que transcurren los años y avanzado el recorrido de la licenciatura, el vocabulario se ve enriquecido por estas palabras apropiadas por la jerga económica.  

Los shocks o choques exógenos forman parte de ese vocabulario en expansión. Entendemos por tales a un acontecimiento no esperado y fuera de nuestro control. El ejemplo testigo más utilizado se refiere a todo acontecimiento derivado del clima: desencadenamiento súbito de fuertes lluvias o niveles de temperaturas no esperados en determinadas estaciones del año que puedan tener efectos directos sobre determinada actividad económica.

En los últimos años se ha generado una gran discusión desde los círculos académicos en torno a la validez relativa de tales acontecimientos. La discusión fue de gran importancia y estaba principalmente relacionada con la crisis financiera internacional iniciada en 2007. La misma viró en torno a la naturaleza del acontecimiento que llevó a cabo la irrupción y profundización de la crisis mencionada.

Muchos académicos, mediante sólidos argumentos, rechazaban la hipótesis acerca de que la crisis se inició por un shock no esperado o un Cisne Negro como lo define Taleb en su popular e interesante libro: Cisne Negro, El Impacto de lo Altamente Improbable (2009).

Una gran producción académica rechazaba la hipótesis en base a que las dinámicas precedentes y la característica endémica de inestabilidad del sistema financiero inequívocamente llevaban a una crisis aunque de una magnitud desconocida.

Desarrollada la crisis y las discusiones sobre la misma, muchos comenzaron a relativizar la ocurrencia de shocks exógenos. En este sentido se presentan dos argumentos que, en algún punto, comulgan entre sí. Los exponentes de la denominada fase temporal denominada Gran Moderación, transcurrida desde inicios de este siglo, donde la volatilidad del producto bruto interno y la inflación había disminuido marcadamente, apoyaban explicaciones tales como que los macroeconomistas habían aprendido a manejar la política económica. En consecuencia, los ciclos de la economía se habían minimizado.

Por otra parte, las explicaciones de carácter exógeno, como las expuestas por Minsky (1986), daban un sólido abordaje a los acontecimientos de inestabilidad y, ex post, un herramental para su prevención, es decir, podemos minimizar su ocurrencia y generar un espacio de gestión ante las disrupciones no esperadas.

La convergencia de tales puntos de vista podría estar en que, a través de la utilización eficiencia de las herramientas de política macroeconómica, los hacedores de política pueden enfrentar en mejores condiciones el advenimiento casi inevitable de las crisis.

Sin dudas todo lo expuesto forma parte de la verdad relativa de las economías y la vida cotidiana de todos nosotros.

La realidad nuevamente nos alecciona. Las fuertes lluvias como las ocurridas anoche en Buenos Aires, principalmente en el norte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nos recuerdan de manera lamentable que el clima es un factor externo a nuestra cotidianeidad. Si bien las pérdidas humanas son dolorosas e irrecuperables, la inteligencia emocional nos diría que en este momento debemos, entre otras cosas, tomar las lecciones. Sin dudas, los responsables de política tienen una doble responsabilidad: eventualmente por no haber realizado lo necesario para minimizar la ocurrencia y consecuencias de tales eventos, y atender las demandas de los damnificados.  

Ayer, hoy y mañana se transformaran en historia y, sin rodeos, será nuevamente un tiempo de lecciones.